“Algunos lunes de los últimos días de noviembre, o de principios de diciembre, tenemos la sensación, sobre todo si uno es soltero, de estar en el corredor de la muerte”. Es esas breves líneas, Michel Houellebecq anota un comienzo que debe mucho a sus trabajos anteriores. Desde la notable Ampliación del campo de batalla (1994) el escritor francés se interna en personajes desesperanzados y que no tienen mucha fe en lo que pueda ocurrir a la humanidad.
Es que en Aniquilación, su última y voluminosa novela de 608 páginas ya disponible en nuestro país vía Anagrama, Houellebecq retoma ese tópico al narrar la historia de Paul Raison, un hombre descreído y amargo. Funcionario público -como el ingeniero informático de Ampliación del campo de batalla-, es uno de los asesores de ministro de Economía y Finanzas, Bruno Juge, quien es asesor del candidato favorito a las elecciones presidenciales francesas del 2027.
De ahí en más, como ocurre en las novelas de Houellebecq, el punto de quietud se rompe fugazmente y se desata una locura. En la web, aparecen amenazas de muerte de grupos terroristas contra personajes públicos, entre ellos, el ministro Juge, quien aparece en un delirante y fantasioso video siendo decapitado con una guillotina, y muy en su estilo, Houellebecq, incluye un dibujo de una guillotina especificando sus partes, como si fuese un manual de uso.
De ahí, las amenazas pasan a ser reales y una serie de atentados se suceden unos a otros. Raison, comienza a investigar los hechos mientras su vida se desmorona cual pintura descascarada en un muro mohoso. Su matrimonio colapsa, su padre queda paralizado y él mismo enferma gravemente. Definitivamente, nadie cambiaría su vida por la de él.
Una mirada a la actualidad
En general, la crítica ha destacado los tintes algo sociológicos que -como en toda su obra- el francés ha desplegado en este trabajo. Jordi Corominas, de El Confidencial, la calificó: “Una enmienda total al mundo moderno”. Y agregó: “Poco escritores levantan tanta expectación como el francés por su capacidad de trascender el limitado marco contemporáneo de su profesión para incidir en la sociedad actual”.
Por su lado, Marc Bassets, de El País, indicó: “La nueva novela de Michel Houellebecq despista. No es lo que aparenta. Parece por momentos un thriller geopolítico con atentados, espías y un trasfondo esotérico. Al mismo tiempo es un melodrama familiar con un patriarca ingresado en una residencia en el corazón de la campiña francesa. Y en paralelo se presenta como el relato de una campaña electoral para la presidencia de Francia visto desde la maquinaria del poder”.
Para Walter Romero, de Infobae, la novela “vale la pena”, ¿por qué? “La novela por entero, más allá de sus subtramas finamente anudadas, llora desde el vamos el mal que aqueja al padre del protagonista, patriarca triunfante reducido a la nada por un vulgar ACV y es, además, una soberbia elegía en torno a la generación de los babyboomers: la última que podría ufanarse de haber creado un mundo y dárnoslo después. Toda la novela es entonces el lamento por ese mundo que el padre encarnó y que ya no existe, abriendo así el significado profundo a la pérdida de toda Ley, pero también a las añoranzas de un Dios que aunque muerto, persiste”.
Desde su verja, el crítico de Culto Domingo, Matías Rivas, rescata justamente ese vínculo con el progenitor. “No es lo que mas me ha gustado de él, pero me parece que abre un nuevo espacio en su obra, al darle a sus personajes un carácter menos feroz. Ahora existe la familia, que antes no existía en las otras novelas, hay una vuelta a la familia llena de conflictos, hay emociones básicas que él empieza a recuperar. Por eso, es una novela distinta al resto en la medida que tiene otras preocupaciones”.
“Se conecta con las anteriores, por la prosa que tiene -añade Rivas-. Pero en esta novela hay una ambición literaria de mostrar mayor cantidad de matices que en los otros libros. Hay un matrimonio que se descompone, un padre con infarto cerebral. Es fácil de imaginar”.
Además, para Rivas, en esta novela se muestra una de los intereses creativos del autor: “En Aniquilación, también hay algo que Houellebecq ha ido agarrando en sus libros: la ambición de hacer una obra que tenga algo de thriller”. También rescata algo que ha mostrado siempre: la idea de escandalizar hablando del mundo moderno, en base a un lenguaje claro.
“Hay que pensar que él viene del mundo de Stendhal, quien decía que el escritor tiene que poner un espejo en la calle -añade Rivas-. Por eso, Houellebecq tiene una prosa directa, muy efectiva, con novelas que explican la actualidad. Considero que es un gran escritor, si bien no todos sus libros son parejos, tiene un olfato para entender lo que está pasando, superior a otros prosistas. Aparecen los veganos, las diferencias sexuales, los temas de género pero vistos con ironía, con sarcasmo, eso produce mucho dolor en cierta gente y mucha irritación, pero hay que comprender que es una novela”.
Otro punto, es que de alguna forma retoma una idea que ya ha tratado en otras novelas: el declive de la civilización actual. Así lo explica Walter Romero: “Si nuestra sociedad envalentonada y progre se desangra en la soledad de todo hombre contemporáneo, en este caso, el personaje del alto funcionario Paul Raison —que con sarcasmo lleva impresa la razón en su apellido— se debate en un concienzudo masculleo que es la forma que el macho occidental rumia su desgracia a modo de larga y meditada resignación. En esta novela Houellebecq riza una vez más uno de sus leitmotiv más obsesivos: el ocaso de la masculinidad heteronormativa en personajes de más de cincuenta”.
Matías Rivas refuerza este punto: “Houellebecq es un superventas muy incorrecto políticamente y físicamente está convertido en una ruina humana, él representa una idea de decadencia y habla desde ese lugar. Eso es muy interesante”.
¿Por dónde pasa el aporte de Houellebecq a las letras de su país? Rivas apunta un factor clave, que de alguna forma ha sido también explorado por otros escritores franceses de su generación, como Emmanuel Carrère. “Lo que hizo fue separar la idea de que los franceses escribían de forma aburrida. Había un prejuicio que decía que parte de la literatura francesa no tenía trama, no tenía tensión. Había por cierto gente excepcional, como Marguerite Duras. Pero Michel Houellebecq rompió eso. Después vino Carrère y lo rompió también, y vinieron otros escritores franceses que adquirieron un tono que los hizo sintonizar con una mayor cantidad de público, como Teoría King-Kong, de Virginie Despentes. En esa escena, Houellebecq tiene un lugar clave”.