Gonzalo Mezza (73) es un pionero en el arte multimedial. Desde la década de 1970 se ha desarrollado como un artista conceptual a través de exploraciones en distintos formatos, con medios electrónicos, el videoarte, los computadores y el ciber espacio. Todo con una perspectiva interactiva. Desde esa época, ha innovado con el uso de instrumentos tecnológicos, sobre todo de internet, para ampliar los límites del arte, tanto en museos y galerías, como en espacios públicos.
En 1983 realizó una muestra en Galería Sur llamada “Santiago Punto Cero”, la primera instalación computacional realizada con un ordenador. Por eso, Mezza ha sido catalogado como un pionero en la transición de lo análogo a lo digital.
“Fui seleccionado por curadores chilenos en 1996 para exponer en la Bienal de São Paulo mi proyecto M@rco.sur, que era una instalación interactiva conectada a internet. Imagina lo que era mostrar una obra interactiva conectada a una computadora. He intentado abrir un puente, un camino, con pinturas digitales”, contextualiza el artista.
La transición gradual que experimentó Mezza se contrapone a la vorágine que ha significado el avance de las tecnologías en las últimas décadas. “Hoy estamos un tanto desorientados. La humanidad está en un problema porque todo está en transformación, en un tránsito acelerado que genera confusión. Hoy puedes tomar un celular, por ejemplo, y hacer una foto, pero eso no la transforma en arte contemporánea por eso, porque se tiene que conceptualizar y hacerla comprensible. Los artistas están llamados a clarificar, es momento de dar luces”, dice.
Para Gonzalo Mezza, el arte visual está relacionado con el avance de las distintas tecnologías, por lo que insiste en que su trabajo ha sido acompañar ese desarrollo a través de instalaciones y ciber instalaciones. De hecho, desde mediados de 1995 tiene en línea su propio museo virtual (www.mezza.cl), un proyecto revolucionario, donde muestra sus trabajos de arte multimedial. “Las artes no están ajenas a la tecnología. Hoy lo que acontece es la liberación de la información a través de ella. Las piezas e instalaciones conectadas a internet a mi entender es el octavo arte. Hoy estamos viviendo el octavo arte”, dice.
¿Cómo define el octavo arte y cómo se ve en la actualidad?
Es la exploración de la imagen en el arte expresado en bytes. Es información que hoy la cultura digital ha liberado. Hoy todo transita en bytes, y un byte son 8 bits. El 8 inclinado es el símbolo de infinito, que representa la cantidad de información. Entonces hoy vivimos este octavo arte porque se ha alterado todo lo establecido, se democratizaron los medios. Mi intención no es llenar el museo de obras y pinturas, sino traspasarlos a información que quede en el ciberespacio. En la actualidad lo vemos así: yo no necesito moverme de acá para que se instale una obra mía en Berlín o Nueva York. La tecnología contemporánea me permite materializar una imagen, algo análogo a un nuevo soporte”.
¿Cuáles han sido las consecuencias de la tecnología en el arte?
Lo que ha hecho la cultura digital es modificar todo y poner todo en cuestionamiento. Incluido el estatus social que existía respecto del arte. Hoy, este octavo arte, las ciber instalaciones, permean todos los continentes. Hoy un coleccionador adquiere más que una pieza, una idea, como pasa con los NFT, que son una buena noticia y hoy pueden ser valorizados. Por otro lado, hoy hay espacios en los museos que disponen tecnologías virtuales, otros que puedes recorrer sin estar allí.
¿Qué cambios tendrá el arte a propósito del contexto tecnológico? ¿Está en riesgo lo tradicional en virtud de lo digital?
Es difícil anticipar el futuro ahora con tanta tecnología. Sin embargo, el ser humano necesita de lo físico, de lo material, por eso veo que este tránsito entre lo digital y lo análogo seguirá desarrollándose en paralelo. La gente tiene una necesidad de tocar, de ver, de oler, de ocupar sus sentidos, entonces no se puede ni acabar con la infraestructura que posee el arte a través de museos ni tampoco decir que se murió la pintura, por ejemplo. La gente con la pandemia tuvo acceso a las artes a través de la virtualidad, algo que yo vi y veo como uno de los posibles caminos para el arte, pero creo que para que haya arte virtual, tiene que haber arte museal, porque a los artistas no nos da lo mismo exponer en un centro comercial; tiene que ser un espacio adecuado. Son dos dimensiones que pueden y van transitar en paralelo, que pueden coexistir por mucho tiempo.
¿Qué virtudes ve hoy en lo digital?
El hombre tiene un interés de preservar su cultura, su identidad. Hoy la tecnología tiene una enorme importancia, porque se puede conseguir preservar esa información de forma más fácil y llevar a todos los continentes; no están restringidas para unos pocos, sino para todos. Las tecnologías siguen permeando nuestro trabajo. El artista hoy tiene un universo de posibilidades, buenas posibilidades respecto de cómo materializar y desmaterializar sus obras. Lo mínimo que tenemos es teléfonos inteligentes que permiten editar y transferir información; se puede hacer octavo arte con él. Si la Capilla Sixtina se degrada, una buena forma de no deteriorarse es preservar la información. Hoy es fácil: si quiero preservar una imagen, la subo a la nube, en un archivo, en información, en bits. Por otro lado, gracias a esta digitalización, la interconexión entre artistas, curadores y el sistema, está cada vez más acelerado.
En su trabajo ha puesto a disposición computadores para que los visitantes físicos, o los navegantes de internet, puedan ocupar parte el espacio de sus trabajos. Abriendo el espacio para la interacción y el diálogo en una obra digital, en un espacio virtual. Eso se asemeja al desarrollo actual del metaverso, una red de entornos virtuales donde los usuarios intervienen, dialogan e interactúan. ¿Cómo asimila eso?
Yo daba la posibilidad de desmitificar el cuento de la obra de que no se puede tocar. Yo liberaba la idea de participar, formar un diálogo, y la pintura electrónica me permitía dialogar entre continentes, entre artistas, estudiosos, creadores. Ahora, el metaverso son campos de trabajo que para mí forman parte del octavo arte en el sentido que he dicho. Mark Zuckerberg cambió de Facebook a Meta, donde esa M emula un infinito. Es una relación directa. Todo este desarrollo también cambia el mito del artista aislado y desolado creando en su taller, porque esto permite traspasar a otros planos. Hoy está dada la posibilidad de interactuar en las redes de forma sencilla. La virtualidad es una realidad, hay que esperar que los espacios protegidos le den un lugar al metaverso.
¿Cuáles son los desafíos que tendrá el arte en este contexto digital?
Hay que ver cómo el sistema de las artes va a conectar esto, si dejarán entrar el metaverso, porque obviamente van a defender la institución que es la cultura. Entonces anticipando esa barrera que puede existir, no sé si vamos a estar más avanzados en unos diez años más, incluso 30 años me parecen muy poco, pero sí sé que tendremos suficientes tecnologías, avanzadas, para poder conectarlas de más y mejores maneras. Me interesa pensar en qué será de nosotros en el próximo siglo, cómo nos vamos a desmaterializar y materializar, qué va a pasar con las obras.