Con cierta solemnidad, Ricardo Piglia mira a la audiencia. Amén de su clásico pelo canoso y desgreñado parece un profesor de una cátedra de literatura en cualquier universidad. Pero lo cierto es que en esos días de septiembre de 2012, el autor de El Laucha Benítez cantaba boleros, estaba dando un paso poco ortodoxo en el mundo literario. Dar unas clases en la TV abierta trasandina.
Fueron cuatro las clases magistrales que los argentinos pudieron ver a través de las pantallas de la Televisión Pública. En ellas, el formidable escritor desarrolló un ciclo llamado Escenas de la novela argentina, donde se explayó sobre el género más popular de la literatura a través de algunos de sus principales cultores allende Los Andes. Por sus amenas y ágiles lecciones, pasaron nombres como Robert Arlt, Macedonio Fernández, Juan Bautista Alberdi, Manuel Puig, Rodolfo Walsh, Eugenio Cambaceres, César Aira e incluso, le dedicó un pequeño guiño a Jorge Luis Borges, pese a que el señero escritor nunca publicó una novela.
Hoy, la transcripción de esas formidables lecciones acaban a llegar a Chile con un volumen llamado Escenas de la novela argentina, tal como se llamaba el programa de TV, que hoy se puede ver en YouTube. Es editado por la argentina editorial Eterna Cadencia, y además incluye cuatro ensayos inéditos que Piglia escribió sobre el tema.
De tensiones y novelas
Así, por ejemplo, sobre Manuel Puig, Piglia destacaba su período posterior al The Buenos Aires affair (1973). Antes, ya había publicado sus célebres novelas La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969), en las que había rescatado la oralidad porteña. Pero aún le quedaban un par de piezas célebres que publicar.
“Empieza un tipo de experimento narrativo diferente, que consiste en grabar una historia de vida y hacer un pacto con quien luego se convertirá en el personaje de sus libros. Por ejemplo, en Pubis angelical (1979), él graba a Pozzi, que es el argentino exiliado que está ligado a una organización guerrillera, y contrapone ese relato con el de una mujer que se está muriendo de cáncer, y establece esa contradicción entre un relato verdadero grabado, que Puig ha recogido de una persona que ha tenido la experiencia, y con eso construye. Si ustedes vuelven a leer la novela, verán una serie de datos que evidentemente le fueron dados por ese testigo...lo mismo hace Puig con el personaje del guerrillero, Arregui, en El beso de la mujer araña”.
De Roberto Arlt, el clásico de la primera parte del siglo XX, se refiere a Los lanzallamas (1931), y en base a ello entra en la tensión entre novela y periodismo, ya que Arlt, cabe recordarlo, ejercía como periodista. “Hay una primera tensión entre la novela, como una red de sentidos múltiples, de causalidades confusas y abiertas, y el modo en que el periodismo reduce toda esa complejidad y establece fórmulas, causalidades estereotipadas, simplificaciones, etc. Incluso, la novela se hace cargo de esta tensión entre lo que sería un relato complejo, donde las razones no permiten inmediatamente tomar decisiones morales y, esa suerte de consigna, que tiene un sentido valorativo inmediato como es ese modelo del título”.
Sobre Borges, Piglia lo toma más bien en relación a Macedonio Fernández. No solo porque quería dar cuenta de diálogo entre dos autores, sino que con ellos se centra entre la dicotomía entre realidad y ficción que cruzan ciertas narrativas. El autor de Ficciones recogió el trabajo de Fernández, muy interesado en El Quijote, lo “difunde y simplifica” bajo el rótulo de “literatura fantástica”.
“Me parece que Borges recurre a la fórmula de la literatura fantástica, que en realidad no corresponde con lo que él está haciendo. Lo que hace Borges es mucho más interesante que lo que se conoce como ‘literatura fantástica’ en la tradición inglesa, que es la tradición de relatos de fantasmas, de vampiros o de los relatos donde pasan cosas más o menos extrañas...Borges realiza una serie de operaciones completamente distintas, que están muy en la tradición de lo que Macedonio está postulando. Me parece que la persistencia de esa poética está presente en las grandes novelas argentinas, o en las grandes tradiciones narrativas del Río de la Plata, ¿no? Yo sencillamente quisiera poner el ejemplo de Rayuela, de Cortázar; de La vida breve, de Onetti; y de Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal como novelas que están conectadas con esta percepción de cómo funciona lo novelístico y la novela. Novelas que borran el límite entre ficción y realidad, y llevan eso ficcional a lo real”.
En todo caso, al año siguiente, en septiembre de 2013, el autor de La invasión desarrollaría un ciclo de cuatro programas solo dedicados a la figura de Borges. En ese año también publicó su última novela en vida, El camino de Ida. Fueron sus últimos años. En 2014 fue diagnosticado con una esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que le complicó terriblemente su salud, aunque siguió escribiendo y publicando. De ahí salieron Los diarios de Emilio Renzi, con tres tomos en 2015, 2016 y 2017, año en que fallecería, el 6 de enero.