Un viaje interno excepcional
Por Rodrigo Munizaga, crítico de televisión de La Tercera
Cuando se anunció una precuela de Breaking bad, hasta entonces la obra maestra de Vince Gilligan, había sobradas razones para dudar de lo que podía resultar: las segundas partes nunca son buenas y del universo de Albuquerque parecía haberse contado todo. El estreno de Better call Saul, en 2015, tuvo las miradas puestas en los guiños a su predecesora y las comparaciones eran majaderas, forzando algo que en la práctica tenía pocas similitudes.
Muchos fans de la historia sobre cómo Walter White se convirtió en Heisenberg no consiguieron enganchar con la trama de cómo Jimmy McGill se transformó en Saul Goodman, tal vez porque mientras en la primera hay épica, en la segunda hay tragedia. En una entrevista de Bob Odenkirk al New York Times, decía que Breaking bad tenía una historia más universal, con un hombre en crisis de mediana edad, con más armas y peligros, mientras que Better call Saul era una serie más interna, un viaje personal.
Tres temporadas se tomó la precuela en contar la compleja relación de los hermanos McGill: 30 capítulos en situar el por qué Jimmy necesitaba cambiarse de nombre, no para crear un alias como Walter y vender drogas, sino para dejar de vivir en las sombras de su hermano. Más aún: el divertido y muy kitsch abogado de Breaking bad recién aparece, levemente, en la última parte de la sexta temporada. Y ese ha sido el gran truco de Better call Saul.
Mientras Walter era un hombre al que lo devoraba el ego y la maldad (ya en la segunda temporada dejaba morir a Jane), Jimmy puede ser un chanta y un estafador de poca monta, pero es bienintencionado y, quizás el motor de la historia, alguien que no puede evitar ser quién es, dañando/decepcionando a su círculo, pero siempre a su pesar. Y ante ese personaje tan humano es imposible no rendirse como televidente.
Better call Saul no existiría sin Breaking bad, y si la supera en calidad no es porque la serie madre sea “más mala”, sino porque gracias a ella el equipo realizador tuvo un aprendizaje y consiguió libertad creativa y económica para hacer lo que quisieran. Que en el primer capítulo de la tercera temporada de Better… haya 10 minutos en silencio con Mike revisando su auto, para encontrar un chip rastreador, es solo uno de los tantos ejemplos de ello.
El viaje de ver Better call Saul ha sido extraordinario no solo por su propuesta narrativa y el riesgo que han tomado en contar la historia de un modo que casi no se hace hoy en TV. Su fotografía apabullante, el modo western para delinear a los narcos, el rompecabezas que han armado para unirla a Breaking bad en su temporada final y el equilibro que han encontrado para sumar drama y comedia la convierten en un caso excepcional.
Aunque en esa suma lo más admirable es el cast que consiguieron: no hay personaje aburrido, como sí ocurría con algunos secundarios de Breaking bad. Aparte de Jimmy, Mike y Kim (qué gran papel femenino), las historias de Gus, Nacho Varga, Lalo Salamanca, Howard, Chuck y tantos más han tenido todo el tiempo del mundo para hacerlos tridimensionales y explicar sus motivaciones. Por eso a Better call Saul hay que ubicarla, ahora que se despide, en el mismo grupo donde están The wire, Los Soprano, Mad men, Six feet under y Twin Peaks. Por cierto, junto a Breaking bad, pero en su versión mejorada, gracias al talento de los mismos realizadores, en estado de gracia creativa, hace ya más de una década.
La profundidad de los secundarios
Por Enrique Videla, guionista
Recuerdo que una de las primeras personas a las que vi manifestar la idea (sacrílega en ese momento) de que Better call Saul era mejor que Breaking bad fue Guillermo del Toro, quien comentó en Twitter que la serie le parecía más pequeña en escala, pero más profunda y dolorosa. Era una opinión impopular. Ahora que nos acercamos al final de Better call Saul, estoy convencido de que esa opinión ya no es tan impopular ni minoritaria.
Personalmente, estoy en el equipo Saul Goodman. Better call Saul, en particular en su última temporada, ha encontrado la manera de mantenerse acotada e íntima, pero al mismo tiempo pasearse por distintos géneros con maestría (comedia y drama, terror psicológico y western), moverse hacia atrás y adelante en el tiempo y hacer citas metatextuales que enriquecen no solamente a la serie, sino a las otras historias que toca, su serie madre, Breaking bad, y el largometraje El Camino, una especie de hermano espiritual del ciclo final de Better call Saul.
Para los que ven Better call Saul por primera vez, y quizás esperan la tensión y los cliffhangers de Breaking bad, puede que se sorprendan con el tono más pausado y, a la vez, liviano, humorístico, de las primeras temporadas. Lo que está en juego al principio de la historia quizás no es tan potente e inmediato como el diagnóstico de cáncer de Walter White y su paso al lado oscuro, pero a medida que la serie avanza, la oscuridad va creciendo alrededor de los personajes, mostrándonos una tragedia quizás mayor que la de Breaking bad.
De la temporada tres en adelante, Better call Saul encapsula un abanico de géneros impresionante, se acerca a ratos a las grandes secuencias de thriller criminal de Breaking bad, nos trae un villano escalofriante con la fuerza demoniaca de Lalo Salamanca (cada escena en la que aparece es una pequeña película de terror), para luego volver al drama íntimo y, en el instante más inesperado, a la comedia negra y los personajes perdedores de los primeros capítulos.
Uno de los principales puntos por los que creo que Better call Saul supera a Breaking bad es por la profundidad de los personajes, sobre todo los secundarios. En ningún caso quiero decir que los de Breaking bad fueran superficiales, pero al estar principalmente narrada desde el punto de vista de Walter White, muchos se presentaban como aliados y obstáculos, con poco espacio para desarrollar su mundo interior.
El Gus Fring de Breaking bad es una fuerza implacable, fascinante y enigmática, pero Better call Saul se da el tiempo de explorar otras facetas. Una escena pequeña, un simple coqueteo fallido con un mesero en un restaurante, termina de construir al personaje, en su soledad, con sus anhelos y pérdidas. El letal brazo derecho de Gus, Mike Ehrmantraut, crece enormemente en Better call Saul, mostrando fallas y vulnerabilidades, perdido en la vida, estoico y, a la vez, desesperado por encontrar algo que le dé sentido a su existencia.
También debo reconocer que siempre me incomodó un poco la representación no demasiado halagadora que hace Breaking bad de los personajes latinos –incluyendo el dudoso acento chileno de Giancarlo Esposito–, especialmente en los narcos secundarios (la caricatura bastante gruesa que se ve, por ejemplo, en Tuco Salamanca). Con Nacho Varga, Better call Saul nos entrega a uno de los mejores papeles latinos de la televisión: ambicioso, humano, cruel cuando debe serlo, vengativo y desafiante hasta sus últimos segundos.
Es justamente hablando de personajes que debo mencionar el otro gran punto que le da ventaja a Better call Saul por sobre Breaking bad: Kim Wexler.
En su momento, uno de los aspectos más criticados de Breaking bad fue precisamente su tratamiento de los personajes femeninos. Si bien Skyler White fue creciendo a lo largo de la serie, mostrando nuevas capas con cada temporada, comenzó ajustándose a un arquetipo televisivo bastante desafortunado: la esposa controladora que subraya la masculinidad menoscabada del Walter White inicial.
Por el contrario, en Better call Saul Kim Wexler se levanta desde el principio como un personaje entrañable y fascinante. Un compás moral que también es una cómplice en el viaje del protagonista al lado oscuro, una abogada correcta y preparada que a la vez que es ingeniosa y despiadada en el mundo de la manipulación y las estafas. Kim es el corazón absoluto de la serie, con una actuación extraordinaria de Rhea Seehorn, y me parece que no hay ningún personaje de Breaking bad que le haga el peso.
A pesar de que el final de Breaking bad es recordado como uno de los mejores capítulos finales de la televisión reciente, creo que en Better call Saul hay algo más grande. Es simultáneamente una historia autoconclusiva, un retrato de personaje, un spin-off de Breaking bad, una precuela y un epílogo. En estos últimos capítulos somos testigos de algo pocas veces visto, no solamente el cierre de una serie, sino la culminación de personajes que hemos seguidos en dos series y un largometraje, a lo largo de más de una década. Ahí ocurre algo único.
Los últimos episodios de Better call Saul no son solamente los capítulos finales de una serie, son los capítulos finales de un universo.
El gran retrato de un hombre sin ética
Por Vladimir Rivera, guionista y escritor
A comienzos de siglo se instaló la discusión sobre cuál serie era mejor, si Los Soprano o The wire. Los números y los premios se los llevó por lejos la primera y The wire quedó como una serie de culto que cada cierto tiempo alguien proclama a los cuatros vientos que es la mejor de la historia. Si una era Shakespeare, la otra era Dickens.
15 años después, un debate similar se instala entre los amantes de Breaking bad y Better call Saul. Breaking bad tiene un número impresionante de galardones y millones de espectadores alrededor del orbe. Es parte de la cultura popular; sin embargo, hay algo que nos hace preguntarnos por qué Better call Saul podría ser mejor.
Lo que en Breaking bad era violencia explicita –gente muriendo derretida en ácido, balas–, en Better call Saul es sutileza. Nadie muere cuando debe morir ni muere el que debe morir. Cada muerte se siente en la historia, nos deja un vacío.
En BB la pólvora se quema rápido, ya en el primer capítulo Walter White ha matado a dos narcos. En cambio, en BCS se quema a fuego lento, nos muestra a Jimmy McGill desde el inicio, cuando era un tipo que estudiaba derecho tratando de que su hermano Chuck lo aceptara. Si BB era sobre el poder, BCS es un drama shakesperiano. Dos hermanos enfrentados desde el cordón umbilical.
Hay que convenir que ambas series son sobre la caída moral. Es decir, cuán bajo podemos caer sin perder nuestra esencia. O, mejor dicho, si dicha caída mostrará nuestra verdadera naturaleza. En ese sentido, Jimmy va destruyendo moralmente todo lo que toca, lo va degradando, pero a menor escala, como la vida misma. Las derrotas morales ocurren entre cuatro paredes. Frases que destruyen el amor, pequeños gestos que hacen que dos hermanos dejen de amarse para siempre, que un hijo no quiera ver a su padre. En ese sentido, BCS indaga en esa miseria humana cotidiana.
Ambas series son sobre el cambio. En BB, lo dice Walter, “la química es la ciencia del cambio”, y en eso se basa la transformación que va teniendo el personaje, hasta convertirse en Heisenberg. En BCS ocurre lo mismo, pero de manera más realista, no tan atropellada, entre Jimmy/Saul/Gene. Jimmy no sabe quién es, no ama su herencia y puede ser quien quiera ser. Jimmy cuenta una anécdota reveladora al principio de la serie: tuvo sexo con una mujer convenciéndola de que él era Kevin Costner.
Si en BB es el capitalismo desaforado el que abandona a los que no despiertan, BCS nos muestra las mutaciones del capitalismo. Jimmy quiere tener dinero, quiere tener prestigio, pero cada vez que lo obtiene lo vuelve a perder, porque en su lógica el lograr las cosas no es el fin, el medio es el fin, la mutación. Eso lo hace mucho más peligroso que Walter. Jimmy no tiene ética.
Las relaciones de los personajes no son tan explícitas como en BB. Basta contar todas las veces que Walter y Skyler se dan en cada capítulo o la misma relación de Walter con Jesse. En cambio, en BCS los vínculos entre los personajes son más sutiles, sobre todo entre Jimmy y su hermano Chuck o entre Jimmy y Kim Wexler. Eso habla también de la pluma de los creadores y de cómo su bagaje con BB les permitió ser más finos. La maldad está en todos, así como la humanidad.
Uno de los mejores personajes femeninos que ha dado la televisión es Kim. Brillante, leal, inteligente, sin embargo, con la brújula del amor rota. Y sus secundarios exudan humanidad. Entrañable, Mike carga con una culpa que ni su muerte es capaz de soportar. Ama a su nieta y sabe que el dinero es lo único que podrá ayudarla. El temible Lalo Salamanca es un personaje terrorífico, y Víctor en cierto modo me recordó a Tony Soprano, ya que cuando te metes en el mundo del narco no hay vuelta atrás.
Aunque tenga menos público y menos premios, y su existencia se la deba a Breaking bad, Better call Saul es una serie que tendremos que ver más de una vez y en cada visionado aparecerán nuevas interpretaciones.