Alejandro Zambra

—Vivo en mexicano hace mucho tiempo. Es el lenguaje de la familia que hablo y al que aporto con mi habla. Me he acostumbrado a ciertas rutinas, soy quien cocina en las mañanas, en México se desayuna abundantemente. Cocinar me gusta, no soy tan bueno, pero quiero aprender bien.

—Sí, yo me pregunto por qué no se usan tanto las azoteas en Santiago, es una pregunta que no sé contestar. En las azoteas en Ciudad de México suele haber un cuartito por cada departamento del edificio y siempre hay plantas. Estaba la idea de que fueran cuartos de servicio, pero nunca se usaron para eso. Se usan para tender la ropa y hay un baño, la gente lo suele usar como bodega o tiene su pequeño gimnasio. Ahí tengo mi escritorio. En casi toda la Ciudad de México se usan las azoteas. En edificios grandes se usan las azoteas para tender la ropa y la gente pone jaulas para que el vecino no le robe la ropa. Y ahí estoy cinco horas y escribo.

—¿Es un escritor vanidoso?

—Sí, seguro que lo soy. Escribir un libro y publicar un libro es muy vanidoso, es como: mira, léeme. ¡Qué cosa más vanidosa que esa! Pero, por una parte, disfruto eso. Y creo que vas ganando tiempo tam- bién, si en algo te va más o menos bien, el mundo te deja hacerlo. Si el niño está escribiendo un poema y la mamá le dice: anda a comprar el pan, vas a comprar el pan nomás. Luego ganó un concurso literario y la mamá dice: en realidad está escribiendo.

Francisca Valenzuela.

Francisca Valenzuela

—Cuando chica teníamos la suerte de que íbamos a una tienda de discos y era: ya, te puedes llevar un disco. Y yo era como: ¿cuál disco me voy a llevar? Y mis hermanos me decían: cómprate ese disco, es súper importante comprarte cosas que te inspiran.

—Usted empezó a cantar profesionalmente a los diecinueve. ¿Qué miedos tenía?—Todos los miedos. Tenía miedo de las cosas, de las personas, como fobia social. No sé si un miedo puntual a la carrera. Tenía esa inocencia de niño, de lanzarse en un guatazo, ¡iba a ser una sorpresa si funcionaba! No era como: ¡sí, esto de seguro va a funcionar! Era lo contrario: ¡ojalá!, porque ¿quién sabe lo que hace un músico? ¡Yo no sé! La autorreflexión y reconocimiento de mi vocación es algo que en mi lenguaje no existía en ese momento. Yo hacía nomás, lo importante era hacer, hacer. Le hacía el quite a las grandes preguntas, me daban nervio.

—Yo mandaba e-mails, era esa persona catete. Cuando fui a Nueva York la primera vez que me invitaron a un festival para que tocara, me acuerdo que mandé unos 455 correos. Googleé todos los locales donde había música en vivo en todo Nueva York y mandé un e-mail a todos los que encontré, ¡para tocar en cinco! Así con todo. En Chile iba a todas las radios con mi LP, radio por radio, me sentaba con cada programador. Porque a mí me parecía lógico hacer todo ese trabajo.

Daniela Vega

Siempre quise ser artista, pero no encontraba la forma de meterme: no servía para pintora ni escritora, no sabía si tenía talento. Siempre supe que podía cantar y siempre he cantado. ¡Pero actuar! ¡Actuar significaba comprometerse con el cuerpo! Y dominarlo: necesito mi cuerpo como herramienta, como vehículo para emocionarte. El talento es una pequeña cantidad, pero lo que más sirve para ser artista es el trabajo. Si quieres ser una regia escultora, tienes que trabajar y trabajar la piedra. Y eso fue lo que yo hice, y llevo casi ocho años trabajando en el teatro.

Todo lo que he hecho se lo debo a Sebastián Lelio. Él se convirtió en mi maestro de cine, me enseñó cine, me enseñó a entender cómo usar la boca, los ojos. Yo he dado clases de cómo actuar en cine, de cómo hacer un plano cerrado, pero eso lo aprendí de él.

Me gustaría interpretar a personajes que estén lejos de mi realidad: meterme en el conflicto de la maternidad. En mi primera película, La visita, hice de hombre y de mujer. No me importa, soy una actriz disponible para actuar.

Ahora ser famoso es muy fácil: tú puedes subir un video por- no y convertirte en famoso, hoy la fama no es medidor de éxito por- que puedes ser tristemente célebre, como Pinochet. Cuando la gente me pregunta por el mensaje de Una mujer fantástica, yo respondo que ninguno más que muchas preguntas. Yo interpelo, Lelio interpela al espectador. Nosotros no entregamos respuestas ni entregamos la llave. Solo nos preguntamos: «¿Dónde está la puerta?».

07/01/2022 FOTOGRAFIAS A LA ESCRITORA DIAMELA ELTIT Mario Tellez / La Tercera

Diamela Eltit

—Yo, que he vivido siempre fuera de los círculos y circuitos formales de la literatura, he recibido sorpresas. Sorpresas que me han provocado asombro, que me han dejado con la boca abierta. Porque, a pesar de haber existido como una outsider, en los márgenes de la periferia, a pesar de haber sido siempre una loser, mis libros se han inscrito. Se han sostenido solos, han llegado alto. Me digo: «Pero, ¿cómo fue que pasó esto?».

—Yo he sido una literata, no una escritora formal. Lo mío ha sido la escritura pura, no tanto la literatura. Cuando he ganado premios (muy pocos) y algunos honores, sobre todo internacionales, me he sentido muy gratificada y muy sorprendida. Y es que vivo una vida aldeana, recluida. Jamás he cumplido con los rituales literarios, existo y escribo al margen de la maraña. Me costó diez años el lanzamiento de uno de mis libros y nunca he necesitado una gira de promoción. Me estresan. Mis temas, en treinta años, han sido otros. Uno: mi próximo libro. Dos: el camino para ese próximo libro. Nada más.

—Yo creo que la idea romántica del amor ha sido el opio de las mujeres. Con Jorge hemos sido buenos compañeros. Y ha sido un camino muy atractivo de vivir y compartir. Arrate es un viejo político que no se acomodó: nunca fue director de empresa, ni acumuló capital, ni se contaminó. Un tipo cero falta. Somos parecidos, tampoco me atraen la plata, el barrio, los lujos. Así como a él le importa la política, a mí me importa la escritura. Esa es nuestra verdad.

Catalina Saavedra

Para mí, las estrellas son como Michael Jackson, Elvis Presley. Yo soy una actriz chilena que le fue bien en el Festival de Sundance, que ganó un tremendo premio, sobre todo para el mundo del cine independiente. Ese premio me agradó mucho, porque en Sundance no existe el reconocimiento al mejor actor o actriz, es un premio del jurado y me eligieron a mí dentro de todo este universo de gente fantástica que participa en los festivales de cine independiente, que para mí es donde está el mejor cine, donde se gestan las mejores ideas.

La Nana, en 2009, se tradujo en una invasión en mi vida. Una invasión periodística porque la gente de los matinales hasta quería tomar desayuno conmigo y me negué. Tampoco permití que fueran a filmarme cuando hacía la maleta para ir a los Globos de Oro. Me causaba mucho pavor exponer mi vida. Lo pasé muy bien en estos festivales internacionales, fue como pincelar el mundo de las estrellas de cine.

Yo me siento súper orgullosa de lo que he logrado y de la lucha que he dado por dignificar mi trabajo. Siento que es un logro mío haber podido vivir hasta ahora de actuar solamente. Ese es el gran mérito mío: ser durante treinta años solo actriz. Ni profesora ni otras cosas. Renuncié al mundo de las teleseries, después de trabajar diez años en él.