Se lo preguntaban una y otra vez. En cada check point u alojamiento cuando viajaba sola por el territorio mexicano. Era un periplo que venía dibujando como puntos imaginarios desde Massachusetts, en Estados Unidos, luego Houston y después Monterrey, San Luis Potosí y finalmente ese coloso llamado Ciudad de México. No importa donde estuviese, la pregunta siempre caía frente a sus pies.
“¿No le da miedo viajar sola, señorita?”.
Lo cierto es que la pregunta le gatilló una inquietud a la siempre activa Lina Meruane Boza, y la terminó escribiendo en una crónica que tituló justamente ¿Viaja sola?, y que se publicó en la revista mexicana La Gaceta del Fondo de Cultura, en 2012. Meruane aún recuerda el periplo, donde solo portaba una mochila y un voluminoso libro sobre la Revolución Mexicana.
“Publiqué esa crónica en el 2012, pero ahí relato un viaje que hice sola a México en el año 2001, cuando era una estudiante de intercambio de Estados Unidos. Tenía 21 años pero me veía de 16, y entonces, en todos los buses, en los hotelitos de media estrella donde dormí, y en la oficina de turismo por la que pasé los hombres me preguntaban eso no sin preocupación. Han pasado 30 años, y la pregunta se mantiene pero ya no es la inquietud por mi edad sino que aparece como sospecha: ¿qué hace una mujer viajando sola?, ¿por qué no va acompañada? Y de fondo, cruzando ciertas fronteras, me hacen preguntas un tantito insidiosas sobre el objetivo de mi viaje”.
Hoy esa columna, junto con otras, además de ensayos, presentaciones de libros, prólogos, poemas y pequeñas narrativas sueltas conforman el volumen Ensayo general, que Meruane acaba de publicar vía Ediciones UDP.
Fundamental escritora chilena, ha sido traducida a 12 idiomas. Con incursiones en narrativa (como las novelas Sangre en el ojo, o Sistema nervioso) además de ensayos y libros de no ficción (como el ineludible Volverse Palestina, 2014), Lina Meruane ha recibido importantes reconocimientos en su trayectoria, como el Premio Anna Seghers (2011) y el prestigioso Premio Sor Juana Inés de la Cruz (2012), por su novela Sangre en el ojo.
Por ello, Ensayo general viene a ser una especie de cartografía de los intereses y temas recurrentes de Meruane. “Una tiene sus obsesiones y a ellas regresa todo el tiempo, y eso me parece que se ve claramente en las secciones del libro: la literatura y las tensiones de un campo literario inestable, el viaje con sus hallazgos y sus riesgos, los avatares del cuerpo y, al centro, la enfermedad, y las cuestiones de género que son para mí acaso la preocupación más temprana”, explica a Culto.
El libro incluye columnas, ensayos, poemas, pequeños relatos. ¿Siente alguna diferencia entre escribir ensayos y escribir narrativa de ficción?
Diferencias hay y es a quien sigo: en los textos de ficción yo voy detrás de los personajes, en los de no ficción voy detrás de una pregunta o de una idea. A veces esa distinción es borrosa, y por eso incluí un par de relatos ensayísticos como Permiso de circulación donde dos mujeres hablan del peligro que corren las mujeres al salir de casa y muy puntualmente discuten una de las ideas de Virginie Despentes sobre la violación descrita por ella en Teoría King Kong.
Hay crónicas de viajes a Marruecos, Palestina y Europa. ¿Le gusta viajar?, ¿Se considera una viajera?
Viajar es una de mis experiencias más tempranas –soy nieta de migrantes por ambos lados, e hija de viajeros empedernidos–, y considero que viajar ha sido una de mis experiencias más formativas. Desplazarse no es sólo salir de la rutina sino que de nuestra zona de comodidad; eso obliga a interactuar con otras personas y otras culturas y a valorar esos modos de vida que parecen peculiares pero solo lo son para nosotros. Una se vuelve más alerta y más receptiva, o eso espero. Además, ese estar afuera y en tránsito posibilita una mirada distanciada, apreciativa pero también crítica sobre lo propio. Supongo que eso me hace “una viajera”. Intento alejarme de la figura del turista que pasa como un rayo por cada lugar sin estar, sin dejarse impresionar, sin impregnarse. Escribir sobre cómo esos lugares y esos encuentros me han transformado ha sido mi manera de recoger ese estar ahí.
Del cuerpo y el feminismo
En la primera parte del libro (“Lo raro es vivir”) habla sobre el cuerpo, que ha abordado en sus novelas y otros escritos. Fundamentalmente cuerpos poco habituales o invadidos por enfermedades. ¿De dónde viene ese interés?
Mi atención al cuerpo viene, por un lado, de mi larga educación en lo que yo llamo “medicina de sobremesa” escuchando a mis padres médicos, contar casos clínicos apasionantes y a menudo dramáticos, y por otro lado, por mi propia enfermedad crónica que le ha dado estructura y sobresaltos a mi vida. De ahí viene mi convicción de que lo raro es que estemos vivos y sobre todo vivas.
También hay una crónica (No tener hijos) en que plantea su decisión de no ser madre. El cuestionamiento a la maternidad como algo maravilloso es un tema que se ha vuelto recurrente en libros, por ejemplo, como de Pilar Quintana (Los abismos) o de Elena Ferrante (La hija oscura). ¿Cree que esta forma de mirar la maternidad ahora está más normalizada en la sociedad?
Esa columna del 2010 fue lo primero que escribí sobre el tema y al hacerlo me di cuenta de que me había quedado corta; es decir, vi que había pensado mucho sobre el tema y tenía tanto más que decir. Y pensaba que era un tema que sólo me importaba a mí, porque no había mucho sobre este tema, pero cuando publiqué el ensayo Contra los hijos en una pequeña editorial mexicana y empecé a presentarlo, los pequeños auditorios se llenaban de gente, mujeres pero también hombres. Pero tienes razón, en los últimos años se rompió el tabú de que el cuerpo de las mujeres y sus particularidades reproductivas no tenía rango literario y se han multiplicado los libros que tienen la maternidad y el aborto como tema central.
También en Negar el feminismo, usted criticó lo que llama “Feminismo cool”, “carente de combustión”, que “no exige renunciar a ningún privilegio”. Eso lo publicó en 2017, un año antes del “Mayo feminista” del 2018. ¿Sigue pensando igual respecto de ese tipo de feminismo?
Yo soy una vieja feminista. A los 21 años, cuando mis amigas me decían que ya no era necesario serlo, que el feminismo estaba passé, yo seguía convencida de que había mucho trabajo que hacer en el plano de los derechos de las mujeres. A esta idea se agregó, después, la necesidad de hacer los deberes feministas. Porque no basta con subirse a la ola, o a la marea verde, eso es facilísimo; no basta con examinar la política y la discriminación y violencia a la que nos somete el patriarcado, es necesario examinar cómo cada una gestiona su relación con las y los demás y distribuye los privilegios a los que ha podido acceder para asegurar que todes tengamos acceso a una vida mejor. Es decir, no basta con que yo como mujer alcance a una vida mejor, debo usar esos privilegios, grandes o pequeños, para que mis pares, y quienes vienen detrás, y quienes son más vulnerables que yo también tengan una vida digna.
En La inquina de la crítica, habla de la crítica literaria, tanto masculina como posteriormente hecha por mujeres. ¿Cuál es el rol de la crítica literaria en nuestros días?
Partiría por distinguir entre el reseñismo impresionista y la crítica ejercida por personas entrenadas en la lectura literaria; a ese segundo grupo le pediría que deje el criterio simplista de “buen” o “mal” libro, de lecturas lineales en las que no se distingue entre la política autorial y la de sus personajes, y mirara cómo dialoga ese libro con su tiempo e ilumine qué nos propone, qué arriesga, qué interrumpe, cómo desordena o interviene en lo social, qué impacto tiene en nuestro modo de pensar, cómo nos remueve y nos conmueve, de manera profunda, ese texto.
En Ensayo general se incluyen, entre otros, prólogos de los Cuentos completos de Roberto Bolaño y de Patas de perro, de Carlos Droguett. ¿Qué le gusta de cada uno de ellos?, ¿Siente que ha tomado elementos de sus escrituras para su propio trabajo?
Son dos escrituras que arriesgan mucho, es decir, son dos mundos literarios que por supuesto no son únicos en la literatura chilena. Aunque no haya escrito prólogos sobre ellos, me han marcado la lectura de otros autores como Diamela Eltit, José Donoso y muchísimos poetas de los que he aprendido que no se puede tomar prestado más que ese deseo de estallarlo todo con la letra.
Sobre la propuesta constitucional
El próximo 4 de septiembre, en Chile votaremos una propuesta de nueva Constitución, la que se realizó en una Convención Constitucional con paridad de género. ¿Ha podido leerla?, ¿qué elementos destacaría?
Se ha discutido (y distorsionado) mucho lo que dice la nueva Constitución, y se está hablando demasiado sobre los cambios que habría que hacerle, y que sin duda se harán para ajustarla a las normas que deberán escribirse después; a mí me parece fundamental celebrar cómo cumple con la necesaria transformación de nuestro vivir juntos: la necesaria valoración y protección que hace de todes les habitantes del territorio nacional, sin distinción de género, edad, clase, raza, capacidad, y el resguardo que hace de nuestra vida futura, otorgándole derechos a una naturaleza que está siendo sacrifica y saqueada a costa de nosotros mismos.
Hablando de su interés por el cuerpo, en la propuesta hay un apartado sobre los derechos reproductivos. Hay quienes cuestionan que es abrir la puerta a la legalización del aborto. ¿Qué le parece?
Fantástico me parece, y justo. La ley debe asegurar que todas las personas puedan decidir sobre el devenir de sus cuerpos, sean gestantes o no. Y no me refiero sólo a la interrupción de un embarazo no deseado o peligroso sino a todo lo anterior: la contracepción y una educación sexual no sexista que evite esos embarazos precoces o inconvenientes así como enfermedades venéreas de alto riesgo, como el Sida que es una epidemia escandalosamente silenciada en nuestro país.