Los últimos dos meses han sido intensos. Desde el 7 de julio que Eduardo Hernández Saucedo, conocido artísticamente como Ed Maverick, se encuentra embarcado en una extensa gira que inició en España y continuó en Inglaterra, Países Bajos y Estados Unidos.
El tour llegó a Sudamérica a principios de agosto, pasando por Colombia, Ecuador, y Perú. El próximo 1 de septiembre, el músico mexicano arribará en nuestro país por primera vez para protagonizar un show agendado en el Teatro Coliseo de Santiago (entradas disponibles en Puntoticket.com), para luego emprender rumbo hacia Argentina y otras ciudades norteamericanas.
A simple vista, parece ser un itinerario robusto y agotador, incluso para un joven artista de 21 años. Sin embargo, Eduardo se lo toma con calma. “Ha sido llevadero, justo esta segunda tanda de la gira se organizó de tal forma que hay días de descanso y comodidad para conocer los lugares y así. Ha sido muy llevadero, la verdad. Lo hemos pasado muy bien, los shows han ido muy bien, la gente se lo ha pasado excelente en los shows. Y nada, todo muy bonito, la neta. Hasta ahorita”, expresa con un temple cálido y sereno.
“Se siente bonito conocer otras visiones del mundo y literalmente otro hemisferio. Está bien loco el hecho de que, por ejemplo, aquí en Lima es invierno ahorita y en Argentina también, creo que en Chile igual… Me tripea mucho el hecho de que aquí no relacionan la Navidad con el frío. Eso se me hace bien triste –confiesa entre risas–. Es curioso, pero bien hermoso. Bien hermoso conocer otras maneras de cómo la gente se comporta, de cómo socializan entre sí”.
Todo comenzó el 2018. Esa temporada, con apenas 17 años, el oriundo de Chihuaha grabó su primer álbum, Mix pa llorar en tu cuarto (MPLLETC), un LP compuesto por nueve pistas que fue gestionado de forma independiente. En términos técnicos, el disco no tenía una producción demasiado sofisticada: en todas las canciones, la voz del joven sólo era acompañada por su guitarra y uno que otro arreglo hecho con el mismo instrumento.
Por el contrario, la clave del éxito estaba en la intimidad, melancolía y sinceridad que transmitía un muchacho que sólo pretendía plasmar sus vivencias adolescentes. Al poco tiempo, y para su propia sorpresa, Fuentes de Ortiz -canción que abre MPLLETC-, terminó transformándose en un hit viral de internet. Desde ese momento, su carrera no hizo más que ascender. Hoy acumula millones de oyentes en las plataformas de streaming y discos vendidos en todo el mundo. Cuatro años fueron suficientes para que su nombre se posicionara como uno de los más importantes del indie mexicano, con participaciones en festivales de la talla de Coachella e incluso una colaboración con C Tangana en El madrileño, una de las obras musicales hispanohablantes más trascendentales del último lustro.
“Todo empezó simplemente con escribir música en mi casa. Era, básicamente, con lo que me distraía de cosas que yo veía súper abrumadoras, como la escuela… También coincidió justo con un lapso, que fue de cinco meses más o menos, de bastante ansiedad, en los que realmente no socializaba mucho. No hablaba con mucha gente. Fue una etapa, de neta casi no hablar con nadie. Apenas entraba a la escuela y así”, recuerda Maverick.
Ese fue el primer empujón. “Gracias a eso empecé a componer y luego sacamos la música ya grabada por un amigo, un muchacho de Chihuahua que se llamaba Dan. Yo era menor de edad en ese entonces y él era mayor. Le decía ‘güey, ¿no quieres ser mi mánager o algo así? Para ver qué hacemos con este rollo’, porque en Delicias –su ciudad natal– se estaba popularizando el proyecto. Y pues nada, nos armamos una gira. En ese punto, en la prepa en la que yo estaba, ya pasaba que hasta me pedían fotos en receso, o las maestras me decían ‘hey, los muchachos me enseñaron una canción que dijeron que tú hiciste y la encontré en Spotify, qué onda’”.
Ya con el primer tour organizado, Eduardo debió tomar una decisión osada: postergar sus estudios para embarcarse en su primera gira. Lo siguiente era conversar con su mamá para pedirle que lo sacara de la escuela. Aunque con algunas dudas, su madre se inclinó por apoyar el camino que comenzaba a cimentar su hijo. Los directores de su preparatoria también lo tomaron de buena forma, e incluso le ofrecieron las facilidades para que pudiese retomar el año escolar en caso de que las cosas no salieran como esperaba.
Sin embargo, sus planes estuvieron lejos de fracasar: “Obviamente al último ya no volví a la escuela. Me fui a vivir a Ciudad de México y pues explotó todo el rollo. Y ahí fue cuando Universal lo agarró, compró el catálogo y re lanzamos el disco”.
- ¿Recuerdas en qué momento te percataste de la fama? Cuando notaste que tu carrera estaba posicionándose y que tu vida probablemente no volvería a ser como antes...
“Pues sí, pasó dos años después y hasta ahorita sigo procesándolo. Suena medio increíble también, porque mucha gente puede tener esta idea de que soy un músico exitoso y todo este rollo, pero vivimos en estos tiempos donde eso del éxito realmente está un poco pelado. Esa definición ha perdido significado por el hecho de que hoy en día podemos ser virales de alguna forma u otra bien pelada. Como humanos tendemos a pensar que todo conlleva un mérito y así. Y para mí, en el momento en el que todo esto empieza a explotar, realmente no hay explicación… Para mí no hay una razón específica ni un mérito tampoco, porque pasó de repente”.
“Fue muy difícil de procesar. Y esos dos años, desde 2018 hasta 2020, realmente no entendí nada de nada. Sólo era un morrito de 17, 18, viendo qué pedo y rodeado de gente más grande, de 27 y hasta 40 años. Realmente yo no sabía qué entender y qué no, qué hacer y qué no. Y al último cayó la pandemia. Ahí fue cuando tuve más tiempo de procesar realmente qué era lo que estaba pasando, qué era lo que yo quería, lo que esperaba de todo esto. Y hasta ahorita ha sido el mismo trabajo de entender qué es lo que se busca de todo esto y hacia dónde quisiera que fuera la cosa. Pero sí, el primer momento de poder pensarlo seriamente fue en la pandemia”.
- La edad también marca una diferencia. No es lo mismo tener 17 que 21, aunque sean pocos años…
“Si, justo. Es que es muy diferente cuando estas cosas pegan mientras estás en pleno crecimiento tú también, personalmente. El crecimiento personal y el crecimiento artístico sucediendo al mismo tiempo. Son cosas que aprender de ti, cosas que aprender de la vida y cosas que aprender de la industria musical. Tres cosas al mismo tiempo sucediendo en tu cabeza, y es muy raro. Si esto hubiera pegado a mis 27 yo entendería muchas cosas más. Varias cosas no serían iguales, pero todo tuvo que pasar como tuvo que pasar, supongo. Pero todo bien. Así va la historia, así va escribiéndose y sucediendo todo”.
Eduardo, la trastienda de un proyecto personal
MPLLETC no es el único trabajo en el estudio de Ed Maverick: a su LP debut se suman los discos Transiciones (2018), Eduardo (2021), más el EP Esto no tiene nada que ver con Eduardo, lanzado el 2020. Dadas las condiciones de producción, su primer disco mantiene cierta distancia con el último. Aunque también es importante la desemejanza entre los momentos personales en que surge cada trabajo.
“El arte que voy haciendo y también el arte que voy consumiendo va cambiando conforme pasa el tiempo y conforme yo, personalmente, voy creciendo. En el Mix pa llorar en tu cuarto escribía cosas que me pasaban como morro de 16. Y luego, en el Transiciones, que justo tiene más todo este sonido raro... No me gusta cómo suena Transiciones, por ejemplo. No me gusta cómo lo canté, pero las letras me gustan algo porque identifican mucho esta transición”, manifiesta.
“Mis discos favoritos son los que están más apegados al presente, que son Esto no tiene nada que ver con Eduardo y el Eduardo. Porque sí permean más lo que realmente hoy en día siento, y conforme pasa el tiempo también se van alejando de eso. Y obvio cambia bastante la sonoridad. Pensé muchas cosas específicas para el último disco porque yo también adquirí más conocimiento musical y más exigencia en cuanto a audio, en cuanto a lo que yo percibía de mis orejitas”, complementa el músico.
A pesar de que reconoce un“abismo musicalmente hablando de diferencia” entre ambos, percibe que su esencia sigue impresa. “Sigue estando esta calma, o esta identidad calmada sobre la música. No intencionalmente, pero mi música realmente va muy de sentarse a pensar, a ver todo esto. Y me gusta, porque al final del día es lo que permea en mí, en lo que me gusta ver y lo que me gusta observar de la vida. Y todo eso sigue, solo que va cambiando de alguna forma. Y lo único que uno espera es que la gente que lo ha escuchado a uno también vaya comprendiendo todo eso”.
A diferencia del primer disco, Eduardo surge cuando ya estaba convertido en una figura pública, con lo bueno y lo malo que eso implica. “Yo estaba, no sé, peleado, podría decir, con muchas de las cosas que van alrededor de la fama. Todo ese universo de cosas. Y realmente ya no quería saber mucho de eso, porque personalmente me daba mucho repele. Y hasta ahorita ha sido así, que luego me da medio repele que todo en mi trabajo se trate de mí. Es una carrera donde yo soy la cara del proyecto. Y sí, luego se tiende medio a perder un poco tu identidad en eso, en la idea que lo demás tienen”, señala.
Con el inicio de la pandemia y en medio de la búsqueda de tranquilidad, Eduardo decidió volver a radicarse con su madre en Delicias, después de un par de años viviendo solo en la capital mexicana. “Neta fue de las mejores decisiones que tomé en mi vida, el haberme devuelto, y me tiró mucho paro el aislamiento y estar pensando más en qué es lo que busco, qué es lo que quiero”, comenta. Así surgió uno de sus trabajos más personales a la fecha.
La simulación del main character
Una parte importante del proceso consistió en el ejercicio de recapitular diversos episodios y aristas de su vida, como la forma en que se relaciona con quienes le rodean y la problematización de su conflicto con la idea de que su proyecto musical termine siempre tratándose de él, individualmente. Entre los segmentos de su historia que ha logrado revisar, menciona una sensación que lo acompaña desde su infancia.
“Desde muy morro, todo el tiempo me dio esta percepción de que soy como un main character de una película o algo así... Porque, no sé, desde muy morrito, por ejemplo, iba a concursos académicos, cursos de dibujo o concursos de danza y siempre ganaba. Hasta el último estuve en el grupo musical de la escuela que también siempre ganaba. Era como todo este vibe de ‘ah, siempre que hago algo termina bien’. No sé, es medio confuso que las cosas salgan bien todo el tiempo”, explica.
Entre esos episodios, reconoce una experiencia que lo marcó particularmente. Durante su niñez, Maverick solía asistir a una iglesia cristiana con frecuencia. Un día, llegó un pastor a Delicias que venía de África a Latinoamérica para predicar. En una de los cultos que presidió, el hombre se le acercó para decirle que tendría visiones a lo largo de su vida y que su verdadero nombre era David. Entonces, Eduardo tenía 11 años.
“¿Cómo le dices eso a un morro de 11 o 12 años? Ahorita, de grande, lo veo y digo ‘no mames, este güey lo hizo para que se viera impresionante el hecho de que está hablando sobre un niño, que está hablando en lenguas y la chingada’. No sé, ahorita también ya estoy muy repelado de la religión y todo eso pues permea mucho en aquello. Todo empieza a cobrar sentido cuando empiezo a platicar del por qué hice ese disco y pues sí, hay muchas cuestiones así”, recuerda.
Otro evento que motivó su proceso de introspección fue la ola de cyberbullying que recibió durante el 2019, momento en que su figura fue protagonista de múltiples memes e incluso amenazas directas. Pero hoy las cosas andan mucho mejor que entonces. “Ahorita ya disfruto más una perspectiva de que todo esto es más un nonsense”, comenta con tranquilidad.
En cuanto al éxito y su conexión con las audiencias jóvenes, Maverick apunta a que la clave está en la sinceridad con que se enfrenta ante la música. “Cualquier artista trascendente es sincero con el arte que hace, siento yo. Y no necesariamente porque yo quiera ser un artista trascendente, sino porque también lo veo en muchas de las figuras que me gustan a mí. Mucho del arte que consumo viene de mentes que tratan de ser sinceros consigo mismas y con el público. Entonces, también viene de ahí, porque yo también valoro muchísimo cuando un artista está siendo sincero conmigo, como oyente”.