En pleno 2022, resulta casi imposible concebir un espectáculo masivo sin todas las tecnologías que lo rodean, desde la iluminación hasta las enormes pantallas que, en el fondo de la escena, proyectan un sinfín de animaciones que acompañan y enriquecen el show de los artistas arriba de la tarima. Un trabajo que requiere planificación, coordinación y, por sobre todo, creatividad.
En Chile, los nombres de Luis Barrera (conocido artísticamente como Anatómico) y Julietta Quezada son dos imprescindibles del rubro visual. El matrimonio de artistas, actualmente radicados en Estados Unidos, cuenta con un extenso currículum que incluye varios de los festivales, premiaciones y créditos más importantes de la escena mundial.
Creamfields, Mysteryland, los Grammy Latinos, Premios Heat y varias versiones internacionales de la Teletón son algunos de los espectáculos que han estado bajo su tutela. En cuanto a artistas, su trabajo ha estado presente en shows de músicos tan variados como Myriam Hernández, Américo, Karol G, Anitta, Chencho Corleone y próximamente Don Omar, uno de los personajes históricos del género urbano.
En tierra nacional, el Festival de Viña del Mar representa uno de sus trabajos más trascendentales. Dentro de su extensa colaboración con el certamen versan shows icónicos como el de Lucybell el 2007, Jamiroquai el 2018 y Stefan Kramer el 2020. Un camino que partió de la mano de la productora Bizarro y que actualmente tiene a Barrera como director de visuales del festival.
Todo comenzó en 1999, un año que fue trascendental no sólo para sus carreras, sino para el desarrollo de la industria del arte visual en Chile. Un proceso que los profesionales enmarcan dentro de un fenómeno global.
“Iniciamos a finales del siglo pasado. Julietta siempre se ríe de esa frase, pero todo esto se dio cuando uno pudo intervenir la imagen del video. Principalmente cuando se pudo procesar imágenes con el computador y después exportarlas nuevamente a otros soportes, ya sea VHS en un primer momento, luego en DVD y luego en Blu-Ray. Lo que hacíamos era mezclar con equipos análogos, en esa época, dos o tres recursos distintos a proyectores, televisores”, explica Barrera.
Las primeras manifestaciones se dieron en los denominados video-wall, verdaderas murallas construidas con distintos dispositivos que, en conjunto, formaban una gran pantalla. “El más grande que se hizo acá en Chile fue con casi 100 pantallas de plasma, que fue todo un momento épico. Y fue Tiësto, un DJ. Es decir, la música electrónica fue la que inauguró, por así decirlo, el hecho de poder intervenir los shows de manera más improvisada”, recuerda Luis.
Aunque gran parte del impulso de la industria en Chile llegó de la mano de productores ingleses y holandeses, los artistas reconocen que la explosión de este tipo de técnica se dio de forma prácticamente simultánea en nuestro país en comparación al resto del planeta. “En todo el mundo estaban en la misma situación. Ojo con eso. O sea, nos ha tocado conocer realizadores de software en Bélgica y ellos estaban en lo mismo que nosotros, incluso proyectando diapositivas o proyectando fotos emulsión con proyectores opacos, estos que se usan para proyectar libros en la Edad de Piedra de los multimedia. Pero todos empezaron en condiciones similares. Fue interesante esa época. Era un periodo naciente. La gente en Japón, en Alemania, todos estábamos haciendo un poco lo mismo”, señala Barrera.
Como en la mayoría de los mercados emergentes, los primeros años estuvieron marcados por un trabajo bastante precario. La pareja recuerda una gira con la banda nacional Lucybell, donde sus labores cubrían desde el traslado, carga e instalación de los equipos y su gestión.
“Independiente de que no tuvieras recursos como para pagar los servicios, la situación era que los servicios no existían. No había empresas gigantes que te arrendaran algo. No se comunicaba la idea de una banda con contenido visual. O sea, eran cosas que nadie se las imaginaba porque no venían juntas. Los proyectores se usaban para presentaciones de Power Point, para eso era la idea del proyector. Era una cosa corporativa. Jamás se hubiesen juntado con una banda o una experiencia en vivo, una performance al servicio de la gente. No iban juntos esos conceptos. Entonces, al principio era precario, pero porque no existía la cultura del entretenimiento en este nivel”, reflexiona Quezada.
Por el contrario, los tiempos actuales sí demandan la existencia de una industria de calidad que aporte el factor visual a los shows artísticos. “Culturalmente ya se interiorizó la experiencia de percibir la visualidad, un concepto, lo que quieran ellos proponer. Da igual si es un proyector, una pantalla, si son hologramas, si es realidad virtual... Ya es parte de la necesidad del espectador”, complementa Julietta. Un escenario donde la dupla se posiciona dentro de los exponentes nacionales más relevantes.
Adicionalmente, los chilenos también han incursionado en el mundo del teatro. Durante la pandemia, colaboraron con el director Ítalo Tai para la realización de las visuales para la obra Antártica. Un proyecto gestado 100% a la distancia y que Barrera considera como uno de los más satisfactorios de su carrera.
Festival de Viña: el primer paso hacia la internacionalización
Tanto los años de experiencia como sus relaciones laborales previas con Bizarro (productora a cargo del Festival de Viña) permitieron que los artistas visuales arrancaran su camino como los responsables del área visual del certamen viñamarino. Iniciaron acompañando artistas y bandas que asistían al festival de forma independiente. Sin embargo, la calidad de su trabajo los llevó a trabajar directamente con la organización del festival, donde hoy Barrera ejerce como director de visuales.
Nicole, Francisca Valenzuela y Javiera Mena son otras de las músicas que han contado con el trabajo de la dupla. Con esta última, Barrera y Quezada profundizaron la propuesta de pop futurista que la cantante venía desarrollando con más fuerza desde el lanzamiento de su disco Otra era (2014).
“Creo que ha sido enriquecedor para todas las personas que trabajamos en el festival, en todas las áreas. Es un producto 100% llevado a cabo por profesionales chilenos o personas que están ligados de una u otra manera a Chile. Pero lo interesante es que podemos innovar en la creación y no solamente pensamos la idea, sino que hacemos la realización junto a nuestro equipo en Chile y también ejecutamos el contenido. No se lo damos a otra persona, no hacemos un ‘delivery’, como se suele trabajar, sino que partimos desde la idea, el desarrollo y la ejecución”, comenta Barrera.
Como director de visuales, el artista especifica que esa labor, que ha recaído con más fuerza en su persona. “Ha sido una experiencia bastante dinámica y también efervescente. Juntarse, dar ideas, comunicarlas y contagiarlas, que es lo principal. Y se llega a buen a buen puerto porque logramos conciliar todos estos caracteres que se ponen a disposición de una propuesta”, complementa.
Para Quezada, su paso por el Festival de la Canción igualmente tiene un componente emocional, que radica en la oportunidad de ser parte de un proyecto histórico que, de una u otra manera, forma parte de cultura popular de nuestro país. “Es un orgullo como chileno estar en la cabeza del festival, en el área que te toque”, señala.
Una de las cosas que más valora de los años que lleva formando parte del equipo encargado del área visual radica en su aporte a la hora de comunicar diversas historias al público de forma eficiente. Algo que toma especial relevancia en el contexto de la competencia internacional: “Tienes que tomar lo que otro inspira, sacarlo de ti y volver a ponerlo en un escenario. Encuentro que es un gran desafío porque finalmente tienes que sorprender y debe quedar bien. Y lo más delicado es que tiene que gustarle a la persona que está en el escenario cantando una canción que tienes que representar con lo que tú haces. No porque a mí me guste cómo se ve algo al otro le va a gustar. Y eso es el desafío más bonito”, confiesa.
La experiencia en el festival también representa el gran empujón para la internacionalización de sus carreras: “Todas las personas que hemos trabajado de una u otra manera en el Festival tenemos unas credenciales que nos presentan el mundo como parte de un equipo muy profesional. O sea, ahora que nos toca trabajar fuera de Chile, vemos que para hacer lo mismo son equipos y presupuesto enormes y nuestros resultados son resultados de excelencia”, comenta Luis.
“Es bueno decir que el profesional chileno es muy valorado afuera. El personal técnico y creativo chileno es muy valorado. Yo creo que toda la gente que puede estar leyendo esto y quienes han trabajado con nosotros están muy respetados en todo el mundo latino. Hay un lugar en la historia de la gente latina de orgullo y sobre todo de decir ‘oye, Chile puede hacer cosas, en Latinoamérica podemos hacer cosas que son significativas’”, destaca.
El valor de Chile en el mapa
La constancia y los años de experiencia han llevado a que la pareja se consolide dentro del mercado internacional de artistas visuales. Esa ruta no sólo los ha llevado a conquistar varias metas: también les demostró que el talento chileno es bastante valorado en el resto del mundo.
Para Luis, la clave está en llevar las ideas y planes a la acción. “Si no, las cosas se te van y nunca las haces. Y este grado de exportabilidad de Chile, el talento chileno, es súper valorado fuera del país. Y el mercado está ávido de profesionales. Es interesante ver cómo se han dado estas oportunidades, pero también cómo se ha sabido responder a la confianza que te dan, porque es muy competitivo este rubro”, comparte.
“Nos encontramos con gente de Japón, de China, de Holanda, de Rusia, de Italia. O sea, esta es tierra donde todos pueden llegar en nuestra área. Absolutamente. Incluso hay gente que nos manda solo el contenido, para que nosotros lo ejecutemos, desde Rumanía. A ese nivel de globalización llega. Y que nos elijan a nosotros y me elijan a mí para ser cabeza de alguno de estos proyectos habla también de un buen hacer de parte de Chile y de una buena formación. O sea, aquí nadie es Superman para hacerlo todo solo”, valora el artista.
Sobre sus próximos proyectos, el matrimonio comenzará a realizar conversatorios y charlas orientadas a compartir su experiencia. Sin embargo, y pese a la gran envergadura de su trabajo, los chilenos se lo toman con humildad. “Es una lata decir ‘oye, ya llevamos tantos años, del siglo pasado en esto’, pero es la verdad. Nos tocó ser pioneros y hay que tomar esa responsabilidad haciendo bien las cosas y, sobre todo, compartiéndola de la mejor manera posible”, concluye Barrera.