Esta mañana, en una ceremonia efectuada en el Palacio Pereira, en el centro de Santiago, el ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio anunció que el Premio Nacional de Literatura 2022 recayó en el escritor Hernán Rivera Letelier.
El galardón, uno de los más esperados en el ámbito de la Cultura, y el más antiguo (la primera vez se entregó en 1942), tuvo un jurado compuesto por la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Julieta Brodsky Hernández; la rectora de la Universidad de Chile, Rosa Deves; María Eugenia Góngora, representante de la Academia Chilena de la Lengua; Elisa Araya, rectora de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación en representación del Consejo de Rectores; y las personas designadas por el Consejo Nacional de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, que en esta ocasión la periodista, académica y editora, Andrea Palet; el poeta, editor y crítico literario, Matías Rivas; y el último premiado, el poeta Elicura Chihuailaf.
De acuerdo a la Ley Nº 19.169, que rige la entrega de los premios nacionales, Rivera Letelier obtiene un diploma, una suma única ascendente a $ 6.500.000, y una pensión vitalicia mensual equivalente a 20 unidades tributarias mensuales (unos $1.088.000 aproximadamente).
Haciendo gala de una especie de ley no escrita, y que ha cruzado siempre al Premio, en esta oportunidad el reconocimiento recayó en un narrador, ya que generalmente se van alternando poesía y narrativa. Hasta 1972, se entregaba de forma anual, desde ahí, se hizo bianual.
Los últimos ganadores fueron, lo decíamos, Elicura Chihuailaf, en 2020; y Diamela Eltit, en 2018.
Un hombre de la pampa
Aunque nació en Talca en julio de 1950, Rivera Letelier se crió en la pampa salitrera. Hasta los 11 años vivió con su familia en la oficina Algorta y se educó en las oficinas María Elena y Pedro de Valdivia. De allí que el desierto y los viajes se volvieron el escenario por excelencia de su universo literario.
Fue un viaje de juventud por Chile, Perú, Ecuador, Bolivia y Argentina el que le dio la motivación para ser escritor. Mientras, trabajó como operario en la Mina Mantos Blancos y en la oficina Pedro de Valdivia. Las experiencias las volcó en su primera novela, La reina Isabel cantaba rancheras (1994) la que le dio un nombre en la escena literaria nacional e incluso tuvo adaptaciones en el teatro.
Luego le siguieron títulos como Himno del ángel parado en una pata (1996), Los trenes se van al Purgatorio (2000), Santa María de las flores negras (2002), en que se introduce en la historia de la matanza de la escuela Santa María de Iquique (1907). Es decir, en su carrera ha abarcado historias, personajes y dolores propios del mundo de la pampa.
Rivera Letelier, quien fue postulado en cinco ocasiones al premio antes de conseguirlo, también ha incursionado en el formato del cuento (con publicaciones como Cuentos breves y cuescos de brevas) y en la poesía (con el libro Poemas y pomadas de 1987), acaso uno de los géneros fundamentales en la literatura chilena. Pero sin dudas, fue en la novela en donde alcanzó la consagración merced a una prosa vívida y llena de personajes muy particulares.