El asunto es tan viejo que su origen se pierde en una nebulosa. Cada vez que se acerca octubre, y la fecha para la entrega del Premio Nobel de Literatura se vuelve más una realidad que una marca en el calendario, los comentarios de los lectores a nivel mundial se vuelcan a dos nombres: uno, el japonés Haruki Murakami; y el otro, el estadounidense Stephen King.
Con una trayectoria de 64 novelas y 11 libros de cuentos, King bien podría reclamar para sí mismo el trono del rey de la novela del terror. Un género popular y absolutamente masivo, pero en Suecia, lo sabemos, la Academia no gusta mucho de ese tipo de escritores.
Nacido el 21 de septiembre de 1947, en Baltimore, a sus 75 años Stephen Edwin King sigue más vigente que nunca. De hecho, para los primeros días de octubre se espera la llegada a nuestro país de su nueva novela, la 65 de su carrera, llamada Cuento de hadas y que el autor escribió en plena pandemia, aprovechando el confinamiento. Su lanzamiento en España tiene fecha para el 22 de septiembre.
En este volumen, King narra la historia de Charlie Reade, un adolescente de 17 años, quien casualmente salva la vida de su vecino Howard Bowditch, un solitario que vive con un pastor alemán, pero que en cuya casa esconde un secreto. Bajo el cobertizo cerrado con llave del patio trasero del hogar, hay un portal en el que se puede ingresar a un mundo paralelo. Un multiverso, como se diría en pleno siglo XXI.
“Tiene ecos de H.P. Lovecraft y El mago de Oz”, señala la entusiasta reseña del The Guardian a la novela, que en general, ha recibido buenos comentarios. “Cuento de hadas es King vintage y atemporal, una delicia aterradora y transportadora nacida de múltiples encierros que, al más puro estilo King, pone el dedo justo en ese punto tierno que es el umbral entre la infancia y el crecimiento”.
En el sitio especializado Kiruks también hicieron un análisis elogioso. “El joven protagonista de King, Charlie Reade, es ingenioso más allá de su edad, pero ayuda que el perro viejo gane algo de su vigor juvenil en las profundidades de abajo. King ofrece una fábula más o menos tradicional que incluye un asentimiento de cabeza: ‘Creo que sé lo que quieres’, le dice Charlie al lector, ‘y ahora lo tienes’. Una historia que es a la vez familiar y llena de giros extraños e inesperados: King clásico, en otras palabras”.
El señero New York Times también se sumó a los aplausos. “Cuento de hadas es una mezcla intertextual que atraviesa multiversos y salta de género, con muchos huevos de Pascua para los devotos habituales de King. Afortunadamente, también es una aventura episódica sólida, un cambio de página impulsado por encuentros memorablemente extraños y una acción bien interpretada, a menudo emocionante”.Pero las buenas críticas no siempre han sido la tónica en la prolífica carrera de Stephen King.
Pero las buenas críticas no siempre han sido la tónica en la prolífica carrera de Stephen King.
Como sea, Cuento de hadas no es su única novedad. El pasado jueves 15 de septiembre se estrenó el trailer de la película El teléfono del señor Harrigan, cinta original de Netflix basada en un relato de King, del libro de cuentos La sangre manda (2020). Es dirigida por John Lee Hancock y protagonizada por Donald Sutherland.
Escribiendo en el remolque
Pero volvamos al King de carne y hueso. El dramatismo se instaló en su vida a muy temprana edad. Cuando tenía 2 años, su padre abandonó a la familia. “Ese hecho le marcó de por vida. Sin embargo, King no le recrimina nada ni se pregunta por qué se fue de casa para no volver nunca más o en qué bosque está enterrado”, señala el escritor español Claudio Hernández, quien realizó una biografía de los primeros años del autor de It, llamada Los inicios de Stephen King.
La leyenda dice que a los 4 años vio a un amigo descuartizado tras un horrible accidente ferroviario, en el que habría quedado atrapado entre unos rieles y un tren le habría pasado encima. Pero en una entrevista con el New York Times, en 2020, lo desmintió: “Mi madre pensó que había visto eso. Ella dijo que este niño había sido atropellado por un tren y que yo regresé ese día después de haber ido a jugar con él y que estaba muy pálido y no quería hablar. Ciertamente no tengo ningún recuerdo de eso, al menos en mi mente consciente. Lo que sí recuerdo es que mi madre dijo que tuvieron que recoger los pedazos del cuerpo en una canasta”. Y como una especie de autobroma agregó: “Mi madre podría haber sido Stephen King”.
En esos años de infancia, hubo un familiar que resultó clave para su formación. Así lo comentó en una entrevista con Playboy, en 1983 “Algunas de las mejores historias de aquellos días las contaba mi tío Clayton, un gran personaje que nunca había perdido su sentido de la maravilla. El tío Clayton se echaba la gorra de caza hacia atrás sobre su melena blanca, liaba un cigarrillo Bugler con una mano con manchas oscuras, lo encendía con una cerilla Diamond que raspaba en la suela de la bota y se lanzaba a contar grandes historias, no solo sobre fantasmas, sino sobre leyendas y escándalos locales, andanzas familiares, las hazañas de Paul Bunyan, todo bajo el sol. Yo escuchaba embelesado ese lento modo de hablar del Este suyo en el porche de una noche de verano, y me encontraba en otro mundo. Un mundo mejor, tal vez”.
“El tío Clayton era un gran hilandero de cuentos. Era original. Podía ‘alinear’ abejas, ya sabes. Ese es un talento rural peculiar que te permite seguir a una abeja desde una flor hasta su colmena, a veces durante kilómetros, a través de bosques, zarzas y ciénagas, pero nunca perdió una. A veces me pregunto si había algo más que una buena vista. El tío Clayton también tenía otro talento: era zahorí. Podía encontrar agua con un viejo trozo de madera bifurcada. Cómo y por qué no estoy seguro, pero lo hacía”.
Ya en la época de las espinillas, que es donde se forman los intereses, el oriundo de Baltimore se encontró de frente con su destino. “King recuerda que descubrió, a sus trece años, una caja llena de libros y manuscritos escritos por su padre (que nunca vieron la luz) en una de las varias casas en las que vivió en su adolescencia. Había muchos libros también de H.P.Lovecraft. Hay quien dice que esto le ‘forjó’ para escribir su más famosa colección de cuentos durante diez años: El Umbral de la noche”, señala Hernández.
Y de ahí no paró más.
Con solo 27 años, Stephen King publicó su primera novela, en 1974. Se llamó Carrie, la historia de una adolescente con poderes síquicos quien, ni corta ni perezosa, los usa para vengarse -de un modo cruel y sangriento- de todos quienes se han burlado de ella. Era la cuarta novela que escribía, pero la primera que publicaba. El éxito fue rotundo y tanto que vinieron 4 adaptaciones al cine. Ahí ya no paró más. Apareció su segunda novela, El misterio de Salem’s Lot (1975), de la que se hizo una serie de televisión; y la tercera, The Shining (1977), con la inolvidable película de Stanley Kubrick y que tuvo a un soberbio Jack Nicholson como el atormentado Jack Torrance.
Con ese personaje tenían algo en común: el alcoholismo. Stephen King estuvo viviendo junto a su familia en un remolque a inicios de los 70 con el fantasma de la bebida rondándole. Hernández señala: “Vivía en una caravana cuando escribió Carrie y Second Comming, y sus grandes dificultades para afrontar el día a día facilitaron su adicción al alcohol y a ciertas drogas, que posteriormente acabaría abandonando. Fue en esta época en la que escribió un bestseller detrás de otro, y que después dijo no recordar. Así surgieron La Zona Muerta, Cujo, Ojos de Fuego o Apocalipsis, por citar algunas”.
“Cuando lo leo, me está hablando un amigo”
En 2019, en una entrevista con este medio, la escritora argentina Mariana Enríquez, una reconocida fan del hombre tras La danza de la muerte, lanzó una idea: “Yo le daría el Premio Nobel a Stephen King. La calidad literaria es algo difícil de determinar. King escribe en varios géneros, terror, policial, fantasía, en Twitter siempre está recomendando libros. Es un hombre que vive de la literatura y que le enseñó a leer a una generación”.
Pocos días después, el fallecido crítico literario Juan Manuel Vial escribió una apología en defensa de King como un escritor digno del galardón: “Ya vendría siendo hora de poner distingos entre él y sus presuntos pares: un escritor que induce en el lector ese pánico que en cualquier instante puede desencadenar convulsiones merece sumo respeto. Cerrar un libro y apagar enseguida la lámpara del velador suele ser una maniobra simple, cotidiana, aunque el acto cobra un sentido inquietante si se trata de un libro de Stephen King: el riesgo de enfrentar una duermevela frenética, tortuosa, sin desenlace asegurado, es razón suficiente para despertar con la lámpara encendida y el volumen aplastándote la cara”.
King se ha mantenido erguido frente a todo, y debió volverse de hierro para endurecer la piel ante los disparos de los críticos, no siempre generosos con él. Aún así, en 2003 recibió la medalla de la National Book Foundation y en 2015 la Medalla Nacional de las Artes de manos del Presidente Barack Obama.
Ahí apareció quizás su archienemigo número 1, el reputado (y ya fallecido) crítico literario Harold Bloom, quien escribió una columna en el The Boston Globe donde no se guardó nada: “La industria editorial se ha rebajado terriblemente para otorgarle a King un premio de por vida que anteriormente había recaído en los novelistas Saul Bellow y Philip Roth y en el dramaturgo Arthur Miller. Al otorgárselo a King, no reconocen nada más que el valor comercial de sus libros, que se venden por millones pero hacen poco más por la humanidad que mantener a flote el mundo editorial”.
Ante eso, Stephen King comentó en charla con el New York Times: ”Creo que parte de lo que sucedió fue que sobreviví a muchos de mis críticos realmente malos. Todavía recuerdo que en The Village Voice alguien hizo un artículo largo y descalificador sobre mi escritura. Había una caricatura mía comiendo dinero que fluía de mi máquina de escribir. Pensé, Oh, es tan desalentador cuando trabajas tan duro como puedes y ves algo así. Mantuve la boca cerrada. Mantuve la cabeza baja y seguí haciendo las cosas lo mejor que pude”.
Pero también es realista, y en esa misma charla con el Times aseguró tener plena conciencia de que no compartirá la inmortalidad junto a grandes de la literatura de los Estados Unidos. Más bien, estará en su propia parcela. “No me vas a poner con John Updike, y mucho menos con personas como Faulkner o Steinbeck. Tal vez Steinbeck un poco. He tratado de escribir con la mayor honestidad posible sobre personas y situaciones comunes. Pero creo que básicamente sobreviví a muchas de las malas críticas. Ahora, no estaré cerca para ver la cuenta final. La mayoría de los escritores que son bestsellers perennes caen muertos, y su trabajo cae de la lista. Simplemente desaparecen”.
¿Qué es lo que hace que Stephen King le guste a la gente? El escritor nacional Francisco Ortega explora una respuesta: “Por varias razones. Primero, porque nos encanta asustarnos, el miedo a lo sobrenatural es el sentimiento más antiguo de la humanidad. Luego, por cómo escribe King. Es un autor anclado en el aquí y ahora. Tiene monstruos, es literatura con terror, pero lo más importante son los personajes, el pueblo chico, ese infierno donde todo el mundo conoce secretos del resto. La interacción de la gente”.
“King puede relatar sobre una máquina de escribir asesina, pero eso da lo mismo, lo que importa es dónde está la máquina de escribir, tiene una empatía formidable -añade Ortega-. Cualquier persona que nunca haya leído a Stephen King puede leer las primeras páginas de cualquiera de sus libros y va a enganchar, porque es un tremendo contador de historias. El más importante de habla inglesa de los últimos 40 años, en cualquier género, y es probable que se gane el Nobel alguna vez, porque es lo más parecido a Charles Dickens. Eso le guste a quien le guste, yo sé que hay muchos críticos que arrugan la cara porque es popular, porque sí, es popular, pero además es muy buen escritor, sobre el promedio y eso es algo que nadie puede negar”.
Si hay un país con una fuerte tradición de literatura fantástica y del terror, ese es Argentina, que vio a Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, y Antonio Di Benedetto. En los últimos años han surgido autores que de alguna forma han continuado con este hilo: Samanta Schweblin, Mariana Enríquez y Luciano Lamberti. Este último, contactado por Culto, opina: “Stephen King logró volver universales sus propios miedos. Lo hace de una forma que cualquiera lo puede percibir sensorialmente. Además, tiene una voz que es muy transparente, y al menos en mi caso, siento que cuando lo leo me está hablando un amigo”.
A la hora de quedarse con un libro, nuestros entrevistados no pueden escoger solo uno. Francisco Ortega dice: “Me quedo con dos. El misterio de Salem’s Lot (1975), que es un libro que a mí me da miedo y trata el tema del pueblo chico en medio de la nada mezclada con cultura pop; y El Talismán (1984), que escribió a medias con Peter Straub, que para mí es la gran obra de fantasía de Stephen King. Es una reescritura de Tom Sawyer mezclada con Hotel California, de los Eagles, y con El Mago de Oz. El pop es súper importante en Stephen King”.
Por su lado, Luciano Lamberti opina: “Creo que sus mejores libros son dos: Cementerio de animales (1983), porque es uno de los pocos libros de terror que me dio miedo, que me perturbó, porque en general los libros de terror presentan imágenes terroríficas pero no dan miedo; y Misery (1987), porque plantea muy bien el proceso por el cual se pasa de la nada, a tener un libro. Lo estoy releyendo por quinta vez y es maravilloso”.