Columna de Daniela Lagos: Monstruo: la historia de Jeffrey Dahmer: un golpe demasiado lento
Es desconcertante que el resultado sea una serie que va sumando capítulo tras capítulo y, al menos hasta el cuarto de diez, tiene como mayor pecado el ser brutalmente aburrida. Lenta, poco interesante, inexplicablemente sosa.
En 2018 la noticia fue titular en los medios especializados en entretenimiento: después de más de una década entregando éxito tras éxito a los canales Fox y FX, el productor Ryan Murphy (Glee, American Horror Story, Pose) llegaba a un acuerdo con Netflix, por una suma inédita de US$ 300 millones. El que en ese momento parecía un rey Midas de la industria se iba con sus ideas al mundo del streaming.
Cuatro años después de ese acuerdo, cuatro de sus series ya han debutado en el servicio. Con las primeras tres (Hollywood, Ratched y Halston) no hubo fenómenos de audiencia, ni grandes aplausos, ni siquiera algo realmente memorable. Entonces, por supuesto que había expectativas con la cuarta, que corría con la ventaja de ser parte de uno de los subgéneros de moda: el de las historias reales de asesinos en serie. Y no de cualquiera de ellos, sino que de Jeffrey Dahmer, uno de los más reconocidos y repudiados de Estados Unidos.
Y si bien los números de audiencia y las nominaciones aún están por verse, es seguro apostar que la cuarta tampoco será la vencida, ni de cerca.
Evan Peters es el actor que se pone en la piel del asesino en Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer, una miniserie que explora la vida y los crímenes de Dahmer, quien entre 1978 y 1991 asesinó y descuartizó a 17 jóvenes, muchas veces además cometiendo actos de canibalismo y necrofilia, y que cuando finalmente fue apresado dejó en evidencia la poca o nula preocupación de la policía por la desaparición de jóvenes homosexuales, en su mayoría de color, que parecían estarse multiplicando.
Con todos estos elementos al alcance de la mano, es desconcertante que el resultado sea una serie que va sumando capítulo tras capítulo y, al menos hasta el cuarto de diez, tiene como mayor pecado el ser brutalmente aburrida. Lenta, poco interesante, inexplicablemente sosa.
En un momento en que al levantar una piedra aparecen dos o tres historias de crímenes reales, Murphy (quien coescribe los primeros cuatro episodios de la producción) se farrea la oportunidad de entregar una historia que será inevitablemente terrible, pero a la vez puede ser atrapante, terrorífica y con algo que decir. En cambio, va presentando escenas y momentos que no generan ninguna emoción, que pasan sin entregar nada más que información.
Es una serie que, además, no tiene el sello Murphy del glamour de los personajes y sus estilos; de las luces y el calculadamente exagerado tono de otras de sus producciones, y claro, esto se entiende y agradece considerando lo terrible del material que se está tratando y que no puede ser frivolizado.
Pero lo que parece quedar en evidencia es que, sin esos elementos, el productor se queda sin propuesta, sin ritmo, sin más que una buena historia desaprovechada.
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