El vínculo que une a la actriz y comediante Jani Dueñas con el músico y productor Cristóbal Carvajal es de larga data. El origen se remonta a sus años de escolares, cuando ambos cursaban tercero medio del Liceo Manuel de Salas.
“No éramos del mismo curso, pero sí del mismo nivel. Y creo que los dos éramos parte de un grupo donde no estaban los más populares o los taquilla. No eran los deportistas ni nada, así como poniéndolo en categorías de colegio más gringas pero que acá igual se replican un poco. Y nos gustaba la música”, recuerda Dueñas.
Justamente, el comienzo de su amistad tuvo que ver con la música. Mientras que Jani participaba activamente en los festivales de la voz realizados en el liceo, Cristóbal tocaba en algunas bandas. Dueñas aún recuerda su primera interacción: “Un día nos pusimos a conversar y me mostró Even flow de Pearl Jam. Estábamos en el tercer piso del colegio y me pasó un audífono. Me dijo ‘mira, escucha esta hueá’. La música fue la que nos conectó en una primera instancia. Y era a través de eso como uno hacía amigos en ese momento”.
Desde entonces, la amistad se ha mantenido intacta. Con el tiempo, sus caminos se decantaron por distintas vertientes artísticas: Dueñas comenzó una carrera como actriz, comediante y vocalista y titiritera en 31 minutos, mientras que Carvajal hizo lo suyo en el área de la producción, trabajando con destacados artistas nacionales como Rulo (miembro fundador de Los Tetas), Camila Moreno y Fernando Milagros, además de la composición de bandas sonoras y su participación en la banda francesa Holden.
Aun así, la inquietud de trabajar juntos en un proyecto musical en común siempre estuvo presente. “Él es quien, desde que conocimos en tercero medio y en todos los años que han pasado entre que nos vimos, dejamos de vernos, viajes, familia y cosas, siempre y constantemente me ha dicho ‘tú deberías hacer música, hagamos algo juntos’. Hasta que llegó el momento”, explica Jani.
Finalmente, la pandemia fue el escenario perfecto para dar el primer paso hacia el proyecto que hoy encarna Sombra, una banda que revisita múltiples géneros y sonoridades para dar forma a una propuesta genuina, oscura y bailable que tiene sus cimentos en la amistad y el amor por la música.
Para Cristóbal, la esencia de la banda radica justamente en la autenticidad que, entre otras cosas, entregan los años y la química artística y musical: “Creo que ha sido, al menos en un principio, algo bien lúdico. De hacer algo sin pretensiones y donde lo pasemos bien. Que sea lo más honesto posible, que nos guste. Y no estar tan al servicio de las expectativas. Eso también es algo que ha sido importante. El tratar de hacer algo bien honesto, que nos guste harto. Somos un poco más viejos, no estamos tratando de hacer música pop para triunfar en la radio, en las listas. Estamos tratando de hacer algo que nos guste, que nos represente. Y, sobre todo, que sea interesante para nosotros. Que permita sacar emociones y palabras a través de letras interesantes, bonitas”.
Un sueño hecho realidad
Para Jani, la música siempre jugó un rol fundamental. “Ha sido muy importante en mi vida como una fuente de placer, de goce, de inspiración... Vengo de una familia a la que le gusta mucho la música, a pesar de que ninguno es músico ni se dedicó a la parte artística tanto como yo. Una familia más bien tradicional, sin embargo, escuchábamos música desde chicos y tengo la suerte de tener hermanos mayores con muy buen gusto”, expresa.
Además de lo estrictamente musical, también afirma que las bandas y artistas que cruzaron su adolescencia fueron fundamentales para darle forma a su identidad. “El qué me interesa tanto y por qué es algo que busco, que consumo, que me emociona y que me gusta, tiene que ver con mi identidad y con la búsqueda de quién soy en este mundo, como forma expresiva”, sintetiza.
Sin embargo, la posibilidad de hacer música como oficio se mantuvo como un sueño frustrado por bastante tiempo. “Con 31 minutos fue que yo recuperé un poco esa inquietud y esa confianza de sentir que podía ser capaz de hacer música. No voy a decir tan patudamente ‘ser’ músico, pero sí de hacer música con mis colegas músicos, que, a través del oficio, del escenario, de las giras, de las canciones, de los ensayos, me iban enseñando también y compartiendo lo que sabían. Empecé también a aprender un poco más y, por lo tanto, a sentir que tenía más herramientas. Y que tal vez lo era necesario haber pasado por una academia y haber estudiado armonías, composición y piano 7 años para decir ‘voy a hacer una canción’. Pero la verdad es que han sido muchos años en que me ha costado darle curso a este sueño de niña que tenía, que era hacer música”, explica.
En ese sentido, señala que Cristóbal fue fundamental en el proceso de atreverse con la composición durante la pandemia. En lo práctico, cada uno aportó con sus experiencias y conocimientos para enriquecer la propuesta. Jani tomó las riendas en la escritura de las letras, un mundo completamente nuevo en el que se desprendió de los temores propios de la exposición interior que implica la composición. Además, se instruyó en el uso de los softwares necesarios para la grabación de maquetas y manejo de los equipos y realizó un diplomado en arte sonoro. Mientras que Cristóbal aplicó sus conocimientos y experiencia en la producción.
“Ha sido un poco como la búsqueda de una fórmula, pero, para mí, y quizás por mi approach más de productor, ha sido muy enfocado a trabajar con las ideas de la Jani. Tratar de que el impulso nazca de ella, porque ha ido adquiriendo esta seguridad en el oficio, digámoslo así. Y trabajar con ella, para mí, ha sido muy eso, de ser un coach, un poco”, explica Carvajal. “Para mí, es muy de tratar de que surja desde ahí y a partir de eso desarrollarlo. Trabajarlo y trabajarlo, darle vueltas... Generalmente las canciones que hemos estado haciendo nacen desde una maqueta más sencilla de la Jani y de una letra, que después la empezamos a trabajar para darle forma, pulirla y desarrollarla”.
Sobre los estilos visitados en sus primeras canciones, tanto Jani como Cristóbal comentan que les resulta difícil encasillar su sonido en alguna categoría específica. Por el contrario, consideran que se trata de sonidos que varían de la electrónica a una propuesta más oscura, permeada inconscientemente por las bandas y artistas que cruzaron sus vidas.
Para Dueñas, Depeche Mode –acaso la banda más relevante de su juventud-, Massive Attack, Radiohead, Portishead y The Knife son algunos de los grupos que les inspiran, además de guiños al circuito más under y de ambient. En tanto, los guiños a la electrónica que impregnan El baile de los muertos fue algo que surgió de manera natural.
“Para mí, al menos, fue completamente accidental. Me encanta la música electrónica, soy fan, pero nunca pensé en mi vida que iba a terminar haciendo música electrónica. Porque, como soy una chica de los 90, siempre pensé que iba a tener una banda, con una formación como los Pixies. O un power trío, por lo menos. Idealmente con una mujer en el bajo, por favor... Para mí ese era el formato que, en mi fantasía, siempre tuve de hacer música. Pero dadas las circunstancias y también los tiempos que vivimos, donde realmente desde tu casa puedes hacer una canción... Fue un hallazgo terminar haciendo música electronica”, comenta Jani.
Ahora o nunca
La crisis sanitaria no sólo fraguó las condiciones materiales para el surgimiento de la banda. El encierro, la soledad y los cuestionamientos existenciales también jugaron un rol importante para que Dueñas y Carvajal decidieran sumergirse definitivamente en la gestación de Sombra.
“Creo que fue un impulso de pensar ‘hay que hacer ahora esta hueá, ya po’, hasta cuándo’. Siento que eso fue lo que se potenció: la necesidad de hacer algo con lo que te sientas bien, que quisieras hacerlo, que tuvieras ganas. No poner la energía en seguir en la misma. Por ahí va. Es una condensación, de decir ‘ya, démosle, no perdamos más tiempo’”, expresa Cristóbal.
Jani concuerda. “El vacío que se generó cuando estábamos en plena pandemia, en el encierro profundo y en la soledad profunda en mi caso, que vivo sola... Ese vacío de no saber si iba a volver a hacer mi trabajo alguna vez. En ese momento de verdad no sabía si con 31 minutos íbamos a tener más shows. Hubo un momento en que no sabíamos si íbamos a volver, que había una completa incertidumbre y no esperanza de volver a hacer shows en vivo o salir de gira”, recuerda. “Me tuve que devolver de México. Estábamos en plena gira y nos tuvimos que devolver a encerrar y ya no salí más de mi casa. Entonces, volver a subirse a un escenario a hacer cualquier cosa, chistes, música o teatro, era impensable en un momento. Y creo que ante ese vacío de si eso es a lo que me dedico y eso es lo que yo hago en la vida, ¿qué hago ahora? ¿qué soy ahora?”.
“En ese vacío aparecieron todas estas ganas que venían guardadas, que eran escribir un libro, hacer música. Pensé: ‘así como hay gente que aprendió a hacer pan de masa madre, yo voy a aprender a hacer canciones. A tocar piano. Me voy a auto enseñar todas estas cuestiones que yo he querido aprender toda la vida’, porque, claro, si no hay tiempo que perder y sé que lo voy a hacer para mí, si nunca jamás nos vamos a subir a un escenario con mi música ni con la de nadie, entonces voy a hacer una canción en mi casa porque estoy deprimida y angustiada”, complementa.
En ese contexto, Dueñas reconoce que ese espacio de “vacío total y de angustia existencial finalmente fue terreno fértil, porque el ser humano busca cosas que lo salven. Y, en este caso, había que encontrar lo que estuviera a mano”.
Justamente por eso, el ejercicio de la composición adquirió un significado especial dentro de su rutina. “Por dentro, yo sabía que lo tenía que hacer, pero me aterraba. Porque también es un lugar de una vulnerabilidad nueva. Aquí no puedes estar muy disfrazado, por más vestuario que te puedas poner. Las canciones son, siento yo, una manera mucho más honesta de comunicar. Tal vez menos directa, te das unas vueltecitas a través de las metáforas y las imágenes poéticas y los sonidos, pero son bien empelotarse de lo que uno está sintiendo. Creo que ese era un lugar que a mí me daba susto visitar. En mi vida en general, y en el arte”.
Lo que viene para Sombra
El lanzamiento de El baile de los muertos es sólo el primer paso para Sombra. Pronto, el EP debut de la banda (distribuido por Altafonte) verá la luz en su totalidad. El trabajo dentro del estudio también contó con la participación de músicos amigos, como Felipe Metraca (baterista de Cómo asesinar a Felipes), Nicolás Alvarado, Andrés Abarzúa y Natisú.
Dentro de los planes a futuro, Jani y Cristóbal tienen considerada una gira en ciudades dentro y fuera del país. “Nuestra aspiración, sin que suene snob, es que queremos tratar de no quedarnos estancados aquí, dando vueltas sólo en Chile. Queremos ver si podemos viajar un poquito, ir a algunas ciudades de Sudamérica, yo creo que a clubes, con showcases no tan grandes, pero para mover la cosa. Ya tenemos algunas invitaciones”, comenta Carvajal.
Sobre el tono de las presentaciones en vivo, Cristóbal adelanta: “Seguramente ahí vamos a incluir uno o dos músicos más que nos apoyen y queremos que sea muy basado en la performance, en la visualidad. No sabemos todavía si vamos a incluir video necesariamente, pero sí luces y una puesta en escena como algo un poco más teatral, por decirlo así. Teatral-cinematográfico. Creo que por ahí va la cosa. Esa va a ser más o menos la propuesta”.
En cuanto a la manera en que los planes de Sombra se compatibilizan con sus otras actividades profesionales, Dueñas asegura que esta nueva faceta musical no la alejará necesariamente del mundo del stand up y el humor. “Cuando ya empecemos a ensayar para lanzar esto en vivo y queramos tocar en el verano o en marzo, qué se yo, hay que ponerse serios con eso. Tiene que sonar bien y eso es dedicación, tiempo y hacerlo de manera profesional. Pero eso no implica que yo no me dedique a las otras cosas que me gustan”, explica.
“De hecho, creo que esto fortalece. Me han dado ganas de hacer stand up de nuevo, porque mi stand by comedy venía de antes, del año pasado ya. Estaba dedicada a hacer canciones o a aprender piano, conectada con la expresión y la emoción desde ese lugar, y me costaba volver a conectarme con el humor. Hacer chistes es muy distinto que hacer canciones. De alguna forma es otro approach, otra máscara, otra persona. Pero tengo muchas ganas de hablar de estos últimos dos años y de todo lo que ha pasado en mi vida desde que me bajé del escenario la última vez. Fíjate que esta alegría, este orgullo y energía que me ha dado Sombra me sirve caleta para las ganas que tengo de mezclar incluso comedia con música”, comparte Jani.
En ese marco, afirma que se trata de una fórmula que siempre ha tenido en mente, “que es subirme al escenario con un pianito, con mis efectos vocales, de hacer una cosa más performática, más rara, que no tenga solo que ver con oye-se-han-fijado-cuando-venía-para-acá. Entonces, creo que también aquí se abre un camino de integración de las cosas que me gustan dentro de la expresión artística y donde está también la comedia”.
Mientras tanto, las expectativas con Sombra son relativamente sencillas: pasarlo bien y compartir con el público los frutos de un trabajo que tiene como principal motor la amistad y el amor por la música.