Fue apenas cantó el gallo. En el caluroso 28 de julio de 1851, a las siete de la mañana, Sophia, la esposa del escritor Nathaniel Hawthorne se despidió de su marido para viajar temporalmente rumbo a Boston con sus dos hijas, desde la casa familiar en Lenox, Massachusetts. El escritor se quedó solo al cuidado del pequeño vástago, Julian, de cinco años. El chico, ni corto ni perezoso, vio el hecho como una oportunidad para sus maldades.
“El primer comentario que hizo el caballero al respecto fue: ‘Papá, ¿no es fantástico que se haya ido bebé?’, me pareció muy extraña su confianza ciega en que iba a compartir su sentimiento. ‘¿Y por qué es fantástico?’, pregunté yo. ‘¡Pues porque ahora puedo gritar y chillar todo lo que me dé la gana!’, respondió”.
Y acto seguido, el muchacho cumplió su promesa a cabalidad. “Durante la media hora siguiente se dedicó a ejercitar sus pulmones a conciencia, hasta casi romper el cielo”.
En total, el afamado autor de La letra escarlata pasó 20 días junto a Julian y un conejo que la familia tenía de mascota. Esas vivencias, cómo no, las escribió y las llevó a un libro con un título tan entrañable como particular: Veinte días con Julian y Conejito, que acaba de publicar en el país Ediciones UDP.
En sus páginas, a medio camino entre un diario y un ensayo sobre la crianza, Hawthorne reconoce que a veces se ve algo sobrepasado por la tarea de ser padre full time. “Eran más o menos las siete cuando le acosté y no me importa reconocer que me alegré de librarme de él, era el primer descanso de su compañía que me daba en todo el día. Y eso es bastante agradable”. Aunque también, de alguna manera, reconoce su torpeza, como cuando relata su intento por rizarle el pelo a su hijo.
“Le enrollé el pelo en las tenacillas y se lo ricé hasta que estuve a punto de arrancárselo de la cabeza, mientras tanto él no paraba de gritar y de reírse, entre el dolor y la diversión. Trató de explicarme cómo lo hace su madre, pero sus instrucciones no eran nada claras y lo único que consiguió fue liarme todavía más”.
También Hawthorne se permitió hacer comentarios sobre el conejo. “Cada vez me siento más próximo a este pequeño animal, sobre todo cuando se muestra confiado y a gusto en la casa. Es un poco molesto tener que buscarle comida, parece que coma sin parar, pero no le gusta la hierba ni las hojas, a no ser que estén muy frescas. El pan lo mordisquea un poco, pero luego lo deja. Acabo de darle unos tallos verdes de avena del campo del señor Tappan. De todo lo comestible lo que más parece gustarle son los zapatos de Julian, y cada vez que se da la ocasión se pone a mordisquearlos”.
Encapsular esos momentos de la infancia
A cargo de la edición estuvo la española Ana S. Pareja, quien -entre 2009 y 2017- estuvo al frente de la catalana editorial Alpha Decay creando dos de sus colecciones más afamadas: Héroes Modernos y Alpha Mini. Hoy, desde Berlín donde regenta Bartleby & co., una librería en idioma castellano, comenta a Culto sobre este volumen: “Este es un libro muy particular dentro de la producción de Hawthorne. Se trata de un libro muy tierno, escrito con aparente despreocupación, es muy probable que Hawthorne escribiese estas entradas del diario en las que habla de los días que pasa con su hijo mientras su mujer está de viaje como anotaciones que luego compartiría con ella”.
“Al mismo tiempo puede leerse como un relato -agrega-. Hay un ánimo placentero y mucho humor en la composición del texto, y justamente es especial porque puede leerse como una carta a la madre ausente, una carta que el hijo podrá leer cuando sea mayor o un texto que cualquier padre, sin necesidad de ser un escritor de la envergadura de Hawthorne, podría intentar escribir. Qué padre no ha querido encapsular esos momentos de la infancia de los hijos para poder volver a ellos cuando los hijos se hagan mayores”.
Además, Pareja comenta que este volumen tuvo una particular historia editorial. “Estos textos se escribieron en 1851 y no vieron la luz en su lengua original hasta 1904, cuarenta años después de la muerte del autor. Este libro se encuadra dentro del grueso de los escritos de no ficción del autor y es el más fácilmente abordable, un guiño que puede leerse como una composición hecha para ser publicada”.
“Este mismo año han visto la luz en la editorial Siruela sus Diarios en la vieja rectoría, los diarios de juventud de Nathaniel y Sophie Hawthorne, que escribieron entre 1942 y 1943, cuando estaban recién casados y se instalaron en su primera casa en Concord. Hawthorne fue un escritor de diarios esmerado. Esta edición de Veinte días con Julián y Conejito completa la recuperación de sus escritos autobiográficos en nuestra lengua”.
Además, esta edición incluye un prólogo del autor nacional Alejandro Zambra, uno que ha tratado el tema de la paternidad, como en su última novela publicada, Poeta chileno. “Es la crónica de un padre y un hijo que aprenden a estar solos, a estar juntos. Y a compartir la espera, también porque a la vez que le pillan la gracia a ese presente anómalo...tanto el padre como el hijo extrañan a las viajeras”.