Todo se originó con un cassette. Como buen escritor, Carlos Droguett solía leerles relatos a sus hijos, antes de dormir. Entre otros solía alternar con las páginas iniciales de En busca del tiempo perdido, del francés Marcel Proust, uno de sus referentes.
Pero como el bichito de la escritura siempre está ahí, Droguett también usaba sus propios relatos para contárselos a sus hijos. Así, tomó uno que se llamaba El hombre que se robó la noche, y que permanecía inédito hasta ahora. Ocurre que será publicado por Carbón Libros en el marco de los 110 años del natalicio del autor.
Como si fuera poco, en los recovecos de la casa familiar se encontró un polvoriento cassette, que recoge la voz del mismo Droguett contándole el cuento a su nieto mayor, Marcelo. Hoy, es otra de sus nietas, Rebeca, quien comenta los pormenores de esa joya a Culto.
“Este cuento fue relatado en su casa de Wabern (Berna, Suiza) a mi hermano Marcelo el 15 de Agosto de 1979, día del cumpleaños de mi Nona, Isabel Lazo. En la ocasión, fue mi papá (Marcelo, hijo menor) quien grabó en un cassette el momento en que mi Nono hacía el relato”.
Por ello, Rebeca Droguett cuenta que el registro será parte de una edición especial de El hombre que se robó la noche. “Este audio ha permanecido en la familia por décadas, y este año, dado que se cumplían 110 años del natalicio de Droguett, como familia decidimos transcribir el audio en conjunto con Roberto Contreras (editor Carbón Libros), y hacer una edición especial, única, y limitada a 110 ejemplares, con el plus de que los que adquieran un ejemplar, podrán tener acceso al audio de Carlos Droguett relatando el cuento”.
Un puente entre dos universos
Ícono de la Generación literaria del 38, Carlos Droguett vino al mundo el 15 de octubre de 1912, y vivó sus primeros años en el Barrio Franklin de Santiago, en el 2157 del Pasaje Manuel de Salas. Su particular pluma comenzó a mostrarse en 1939, con la crónica Los asesinados del Seguro Obrero, producto de impacto que le causó la matanza a 59 jóvenes nacistas que habían intentado un golpe de Estado contra el presidente Arturo Alessandri, el 5 de septiembre de 1938. “Siempre recordó ese hecho que lo marcó a fuego, ya que muchos de sus amigos y compañeros de universidad fueron brutalmente asesinados. Este hecho definió que se hiciera escritor”, explica a Culto Marcelo Droguett, el hijo menor del autor.
Años después, en 1953, esa crónica se transformó en la novela Sesenta muertos en la escalera, marcando un camino como novelista. “Como dice el comienzo de la novela, ‘Este libro no lo he escrito yo, los escribieron los muertos. Cada asesinado’, con esto Droguett marca como él va a narrar diferentes hechos históricos”, agrega Droguett hijo, quien recibió su nombre justamente por la admiración de su padre por Proust.
De ahí Droguett arrancó un proyecto escritural propio. “Es una de las escrituras más radicales, más complejas y arriesgadas del siglo XX chileno”, señala a Culto el escritor nacional Álvaro Bisama, director de la Escuela de Literatura Creativa de la UDP, y quien por estos días se encuentra trabajando en un libro sobre el autor de Eloy. “Es una escritura donde la política y la memoria se cruzan también con los conocimientos literarios más vanguardistas. También tocó el tema de la identidad, el horror, la muerte y la sangre, y muchas veces se va extendiendo como si fuera un poema en prosa”.
Un punto a considerar, es el lugar que Droguett tuvo en la Generación del 38, que junto a otros nombres como Nicomedes Guzmán, Luis Omar Cáceres o Francisco Coloane, puso el pie en lo social. Producto de las precarias condiciones de vida de las clases populares del país, golpeadas por el crack del 29 y la crisis de la industria salitrera. Para la crítica literaria y académica Soledad Bianchi, es un autor nexo entre este grupo y otro interesante proyecto escritural de la época: el de María Luisa Bombal.
“Droguett es la unión entre ambos mundos, porque es muy contemporáneo en su manera de narrar, pero habla de cosas sociales. La Bombal también era muy contemporánea, pero lo suyo apelaba más a la intimidad, no había casi nada social”.
El mismo Droguett también abordó ese interés por los hechos y esa mirada social en una entrevista de 1996 en la revista Punto Final. “Siempre y desde muy joven sólo me interesó la realidad, no he escrito sino la realidad, pero hay que saber mirarla, no es una técnica aconsejada o aprendida sino de nacencia, se nace marcado, señalado, predestinado, marcado, benditamente maldito. En otras palabras, es igual, y además consecuente, señalar lo que dejaron a su paso por el mundo descubierto por Cristóbal Colón los conquistadores españoles que lo que han dejado estos tristes años los milicos en México, Venezuela, Brasil, Guatemala, Perú, Bolivia, Argentina, Paraguay, Chile”.
Ese interés por lo social lo marcó su paso como cronista por los diarios La Hora, Extra y La Nación. Claudia Darrigrandi, académica de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez, compiló esas piezas en un libro llamado Mi ignorancia no tiene disculpas: crónicas de patria, pobreza y guerra mundial, de La Pollera Ediciones. “La escritura regular en prensa, en La Hora, especialmente, que corresponde a un momento inicial de su carrera como escritor, al ser periódica, con regularidad, sin duda que fue un ejercicio importante para ensayar el propio estilo, asunto que ha sido destacado por quienes estudiaron la crónica modernista. Estuvo expuesto, fue parte de una cultura periodística que le dio un sustrato y contribuyó a moldear una mirada particular sobre su presente y sobre proyecto creativo”.
“En Los asesinados del Seguro Obrero, Droguett elabora una especie de manifiesto: es importante que ‘recordemos mucho, demasiado rabiosamente, antes de olvidar un poco’. -añade Darrigandi-. Dos elementos quisiera destacar, la visceralidad, la pasión, la emocionalidad que va a plasmar en esa crónica y su compromiso con la historia, con una mirada crítica hacia la historia”.
Novelas sobre la gente diferente
Fueron también sus novelas, como Eloy (1960), Patas de perro (1965) o El compadre (1967) las que le dieron un enorme sustrato a Droguett como autor, y que le significó el Premio Nacional de Literatura en 1970.”Él escribía con una facilidad increíble, y con una gran rigurosidad en sus correcciones. Esto significó que incluso libros ya publicados los haya corregido en versiones posteriores, como por ejemplo, Eloy”, relata Marcelo Droguett. “Los temas no se los imponía, en muchos casos se inspiraba y comenzaba a escribir. Por ejemplo, cuando escribió Patas de perro, él pensaba escribir sobre otra cosa, y cuando comenzó, se le apareció esa otra historia, la del Bobi, y fluyó espontáneamente”.
Hoy, se pueden encontrar sus novelas en una diversidad de editoriales. La Pollera Ediciones es una de ellas, y su editor, Simón Ergas, opina sobre la escritura de Droguett: “Se podría decir que es un árbol, de tronco grueso y enraizado, pero con tantas ramas, que puedo trepar por cualquier parte. Para mí, por esto mismo, es uno de los mejores narradores chilenos. Su estilo es único: la cadencia de las palabras, la profundidad sicológica y sobre todo ese realismo crudo fundido con nuestras mitologías”.
En esa entrevista de 1996, Droguett comentaba que Patas de perro era su novela preferida. “Al menos es la más cercana a mi alma. Y la más comentada y analizada, no en Chile, desde luego. Cuando se publicó, la novela cayó en el más absoluto silencio o bajo la mirada odiosa y morbosa, veladamente resentida de comentaristas marginales. No faltaron los chistes, los sarcasmos, la maledicencia. Incluso en la misma editorial que lo había lanzado”.
Como una guía para quienes no lo hayan leído, Álvaro Bisama nos comenta un par de títulos ideales para sumergirse en el universo de Droguett. “Quizás se puede partir con Eloy, que es un buen punto de entrada; o Patas de perro, 100 gotas de sangre y 200 de sudor. Además, me gusta mucho una novela corta que se llama La señorita Lara, es perfecta. También un libro de crónicas que se llama Escrito en el aire “.
Por su lado, Simón Ergas comenta: “Quizás hay algunos libros en las puntas por los que he visto ingresar lectores. Uno es Los asesinados del seguro obrero, un libro de sangre y política, pero noticioso además de novelesco, histórico, que atrapa por ese lado extraliterario. Pero tenemos también Patas de perro, quizás mejor aún, una novela que parece de fantasía -aunque sea de un simbolismo brutal-, donde un niño pobre tiene patas de perro. Aquí Droguett construye con ese realismo, con esa profundidad sicológica, a un personaje que no corresponde a ninguna realidad, a un niño que pertenece a otro mundo, y de alguna manera rompe su estilo -o un género- pero haciendo eso lo lleva a otro nivel: superior”.
Soledad Bianchi indica: “Eloy y Patas de perro, los encuentro muy buenos como punto de inicio, son libros muy humanos en los que Droguett se acerca a la gente distinta. A Eloy lo toma como alguien formidable, no como un delincuente; y en Patas de perro, a Bobi lo toma como ejemplo de cómo la sociedad es brutal con la diferencia. Todos sus personajes pertenecen a la diferencia”.
El cuento El hombre que se robó la noche se lanzará este sábado 15 y domingo 16 en el evento El factor Droguett, organizado por la familia en el galpón 2, Local 53 del Persa Víctor Manuel, en el corazón del barrio Franklin, su lugar de origen. Entre 11.00 y 15.00 horas.