Impactado, un hombre vestido de oscuro observa los hechos. A un costado suyo, a pocos metros, dos jóvenes ataviados con naranjos chalecos reflectantes realizan su cometido. Desde unas latas, los mozuelos arrojan puré de papas a Les meules (Los almiares), un cuadro del pintor impresionista francés Claude Monet, en el Museo Barberini de Potsdam, en Berlín. Acto seguido, ambos se pegan al muro donde se mantiene el cuadro.
Se trata de la acción que este domingo 23 de octubre ejecutó un grupo de activistas alemanes por la protección del clima llamado Letzte Generation (Última Generación). En su cuenta de Twitter, se adjudicaron el hecho y lo explicaron. Su idea es hacer del Monet dañado un llamado de atención para llevar a la opinión pública un tema relacionado con el cuidado del planeta.
“Hacemos de este #Monet el escenario y del público la audiencia. Si se necesita una pintura, con #MashedPotatoes o #TomatoSoup lanzada, para que la sociedad recuerde que el curso de los combustibles fósiles nos está matando a todos”.
El cuadro, de 1891, no sufrió daños debido al puré. En declaraciones recogidas en un comunicado, Ortrud Westheider, la directora del Museo Barberini, aseguró: “Aunque entiendo la preocupación urgente de los activistas frente a la catástrofe climática, estoy conmocionada por los medios con los que están tratando de dar peso a sus demandas”, señaló en un comunicado.
Además, recalcó el compromiso del movimiento impresionista por el medio ambiente. “En las obras de los impresionistas vemos el intenso compromiso artístico con la naturaleza. Las numerosas pinturas de paisajes de la Colección Hasso Plattner pueden inspirar a los visitantes a reflexionar y cuestionar su relación con el medio ambiente”, añadió Westheider. Por cierto, ambos activistas fueron detenidos por la policía poco después, y se les acusa de daños a la propiedad.
Pero el ataque al Monet es uno más de los hechos que han sacudido a las artes visuales en el mundo durante las últimas semanas. Este lunes, se informó que en Londres, dos activistas de la organización Just Stop Oil protestaron de una forma similar a la de los alemanes. Lanzaron dos tartas de chocolate al rostro de la figura de cera del rey Carlos III en el museo Madame Tussauds de Londres.
Se trata de Eilidh McFadden, de 20 años, oriunda de Glasgow, y Tom Johnson, de 29, de Sunderland. “La ciencia es clara. La demanda es simple: simplemente detener el petróleo y el gas nuevos. Es un trozo de tarta”, señalaron ambos, también tratando de llamar la atención sobre los problemas medioambientales.
En su sitio web, la organización explica que su objetivo es lograr que el gobierno del Reino Unido se comprometa a detener la producción y las nuevas licencias de combustibles fósiles.
Pero esto no ha sido todo. El pasado 14 de octubre, de la misma Just Stop Oil, dos activistas arrojaron sopa de tomates al reconocido cuadro Los Girasoles, del pintor holandés Vicent Van Gogh, el cual es exhibido en la National Gallery de Londres.
Tras arrojar la sopa al cuadro, original de 1888, ambos activistas comentaron: “¿Qué vale más? ¿El arte o la vida?”. Esto porque atribuyen al petróleo y al gas la crisis climática y alza del costo de la vida. “¿Estáis más preocupados por la protección de una pintura que por la del planeta?”, agregaron los jóvenes, que también se pegaron a la pared donde se cuelga el cuadro, el cual no sufrió daños.
Los ataques a obras exhibidas en museos de arte no son nuevos. Basta recordar que solo en mayo pasado un sujeto atacó con un tortazo a la célebre Gioconda, de Leonardo Da Vinci, en el Museo del Louvre, en París. Un joven abandonó la silla de ruedas con la que ingresó al museo -se había hecho pasar por alguien con capacidades diferentes- y primero habría intentando romper el vidrio a prueba de balas para luego untar pastel en el cristal.
El sujeto fue arrestado y en ese momento lanzó un mensaje ecologista. “Piensen en la tierra, hay gente que está destruyendo la tierra. Todos los artistas piensen en la Tierra. Por eso hice eso”, gritó ante los incrédulos visitantes al museo parisino. El cuadro no sufrió mayores daños.
Otros ataques
La misma Gioconda también ha sido objeto de otros atentados. De hecho, saltó a la fama debido a que fue robada del Louvre, en 1911. Del hecho se culpó al poeta francés Guillaume Apollinaire y al pintor español Pablo Picasso. Sin embargo, tras una rápida investigación y la falta de pruebas, ambos quedaron en libertad (aunque la amistad entre ambos se rompió para siempre).
El culpable estuvo dos años sin ser descubierto, hasta que en 1913, apareció un italiano llamado Vincenzo Peruggia, quien aseguró haber robado el cuadro. Fue descubierto cuando intentaba venderlo a la galería de arte de Florencia. Tras ser detenido, confesó que su idea era devolver al fresco a su país de origen. Al año siguiente, la Gioconda regresó al Louvre.
Otro cuadro vandalizado fue La ronda nocturna, del holandés Rembrandt, y que se exhibe en el Museo Rijksmuseum, de Amsterdam. En 1911, un exchef de la marina atacó la pieza con un cuchillo, pero no pudo cortar el sólido barniz. En 1975, un sujeto William de Rijk rasgó en repetidas ocasiones la obra. Lo suyo no era un llamado de atención ecologista, sino un delirio mesiánico, ya que aseguró que Jesucristo lo había forzado a hacerlo. Tras ser detenido, fue enviado a un hospital psiquiátrico. En 1990, la obra fue nuevamente atacada cuando un paciente de un centro psiquiátrico se escapó y le regó a la pintura ácido sulfúrico. Pese al fuerte líquido, solo el barniz resultó dañado.
También La piedad, la célebre escultura de Miguel Ángel exhibida en El Vaticano, y que representa el momento en que María recoge el cuerpo fallecido de Jesucristo tras ser bajado de la cruz, sufrió un ataque. Esculpida entre 1498 y 1499, cinco siglos después, en 1972, un hombre húngaro llamado Lazlo Toth se abrió paso entre la multitud de peregrinos que esperaban la bendición papal en la Plaza de San Pedro, y con un martillo de geólogo le asestó varios golpes al centenario mármol. Sin piedad.
Producto de la acción vandálica, la virgen perdió un brazo, un ojo y parte de la nariz. El hecho también fue producido por un delirio por parte del sujeto, quien mientras realizaba su cometido gritaba: “¡Soy Jesucristo, soy Jesucristo!”. La pieza fue restaurada tras el ataque y actualmente se encuentra tras un panel a prueba de balas.
También La Venus del espejo, del pintor español Diego Velázquez, el célebre exponente del llamado Siglo de Oro español, sufrió un ataque en la National Gallery de Londres, donde se encuentra. El cuadro, fechado hacia 1647-1651, fue atacada en 1914 por una manifestante llamada Mary Richardson, integrante del movimiento de suffragettes, que luchaban por obtener el derecho de las mujeres a votar.
Richardson tomó un cuchillo de carnicero y se lo clavó a la obra del artista español. Le realizó siete cortes al cuadro. Su idea era protestar por el arresto de Emmeline Pankhurst, una líder del movimiento, realizado un día antes. “Intenté destruir la imagen de la mujer más hermosa de la historia de la mitología en protesta contra el gobierno por destruir a la señora Pankhurst, quien es el personaje más hermoso de la historia moderna”, indicó a la prensa de la época.
¿Y en Chile? En 2021, el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) denunció hurto y vandalismo a cuatro de sus exhibiciones. Esto ocurrió el 21 de diciembre de ese año. “De acuerdo al grado de daño, las exhibiciones afectadas fueron Casi, casi me quisiste. Contramemorias, de Claudia Lee; Leaking Women: Mujeres que sostienen el techo, de Paula Salas y Soledad Pinto; Líquida Superficie Sólida de Alejandro Leonhardt; y una obra de la Bienal de Artes Mediales: Umbral, específicamente la de Andrés Denegri”, comentaron desde la institución.
El caso, se encuentra siendo investigado. “Está en el área jurídica de la Universidad de Chile, en un proceso legal, no me puedo referir mucho más”, comentó a Culto Daniel Cruz, el director del museo. Tras los hechos, la institución dependiente de la Universidad de Chile tomó resguardos: “Hemos ampliado la seguridad, la manera de convocar. Creo que es importante decir que es algo que nos ha acontecido a todos los museos a la vuelta de la pandemia. En el Moma, de Nueva York, hubo un enfrentamiento con armas blancas al interior del museo. Nosotros hemos sido un espacio sensible a la vuelta de la pandemia, ha sido muy compleja la situación. El vandalismo que sufrimos tiene ribetes inéditos para nosotros. Este es un espacio donde no solo puede haber relatos homogéneos, también divergencias”.
“Lienzos que respiran alegría”
Pintadas entre finales del verano boreal de 1890 y hasta principios del año 1891, en la serie de cuadros Les Meules el pintor impresionista francés Claude Monet quiso retratar escenas del trabajo agrícola en el campo donde vivía, en Giverny, región de Normandía. En concreto, la cosecha del trigo.
Parte de una serie de 25 cuadros, repartidos en diversas galerías del mundo (como en Estados Unidos, Australia, Alemania, Suiza o Escocia), Les meules fue pintado en 1891 en Óleo sobre lienzo, de 73 x 92,5 cm. En ella, Monet usó colores fuertes y se preocupó de realizar un juego de luz y sombras que diera cuenta de paso del tiempo. “Aquí Monet dirige la mirada en diagonal a lo largo de una fila de pilas hacia las profundidades de la imagen. Los rayos del sol cruzan esta diagonal. Los colores brillantes culminan en los bordes de la almohadilla frontal”, señalan en la web del Museo Barberini.
Uno de los padres del impresionismo, el pintor francés Camille Pissarro, estuvo en la exposición inaugural de la serie, y su comentario fue elogioso. Así lo hizo saber en una carta a su hijo Lucien, del 5 de mayo de 1891. “Ayer se inauguró la exposición de Monet en Durand; Vi mucha gente allí...Son más bonitas que fuertes, el diseño es bonito, pero sobre todo flotando en el fondo. No importa, ¡es un gran artista! No hace falta decir que es un gran éxito; es tan seductor que, francamente, no es de extrañar, estos lienzos respiran alegría”.