Un misterio de ocho años: la brutal historia tras El Extraño, el nuevo thriller que remece Netflix
El filme australiano protagonizado por Sean Harris y Joel Edgerton se posicionó rápidamente en el top 10 de la plataforma, reafirmándose como el drama de suspenso más visto en los últimos días. Se trata de otra ficción basada en un hecho policial real, esta vez, enfocado en la investigación encubierta de la policía australiana que concluyó con el encarcelamiento del asesino de Daniel Morcombe, un niño de 13 años desaparecido en 2003.
Henry (Sean Harris) y Paul (Steve Mouzakis) se cruzaron por primera vez viajando en autobús, en un encuentro que pudo quedar como una simple charla cordial entre desconocidos. Pero terminaron por entablar una amistad cercana que se quebró sólo cuando Paul se vio obligado a dejar su identidad y escapar del país por problemas legales.
Antes de desaparecer y en una suerte de devolución de mano, el hombre le ofreció a su nuevo amigo dejarlo en contacto con la organización criminal en la que trabajaba, la misma que lo ayudó a preparar su huida. Así conoce a Mark (Joel Edgerton), el miembro de la banda que lo guiará en sus primeros mandados. Poco a poco, Henry comienza a interactuar con los altos mandos y a participar en reuniones importantes. Se siente parte de un grupo que promete velar por su seguridad siempre.
Nunca sospechó que todo era una gran mentira. Nada fue casualidad, ni el primer encuentro con Paul ni su ingreso a la organización. Henry no era más que el principal sospechoso de una gran operación policial encubierta que investigaba el secuestro y posterior homicidio de un niño perpetuado hace varios años en Australia.
Desde su estreno en Netflix el pasado 18 de octubre y tras su paso por el último Festival de Cannes, El extraño ha gozado de un buen recibimiento por parte de la crítica y el público, manteniéndose dentro del top 10 de los contenidos más vistos a nivel global con el paso de los días. Además, se trata de otra ficción inspirada en un caso real.
Una parte importante de su argumento se basa en el libro The Sting, donde la periodista Kate Kyriacou recopila todos los detalles del despliegue policial que concluyó el 2013 con la captura de Brett Peter Cowan, responsable del secuestro y homicidio del niño Daniel Morcombe en diciembre del 2003. El caso es recordado como uno de los más grandes y mediáticos registrados en Australia, por lo que la noticia del rodaje de la película durante el 2020 generó diversas opiniones en el país oceánico.
Los principales detractores fueron los padres de Morcombe. A través de un comunicado difundido en la página de Facebook de la fundación creada en memoria de su hijo, el matrimonio recalcó que el equipo detrás del filme se contactó con ellos para contarles sobre el proyecto y que, aun así, la realización de la película no contaba con su apoyo.
“De una manera retorcida, también proporciona oxígeno a una bestia sádica al visibilizar sus actos malvados. Las personas que ganan dinero con un crimen atroz son parásitos. En nuestra opinión, han sido irrespetuosos con Daniel, su legado y la familia Morcombe. Cuestionamos los valores y juicios personales de los inversionistas, productores, directores, elenco y equipo. No lo respaldaremos, porque este es un recordatorio muy doloroso para nuestra familia que desencadena un daño personal inimaginable”, expresa el texto.
Los padres también señalan que se trata de una película que llega en un momento especialmente sensible, pues el próximo año se cumplirán 20 años del asesinato del menor. “El paso del tiempo no lo hace más fácil. Personalmente, creemos que la realización de esta película es moralmente corrupta y un robo de dinero cruel, insensible y egoísta por parte de todos los involucrados”, concluyen, agregando que su llamado al público es a no ver el filme. “Ahorre su dinero o considere donarlo a la Fundación Daniel Morcombe”, cierra el posteo.
Pese a la tajante opinión de la familia más cercana al menor, el director Thomas M. Wright defendió la realización del largometraje, argumentando que no se trata de un relato centrado en los detalles violentos. “Cuanto más lo leía –el libro de Kyriacou–, más veía una película que no trata sobre la violencia en absoluto. Claramente, el motivo de la película es un acto de violencia innombrable que encarna lo peor de lo que son capaces los animales humanos. Pero ese no es el tema de la película”, expresó el cineasta en una entrevista con The Guardian.
La historia tras el caso que remeció Australia
El largometraje es cauteloso a la hora de referenciar los detalles del caso real que lo inspiró. El uso de nombres ficticios y la decisión de no recrear el secuestro y posterior homicidio del menor son muestras claras de esa intención. Aun así, su relación con los hechos es evidente. Sobre todo, al tratarse de uno de los crímenes más recordados de la historia australiana.
Todo se remonta al 7 de diciembre de 2003. Cerca de las 13.00 horas, Daniel Morcombe salió de su casa en Queensland en dirección a una parada de autobús no oficial ubicada debajo de un paso elevado. Ese día, el niño de 13 años tenía planeado reunirse con sus hermanos en la mañana a recolectar frutas en el patio de sus vecinos, para luego juntarse con sus padres para hacer un picnic navideño.
Sin embargo, una inesperada lluvia matutina cambió el itinerario. Con el compromiso en la casa de sus vecinos cancelado, Daniel decidió aprovechar el tiempo yendo al centro comercial a cortarse el cabello y comprar los regalos de navidad para su familia, con el dinero que ahorró poco a poco gracias a la recolección de maracuyás. Aunque le insistió a uno de sus hermanos para que lo acompañase, el niño de 13 años terminó saliendo solo de su casa.
El recorrido no implicaba ningún peligro aparente. La parada de autobús estaba apenas a un kilómetro de su casa y los niños tenían interiorizada la instrucción de que debían regresar a la casa a más tardar a las 17.00, hora en que salía el último bus desde el centro. Además, llevaban siempre una tarjeta de teléfono consigo en caso de cualquier emergencia.
Al llegar al paradero, Daniel esperó unos minutos a que se acercara la locomoción que usualmente pasaba a las 13.35. Pero un desperfecto técnico sufrido en el camino hizo que el bus se retrasara.
Mientras Daniel esperaba, un sujeto alto, delgado y de cabello castaño salió del estacionamiento de una iglesia colindante y se acercó a la parada. El autobús pasó con casi 30 minutos de retraso, aunque no se detuvo. El conductor intentó explicarle con señas que en pocos minutos pasaría otro vehículo por la parada, pero todo indica que el niño no alcanzó a captar el mensaje.
Aun así, el chofer se cercioró de avisar a su colega que en dicho lugar lo esperaban dos pasajeros, un niño y un hombre. “Asegúrate de recogerlos”, le comunicó a su compañero a través del radio. A los pocos minutos, el transportista pasó por el lugar señalado. Sin embargo, notó que no había nadie esperando. El hombre y el niño se habían ido.
El tiempo pasaba y Daniel no aparecía. La preocupación de sus padres se intensificó cuando llegó la hora en que pasaba el último bus y el menor continuaba sin entrar a la casa o comunicarse por teléfono. Recorrieron las paradas, el centro comercial y las calles aledañas pensando que su hijo podría estar accidentado. Finalmente, llegaron a la compañía de buses, pero nadie sabía nada de Daniel.
Ahí fue cuando Bruce y Denise decidieron contactarse con la policía. El carácter del niño hacía muy inverosímil la posibilidad de un acto de rebeldía como el escape. Esa misma madrugada, la familia y los vecinos comenzaron la búsqueda por los alrededores de la parada de autobuses. El despliegue policial se inició poco después.
Pasó poco tiempo para que las calles de la ciudad se repletaran de oficiales. Extendieron el registro a los cañaverales, cursos de aguas y patios traseros de las casas, aunque sin éxito. Las primeras pistas apuntaban a un automóvil azul y una camioneta blanca que habían sido divisados por testigos cerca de la carretera. Unos decían haber visto a dos hombres. Otros, a tres.
La única pista repetida hacía referencia a un sedán azul de forma cuadrada. Ese testimonio, más una extensa lista de crímenes sexuales previos, posicionó a Brett Peter Cowan como uno de los sospechosos del crimen.
El tiempo pasaba y la investigación no surtía frutos. Se activaron todas las alarmas, pero era como si Daniel hubiese sido tragado por la tierra. Así, se cumplieron ocho años desde la desaparición del niño. Entones, Cowan se mantenía como el principal sospechoso de la policía, pero la falta de una línea temporal clara que comprobara su participación en los hechos hacía difícil la posibilidad de conseguir un arresto y posterior condena.
Ahí fue cuando se puso en marcha un procedimiento conocido como Mr. Big, también bautizado como la técnica canadiense, donde agentes encubiertos fingen pertenecer a una organización criminal para conseguir las confesiones de los criminales. Así, se creó una pandilla ficticia para atraer a Cowan seduciéndolo con la promesa de participar en el próximo gran golpe. Sin embargo, y como muestra de lealtad, era necesario que el hombre confesara sus peores crímenes con el líder.
Cowan cayó en la trampa y expresó todos los detalles del crimen de Daniel. Según registros de la prensa australiana, el criminal había abusado de cerca de 30 niños a lo largo de su vida. Su plan era hacer lo mismo con Daniel, pero en el momento de actuar entró en pánico y terminó asesinándolo. En el proceso, Cowan incluso llevó a los agentes hacia el lugar donde enterró el cuerpo del niño.
Finalmente, Brett Peter Cowan fue arrestado el 13 de agosto de 2011 bajo los cargos de asesinato, robo de niños, trato indecente a un menor, privación de libertad e interferencia con un cadáver. La búsqueda de los restos comenzó al día siguiente, y no fue hasta cuatro días después que los rescatistas encontraron las primeras prendas de Daniel.
Poco a poco, se hallaron diversos huesos pertenecientes al niño. El 26 de noviembre del 2012 se dio inicio al juicio contra Cowan, que fue declarado culpable del crimen. Los restos de Daniel fueron enterrados por su familia en agosto de ese año. Como una forma de honrar su memoria, los padres del menor crearon la Fundación Daniel Morcombe, orientada a educar a los niños ante situaciones de riesgo y que continúa en funcionamiento.
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