¿Se pueden seguir esperando novedades de una banda de la que se ha dicho/escrito/analizado/descifrado todo? ¿Puede resultar revelador el lanzamiento de un conjunto que no existe sobre la faz de la Tierra hace 52 años? ¿Realmente la historia ya está resuelta y finalizada cuando se trata de un disco aparecido en el recóndito 1966? ¿O vale la pena seguir viajando hacia ese pasado para entender a un grupo que estaba diseñando el futuro?
La pasada medianoche del viernes 28 de octubre fue lo más similar a una Navidad para los millones de beatlemaniacos del planeta. Como un esperado obsequio alojado bajo un árbol de luces, las plataformas digitales subieron a esa hora una nueva edición de Revolver, la gema osada y experimental que sacudió para siempre los principios de The Beatles y de la música popular del siglo XX, y que esta vez revive distribuida en una versión de lujo de varios discos, entre ellos, una nueva mezcla tanto en estéreo como en mono a cargo de Giles Martin -hijo de George Martin, el gran hechicero del sonido Beatle- y, lo más esperado de todo, un generoso puñado de tracks inéditos que muestran las tomas previas de las canciones del álbum y que desnudan en detalle los modos de trabajo de los mayores artesanos musicales de nuestra era.
Y ahí está la respuesta definitiva: sí, en esas versiones y aunque parezca inaudito, se puede seguir reescribiendo la historia de The Beatles. En su libro Los Beatles: Un día en la vida, el autor Mark Hertsgaard plantea que en las 14 piezas que integran Revolver suceden tantas cosas, que es imposible absorberlas de inmediato: a lo mejor tuvieron que transcurrir décadas para recién comprender cómo se gestó el gran eje nuclear de la épica de las Fab Four. Para muchos críticos, el mejor título de su discografía.
En rigor, un trabajo tan adelantado a su tiempo que aún seguimos intentando alcanzarlo. La producción que hizo exclamar a un gruñón como Bob Dylan: “Vaya, ahora lo entiendo: ya no quieren ser sólo chicos lindos”. De paso, no sólo dejaron de ser chicos lindos: también se convirtieron en adultos... aunque ninguno de ellos superaba los 25 años cuando el disco fue concebido.
“Revolver no sólo invitaba a ser escuchado varias veces: lo exigía y, como el arte de más calidad, ofrecía gozos y revelaciones renovadas con cada escucha adicional”, subraya Hertsgaard en su texto, en una máxima aplicada a este Revolver 2022.
Y si la sensación generalizada al ver el filme Get Back de Peter Jackson -estrenado el año pasado por Disney+- fue la de un goce voyerista donde cada detalle de la intimidad de John, Paul, George y Ringo alumbraba nuevos significados de su trayectoria, el renovado Revolver también corre el telón de su privacidad colectiva para exponerlos sin lecturas accesorias.
No son los mismos
Un álbum que empezó a grabarse a las ocho de la noche del miércoles 6 de abril de 1966 en el estudio tres de Abbey Road. Hasta ahí llegaron los cuatro músicos luego del período de relajo y vacaciones más extenso que habían disfrutado desde su irrupción en la escena global en 1962 con el hit Love me do.
Entre enero y marzo de 1966, los integrantes de la agrupación se habían dedicado por separado a otros intereses, los que luego expresarían con tacto y destreza en el corpus de Revolver. Por ejemplo, Harrison aprovechó de casarse con Pattie Boyd y de ejercitar intensamente su nueva afición por la música de la India, absorbiendo nuevos sonidos y patrones rítmicos. McCartney se arrojó a la vanguardia, a la música clásica, a las fórmulas dispares de la música concreta y al cancionero afroamericano labrado por la firma Motown, además de explorar las posibilidades que entregaba la marihuana a la hora de crear. Lennon fue un poco más allá: empezó a consumir LSD y se adentró en una dimensión psicodélica que modificó por años su narrativa autoral, alcanzando miradas y reflexiones que atrapaban otros bordes filosóficos. Y Ringo se potenció como percusionista al practicar un pulso más fiero y categórico que cambió la manera en que los bateristas enfrentaban su rol en una banda.
Todos, de alguna forma, eran otros. Pese a ello, cuando estaban juntos, seguían operando como una unidad. En su libro de memorias El sonido de los Beatles, el ingeniero de sonido de los ingleses, Geoff Emerick, recuerda que esa noche de abril en que comenzó Revolver, los cuatro músicos llegaron juntos al estudio, charlando y bromeando como lo hacían siempre. Como si ese paréntesis de tres meses no hubiera mermado el imán grupal. “Llevaban el pelo un poco más largo e iban vestidos de un modo informal que contrastaba con sus habituales trajes a medida y corbatas estrechas”, relata en su obra Emerick, apuntando a otra señal de renovación.
Pero quizás la mayor huella de una nueva era vino al minuto de situarse tras las consolas y los micrófonos. El primer tema de las sesiones fue Tomorrow never knows, la pieza rupturista por excelencia del cuarteto. Una composición donde Lennon le exigió al productor George Martin que su voz sonara como la del Dalai Lama desde la cima de una montaña. Para tamaño propósito, incluso se barajó que el artista grabara balanceándose en una cuerda colgada desde el techo. Demasiado riesgo: Emerick y Martin optaron por pasar la voz del músico por el altavoz giratorio Leslie, el que produce el particular sonido tembloroso de los órganos Hammond, lo que le otorgó a la interpretación un acento aletargado y siniestro.
En Revolver 2022 aparece la toma uno de Tomorrow never knows, más espesa e inmutable que el track final, sin los loops de cinta que semejan el graznido de una bandada de gaviotas, pero con el pulso adormecido de Ringo sosteniendo la melodía. Y con un jersey introducido en el bombo, para lograr una marcha mucho más monocorde. Es la misma versión que aparece en el disco Anthology 2, de 1996, aunque sirve para corroborar por enésima vez el fenomenal trabajo en progreso al que sometían sus creaciones.
Una maniobra desplegada con aún mayor elocuencia en Got to get you into my life, la segunda que registraron para el álbum, muy poco tiempo después, el 8 de abril de 1966, y que aquí aparece en tres versiones. La primera (toma 5) se arrima sobre un órgano protagónico y sobre los coros de los músicos, además de un estribillo donde su autor, Macca, canta “Got to get you into my life, some way”, lo que después se abreviaría en la versión definitiva. Otra entrega de la canción presente en la reedición de Revolver (titulada “sin número”) es aún más reveladora y la exhibe sostenida en una guitarra sucia y afilada, con un eco garage, como si se tratara de The Stooges o The Clash antes de que existieran The Stooges y The Clash: de alguna forma, hace olvidar el cuerpo más azucarado de la versión que todos conocemos, esa con la presencia de tres trompetas y dos saxos.
Love you to -la primera gran pieza india de Harrison y conocida por ese entonces como Granny Smith, tal como la manzana favorita del ingeniero Emerick- acentúa la sensación de estar escuchando a un grupo de autores que viaja desde una zona cero hasta otro universo diametralmente distinto. En su toma 1, George canta apenas secundado por una guitarra acústica, sin mayores ornamentaciones, sin adherir aún el exotismo de la tabla, el sitar y la tambura que decoran la entrega final.
Estas versiones de Revolver reafirman a The Beatles como creadores que casi siempre iniciaban sus temas desde piezas esqueléticas y austeras, frágiles y simples en sus arreglos, para después transfigurarlas en sinfonías pop rebosantes en detalles. Una hoja en blanco que iba adoptando colores impensados. En otras fases de su catálogo, Help! y Strawberry fields forever partieron de la misma génesis: melodías lánguidas y susurradas cuya cuna ni siquiera imaginó su estallido posterior.
Es lo que hace a Yellow submarine el gran descubrimiento dentro del material jamás antes escuchado que trae Revolver 2.0. ¿La gran canción infantil de los Fab Four como una joya secreta que abre otras rutas y redefine parte del pasado? Tal cual: aquí se publican dos versiones cantadas en guitarra y con talante casero de John Lennon, tracks embrionarios que ponen a raya aquella histórica convención que dicta que McCartney fue el gran artífice del tema que posteriormente terminó en la voz de Starr.
Cantando Yellow submarine en soledad, parece que John se hubiera adelantado un par de años a su track intimista Julia, del Álbum blanco, o a las composiciones más descarnadas de tristeza y orfandad que despachó hacia principios de los 70 con la Plastic Ono Band, su proyecto junto a Yoko Ono, cuando estaba muy lejos de observar la vida desde un prisma infantil. O incluso pareciera adelantarse a toda la generación de artistas folk que en los años posteriores optarían por la aspereza acústica como bandera de lucha, de Neil Young a Víctor Jara.
La letra incluso es distinta y adopta ciertas formas nihilistas, antes que Ringo jugueteara con ella para agradecimiento hasta hoy de los niños de todo el planeta. En vez del reconocido inicio “En el pueblo donde nací/vivía un hombre que se hizo a la mar”, el track inédito parte con “En el pueblo donde nací/ a nadie le importa/ a nadie le importa”. Lennon en estado puro. En el curso del tema, también hay otros cambios de letra y la aparición de Paul.
“No tenía idea que existía esta versión”, dijo en conversación con Rolling Stone el productor Giles Martin, como el arqueólogo que descubre oro puro. Luego siguió: “Le dije a Paul: ‘siempre había creído que era una canción que habías escrito y se la habías dado a Ringo, y que John reclama diciendo: Oh, jodido Yellow submarine’. Pero no es así. Parece una canción de Woody Guthrie. Es hermosa”.
La filosa y lisérgica She said she said -que con su guitarra prefigura al heavy metal y a Black Sabbath muchos antes que Helter Skelter en 1968- también cae aquí sin aditivos, en un demo labrado por el propio Lennon.
En tanto, I’m only sleeping (toma 2) reluce en una versión casi fogatera, sin los trucos de bostezos adormecidos ni guitarras a la inversa, mientras Here, there and everywhere (toma 6) se desprende de su ropaje y muestra todo el potencial vocal de Paul, casi como si la interpretara plácido al oído. Un superdotado de la melodía.
¿Otra sorpresa considerable? Rain, que no formó parte de Revolver, pero se registró en esas sesiones, aquí aparece en su velocidad original más acelerada (toma 5), como si fuera un cohete disparado a alta rapidez hacia el espacio, ralentizada posteriormente para inmortalizar su sonido brumoso y psicodélico. Ringo se luce bajo una potencia atronadora, corroborando que es su mejor interpretación en el historial de la agrupación.
A las puertas de su nunca más a las giras -sólo volverían a tocar en vivo en junio, julio y agosto de 1966 en Europa, Asia y EE.UU., para después no retornar jamás a un escenario masivo-, los Beatles en estas grabaciones parecen gozar como nunca antes del estudio, convirtiéndolo en su hábitat y en su laboratorio definitivo, además de un sitio donde se podían presentar como novatos abiertos a nuevas avenidas para su música. De hecho, Revolver 2022 trae muchos diálogos donde pimponean los nombres de sus temas entre ellos o donde incluso avezados como McCartney pregunta un par de detalles a los músicos clásicos que darían vida a Eleanor Rigby.
¿El momento más feliz y colectivo en la existencia de los Fab Four como banda? Es posible. En su libro Revolver, cómo The Beatles reimaginaron el rock and roll, el especialista estadounidense Robert Rodríguez asegura que el álbum de 1966 ha sido el que mejor ha envejecido del cuarteto. No hay otro que haya abierto las arterias del cancionero pop de Occidente hacia rutas tan complejas y extensas como la música clásica, la world music, el rock psicodélico, las guitarras duras, el soul edulcorado, la música infantil, la variedad caleidoscópica propia del pop británico y hasta las técnicas de grabación que después adoptaron géneros como la electrónica y el hip hop, mirando como radar la audacia en estudio de Tomorrow never knows.
Para él, todo el rock que reinó desde principios de los 90 hasta este siglo tiene su magma en Revolver, disco reivindicado con furia con el paso de los años, a diferencia de la pieza de museo que hoy es su sucesor, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), encapsulado en la ensoñación hippie de los 60, un experimento barroco y preciosista cuyo impacto a largo plazo parece ser menor.
Como fuere, seguimos tratando de alcanzar el futuro augurado por Revolver. Desde este último viernes, con la salida de Revolver 2022, somos testigos y partícipes de una carrera que todavía sigue en pie.