Tom (Harry Styles) es un oficial de policía, Marion (Emma Corrin) se desempeña como profesora y Patrick (David Dawson), unos años más grande que ellos, dirige una sección del museo de arte local. En 1957, mientras los dos primeros inician una relación romántica que termina en un matrimonio, la mujer del trío ignora que su futuro novio y su amigo mantienen un amorío desde antes de que ella apareciera en la vida de ambos.
La película My policeman (Mi policía) activa el recuerdo de esos afiebrados días desde el presente, a fines de los 90. Más viejos, los tres siguen habitando Brighton, un soleado pueblo del sur de Inglaterra cuyo oleaje fue testigo de la tempestad que protagonizaron casi medio siglo atrás.
En un gesto aparentemente noble, Marion (Gina McKee) decide acoger en su casa a Patrick (Rupert Everett), quien sufre las secuelas de un reciente derrame cerebral. Esa disposición causa la furia de Tom (Linus Roache), su esposo, debido a razones que serán reveladas conforme el relato ahonde en el pasado de todos los involucrados en el triángulo.
Dirigida por Michael Grandage, la cinta –ya disponible en Prime Video– se basa en la novela que la británica Bethan Roberts publicó en 2012. La autora, a su vez, se inspiró en las experiencias del escritor E. M. Forster, quien mantuvo una relación con un policía de nombre Bob Buckingham a sabiendas de su esposa, May. Los insumos de la vida real con los que se cocina una historia de deseo, frustraciones y reproches.
Para el público general, el largometraje irrumpía en el calendario como el otro papel estelar de Harry Styles. En el año de su salto definitivo al cine, My policeman tuvo su premiere mundial casi en simultáneo con No te preocupes cariño, el comentado thriller psicológico en el que la voz de Sign of the times encarnó al marido de Florence Pugh.
Ninguna de los dos filmes ha sido completamente satisfactorio ni en el balance general ni en el exclusivo análisis del desempeño de su novel actor. Algunos estiman que brinda una mejor interpretación en My policeman que en la película de Olivia Wilde, aunque para otros ver ambas es la comprobación de sus limitaciones en pantalla.
“Hay una disonancia crucial entre la confianza que exuda en el escenario y la torpeza que vemos en la pantalla, una estrella que se desvanece ante nuestros propios ojos, algo tan incómodo para nosotros como parece ser para él”, opinó The Guardian desde el Festival de Toronto. “Las palabras se pronuncian con exageración con una especie de efecto de escuela de teatro que choca con lo que se supone que es una visión terrenal y bebedora de cerveza de la hipermasculinidad”, agregó.
Posteriormente, el mismo diario, ahora a través de su crítico titular, Peter Bradshaw, señaló que “el joven Tom (es interpretado) por Harry Styles, que no es en absoluto un mal actor, mejor de lo que lo fue en No te preocupes cariño, con una presencia en cámara bastante segura. Sus lecturas de líneas están un poco desaceleradas, tal vez como resultado del entrenamiento, pero tiene una forma de hablar llamativamente melodiosa. Me recuerda un poco a la actuación en cine de Mick Jagger”.
Desde el otro lado del Atlántico, la cinta fue recibida como “una adaptación absorbente, rica y profundamente melancólica de la novela de 2012 de Bethan Roberts que probablemente se apreciará mejor (estilística, temática y románticamente) si se le juzga más en el contexto de su marco, principalmente de mediados del siglo XX, que por las expectativas contemporáneas”, según consideró Los Angeles Times.
El periódico de la costa oeste de Estados Unidos también indicó que la versión del joven Tom “es interpretada de manera cautivadora con una especie de carisma de hombre común y accesiblemente soñador por el actor y estrella pop”.
En una perspectiva más global parece haber consenso en que el largometraje de Michael Grandage no reinventa la mecánica de las historias sobre personas queer enfrentadas a la represión, un encuadre que han adoptado desde Secreto en la montaña (2005) hasta Ammonite (2020).
The New York Times opinó: “Michael Grandage utiliza inteligentemente los escenarios y el vestuario para enfatizar las diferencias de clase entre los personajes. Pero a Grandage le cuesta dar vida un tratamiento tan sombrío de la historia gay. Se trata de personajes frustrados en el amor, impedidos por la ley y por su propia represión emocional de pedir lo que quieren en sus relaciones. El tratamiento majestuoso de su situación conduce a un filme que cede al peso de la decepción del purgatorio”.
“No se puede encontrar una nueva perspectiva en el sofocante y deprimente pequeño mundo del filme. Incluso las escenas de sexo son rutinarias; admirablemente gráficas en su forma elegante, supongo, pero un gesto más obediente a la sensualidad del cine de autor que a la verdadera pasión”, advirtió Vanity Fair, junto con afirmar que “todavía disfruto de un buen llanto gay a la antigua de vez en cuando (mira la exquisita Benediction, de Terrence Davies, de principios de este año), pero no cuando es tan formulaico como My policeman”.
Además, la revista reconoció un trabajo destacado en la dirección de fotografía y en la banda sonora original, por lo que “la sastrería y el pedigrí están ahí, pero se fusionan en algo inerte y frustrante”.
A la larga, quienes salen mejor parados de las críticas son Emma Corrin y David Dawson. “A medida que el triángulo se desarrolla, Corrin establece maravillosamente la inocencia de Marion, y luego revela que esta se desvanece”, planteó BBC.
La interpretación de Dawson fue descrita por IndieWire como “sexy, misteriosa, sabia, ingenua, desbordantemente abierta, vulnerable y fuerte. Es una de las mejores actuaciones del año y merece todas las exaltaciones en una película que a menudo carece de ellas”.
“Si Tom experimenta un profundo conflicto interno sobre su vida dual, o si siente que está siendo injusto con sus amantes al encadenarlos a ambos de diferentes maneras, no se refleja en el desempeño de Styles”, sostuvo Rolling Stone. “Observar la diferencia de interioridad entre la interpretación superficial de Styles y la rica de Dawson, y preguntarse si hay olas turbulentas bajo la plácida superficie de Tom es darle demasiado crédito al actor que lo encarna”, concluyó la revista.