La música latinoamericana está de luto. Gal Costa -uno de los pilares de la música brasileña, dueña de una voz y una clase que fue desde el rock y la psicodelia hasta la MPB, el folk y la samba- murió este miércoles a los 77 años. La información fue confirmada por medios como el periódico Folha de Sao Paulo.
La artista tenía en sus últimos días una agenda en plena vigencia. Era uno de los grandes nombres locales para la versión brasileña del festival Primavera Sound, el que se hizo en Sao Paulo el último fin de semana -y que también desembarcará en Chile-, pero su espectáculo fue cancelado a última hora.
Según su equipo, necesitaba recuperarse tras la extirpación de un bulto en su fosa nasal derecha y estaría fuera de los escenarios hasta finales de noviembre, siguiendo las recomendaciones médicas.
La operación se realizó en septiembre, poco después de su paso por otro festival de música de Sao Paulo, llamado Coala. Desde entonces, no había vuelto a dar recitales, pero ya tenía fechas para la gira As Viras Puntas de una Estrella programada para diciembre y enero.
Una figura única
Nacida Maria da Graça Costa Penna Burgos en Salvador de Bahía, el 26 de septiembre de 1945, su madre siempre la alentó a seguir una carrera en la música. Su padre, quien murió en su adolescencia, siempre fue una figura ausente.
Trabajando en una tienda de discos en la capital bahiana, se empieza a conectar con diversos ilustres de la música de su país que por ese entonces también hacían sus primeras armas como autores. De esa forma, a principios de los 60 conoce a Caetano Veloso, encuentro que marcaría para siempre su vida: fue el empujón decisivo para consagrarse a la música.
De esa forma, Costa debutó el 22 de agosto de 1964 en la inauguración del Teatro Vila Velha en Salvador de Bahía, junto a Caetano Veloso, Gilberto Gil, Maria Bethânia, Tom Zé y otros. Ese mismo año participó en la Bossa Nova Velha, Velha Bossa Nova, en el mismo lugar y con el mismo elenco.
Dejó su casa en Salvador de Bahía para irse a vivir a Río de Janeiro con su prima Nívea. Después, alojó en un apartamento en Sá Ferreira, antes de juntarse con amigos en el Solar da Fossa, donde también viven María Bethânia, Caetano Veloso y Paulinho da Viola, con quienes entabla amistad y realizan proyectos artísticos.
A partir de ahí, formaría parte del grupo de figuras que daría nuevos aires a la música del gigante sudamericano, encaminándola por una ruta de renovación a través de la instrumentación contemporánea, voces que exploraban otros timbres, texturas que aludían a diversos colores, un cancionero cuyo sonido se volvió expresivo, experimental y elástico. Es el linaje que llevó al catálogo brasileño a manifestaciones como el tropicalismo. Una verdadera generación dorada.
En su cronología, en 1967 fue lanzado el primer LP, Domingo, realizado junto a su compañero, también debutante, Caetano Veloso, por el sello Philips.
En 1968 participó en el emblemático disco Tropicália ou Panis et Circensis con las canciones Mamãe coragem de Caetano Veloso y Torquato Neto, Parque Industrial de Tom Zé y Enquanto seu lobo não vem de Caetano Veloso, además de Baby de Caetano Veloso, el primer éxito en solitario más importante de Costa, el que se convirtió en un clásico.
En 1969 lanzó su primer álbum solista, Gal Costa, que además de Baby y Divino maravilhoso contenía Que pena (Ele já não gosta mais de mim) de Jorge Ben Jor, y Não identificado de Caetano Veloso, todas grandes éxitos. En el mismo año grabó el segundo álbum solista, Gal, que incluyó los éxitos Meu nome é Gal de Roberto Carlos y Erasmo, y Cinema Olympia de Caetano Veloso. A partir de este álbum se generó el espectáculo Gal!.
En 1970 viajó a Londres para visitar a Caetano Veloso y Gilberto Gil, exiliado por la dictadura militar, y trajo algunas de las canciones incluidas en su siguiente álbum, Legal. De este álbum fueron éxito las canciones London London, de Caetano Veloso, y Falsa baiana, de Geraldo Pereira.
Ahí su personalidad creativa era distintiva: una voz que se imponía sobre una base rítmica resonante, aunque también matizada con suavidad y delicadeza.
Ese maridaje la catapultó como musa del tropicalismo, la intérprete femenina que mejor supo canalizar las composiciones de sus pares, adquiriendo notoriedad también por su sensualidad transgresora, por sus trajes sugerentes o por su frondoso pelo emparentado con la estética “black power” que muchas artistas funk y soul empuñaban en Estados Unidos. En esa época incluso obtuvo comparaciones con estrellas como Janis Joplin.
Índia, de 1973, también es otro de sus grandes títulos, una travesía donde el carácter más vehemente de sus anteriores trabajos es reemplazado por tonos más suaves.
Su vida artística no se detuvo hasta el nuevo siglo y ganó el Grammy Latino a la Excelencia Musical en 2011.
Reivindicó el feminismo en su adultez y repudió las políticas en el sector cultural del gobierno de Jair Bolsonaro. Manejó su vida privada lejos de las cámaras, por ello sorprendió cuando publicó en 2021 en sus redes sociales una foto de su hijo adoptivo Gabriel para felicitarlo por su 16 cumpleaños.
Brasil ha perdido una leyenda.