Ana es una chica que vive con su hermana Julia y sus padres, aunque no siempre es Ana. Prefiere que le llamen Anaconda, pero ese alambicado nombre solo termina usándose a veces. La mayor parte del tiempo debe usar una “chapa”, o un nombre falso que con su poca habilidad memorística suele olvidar. El problema es que nunca debe hacerlo.
A sus padres, con quienes vive en una casa de madera en medio de un bosque, tampoco debe llamarlos por sus verdaderos nombres. La realidad es que son parte de la oposición al régimen de Pinochet y viven en la clandestinidad. La historia de esta familia, vista por los ojos de una chica y relatada de una manera intimista y con sutileza, está en las páginas de MAMBO, publicada por la casa editora independiente Montacerdos, y su autora es la escritora y guionista Alejandra Moffat.
MAMBO, con mayúscula, porque es una sigla compuesta por las letras de las iniciales de la familia de Ana, es una de las novelas más comentadas del 2022. De hecho, la siempre importante opinión de la crítica literaria Patricia Espinosa le dio un comentario elogioso en LUN: “Moffat escribe con soltura, crea atmósferas bullentes en indicios de doble vínculo sobre el estado de la familia y del país, y atrapa la infancia con una prosa diligente, fuertemente vitalista y con un importante dejo de frescura, no obstante el ambiente cargado de signos fatales. La historia de los oscuros 80 es narrada, pese al exceso de aventuras infantiles, con emotividad; la familia jamás se rompe; los padres nunca dan pistas de fracaso y las niñas recogen ese entusiasmo”.
Moffat -quien también se ha desempeñado como guionista en filmes como 1976, Los Hiperbóreos, Antitropical, o La Casa Lobo- cuenta a Culto cómo se originó esta historia. “Un día estaba conversando con María Cerdá, una amiga artista que estaba trabajando un proyecto sobre dictaduras, y me hizo una pregunta muy rara: ¿Cómo eran tus tiempos de espera en la infancia? Yo al comienzo la miré con ojos de huevo frito, pero después me acordé de estar espiando por una ventana, de un perro que actuaba de paciente, de un auto en Los Ángeles, de una biblioteca que quedaba frente a un cerro, de una zapatería que tenía un cubo de cuero. Creo que la pregunta de María empezó a abrir la escritura de MAMBO”.
¿Cómo fue el proceso de escritura?
Soy muy desordenada. Me cae bien el desorden y también las obsesiones. Necesito experimentar mucho, me carga tener estructuradas las cosas de antemano, estructuro un poco para sentir algo de seguridad al empezar un proceso, pero en realidad voy encontrando las relaciones en la propia escritura. Me gusta mucho imprimir versiones, recortarlas, pegarlas en las paredes. Usar fotografías, dibujar, hacer playlist para cada proyecto. Siempre estoy escribiendo guiones en paralelo. La reescritura es el proceso que más disfruto porque hay que afinar mucho el oído para volver a escuchar el ritmo de las imágenes que se despliegan, pero también ser precisa. Entonces me siento como en un laboratorio o en una coreografía que requiere precisión e instinto. Y estar presente.
MAMBO tiene un tono bastante intimista y se centra en Ana y sus vivencias de niña en dictadura. ¿Crees que de algún modo este libro es parte de lo que se ha llamado “La literatura de los hijos”?
Sí, estoy de acuerdo. Al mismo tiempo ayer estaba pensado que es importante no quedarse en una clasificación de las cosas. Lo pensaba a raíz de las películas: esto es una película de terror, un drama histórico…etc. Pero las películas, los libros, las obras de teatro pueden quedar atrapadas en sus clasificaciones y eso me pone nerviosa, es algo que me preocupa, porque creo que siempre hay más capas que no son clasificables y que vale la pena nombrarlas de forma distinta.
¿Cómo escribir sobre padres que viven en la clandestinidad y que resulte creíble?
Había una preocupación mientras escribía, y era pensar en la voz infantil, qué huecos abría esa voz, si sería creíble ese punto de vista, pero supongo que uno tiene que confiar en algún momento en lo que está haciendo, y confiar también es tener claro que uno se equivoca y no le achunta a las cosas. Escribir, entre muchas otras cosas, requiere valentía y confianza.
Sobre lo anterior, ¿cómo trabajaste las vivencias de las personas en la clandestinidad durante la dictadura?, ¿cómo te documentaste?
Entrevisté a dos personas en Valparaíso que son muy importantes para mí. También mientras escribía fue el estallido social, y eso abrió muchas conversaciones con personas que no conocía, estoy segura que en otro contexto esos diálogos jamás hubieran ocurrido. Y todo eso nutrió mucho mi proceso de escritura.
¿Trabajaste este libro en algún taller literario?
Sí, por tres meses asistí a un taller que dictaba César Tejeda que de broma llamamos AA, Autógrafos Anónimos, César es un escritor Mexicano, yo lo conocía por sus libros y artículos que me gustaban mucho, en ese taller él insistía en que debía encontrar un centro gravitacional para MAMBO, yo me rebelaba pero al final lo entendí y me sirvió mucho para no divagar más de la cuenta. También recuerdo con mucho cariño el trabajo con la escritora Sylvia Aguilar que leyó un manuscrito de la novela y me dio comentarios muy precisos para el proceso de reescritura y por supuesto, Diego Zúñiga con quien nos juntamos a conversar sobre la novela varias veces. Y me recordó lo importante de la ternura. Fueron tres personas muy importantes en el proceso de escritura.
¿Algunas lecturas que te hayan sido guías mientras escribías la novela?
Disfruto mucho leer y ver películas porque siento que descanso mucho, me puedo meter en algo completamente distinto y eso es fascinante, como un viaje. No me pasa de estar calificando las cosas mientras soy lectora o espectadora. Eso sería demasiado aburrido, como un ejercicio intelectual en vez de experiencial. Ahora me acuerdo de tres libros que me acompañaron, Autobiografía en Rojo, de Anne Carson que es un libro que amo; Emigrantes, de Shaun Taun que siempre me ayuda a sentir y pensar el ritmo y punto de vista de las cosas; y cuando estaba en la etapa de reescritura Un volcán estalló en el mar, de Carola Josefa que me parece un libro bellísimo, conmovedor y libre. También hay una tabla que me gusta mucho revisar que fue hecha en los años 20 en Rusia para pensar en la edición cinematográfica, se llama “tabla de yuxtaposición de planos” y ejemplifica tipos de tensión que se logran a través de juntar dos imágenes. Generar conflicto a través de dos imágenes. Hice trampa porque eso no es un libro, es una tabla que cabe en una hoja tamaño carta.
¿Cuánto de personal o de autoficción hay en MAMBO?
Yo creo que miti-miti.
Con cuál de los personajes te identificas más?
Me identifico con los ojos de Anaconda, el apetito de Fanny y la cicatriz de Gastón.
Has trabajado como guionista. ¿Cuánto del trabajo en guión se terminó colando en la escritura de esta novela?
Como soy desordenada me cuesta separar las cosas, nunca pienso en las reglas de un documental, o de una animación, o de una ficción. La materialidad de una historia va definiendo las decisiones que se van tomando en el camino de una escritura, el punto de vista define lo que queda fuera de campo y también el humor. La perspectiva de las cosas en MAMBO va cambiando, porque parte más fantasioso y se va definiendo en el camino, teniendo más márgenes esa visión. Siempre pienso en imágenes. Ahora que lo pienso tal vez se cuela muchísimo!
MAMBO se encuentra disponible en las librerías nacionales y en la web de editorial Montacerdos.