De aquellos adolescentes con acné de Whatever People Say I Am… (2006) a esta formación 2022 parecen haber transcurrido siglos de distancia en la carrera de Arctic Monkeys.

En apariencia, los ingleses son los mismos que en su pubertad se juntaban en una sala de ensayo para pasar el rato y divertirse. Pero en el escenario son completamente distintos. Se comportan como una institución del rock, un grupo imperial, que capta la atención de todos los públicos sin siquiera hacer demasiados esfuerzos.

Quizás sea porque en sus dieciséis años el grupo ha pasado por todos los estilos con éxito. Desde el stoner de la mano de Josh Homme en la época de Humbug (2009), al hard rock y la herencia sesentera británica en Suck it and See (2011) hasta su reciente The Car (2022), donde cruzan varios géneros, Arctic Monkeys han alcanzado lo que pocas bandas logran: la libertad comercial.

Su puesta en escena es sobria –apenas un telón de fondo-, como si estuvieran mostrando que están atravesando la treintena y dejaron atrás su tierna juventud. Alex Turner, el vocalista que a veces se muestra profundo como su venerado Scott Walker y, en otras, ligero como un peso pluma, es un frontman con estilo. Posee inflexiones heredadas de los clásicos de los sesenta e interpreta con autoridad, ya sea en el finísimo arranque romántico de There’d Better Be a Mirrorball de su último disco o en el energético rock en Brianstorm de su debut.

Los músicos funcionan como una enciclopedia. En una misma canción, pueden pasar del punk al soul, del hard rock a la balada con justeza y calidad, sin evidenciar las transiciones. Las guitarras suenan bien urdidas y se complementan perfectamente con los demás instrumentos. El público, como en toda esta jornada, se mostró compenetrado. La intensa lluvia le dio una mística al show que la banda supo comprender y valorar.

Hubo canciones para todos los gustos. Desde el riff de War Pigs de Black Sabbath en Arabella a la belleza sosegada de Tranquility Base Hotel & Casino hasta el hit más celebrado, Do I Wanna Know?, con los fanáticos haciendo karaoke. Arctic Monkeys es una versión acabada y contemporánea del rock. Un grupo de tradiciones británicas que no necesita lavarse la cara para mostrar nuevos caminos. Su música aún tiene ambición y cosas que decir. Su efectividad ante las masas es su prueba más categórica.