Una cosa es el pop ligero y otra diferente el que reviste de pulsos categóricos las más evidentes canciones de amor, en un cruce entre sentimiento y baile dispuesto a ganar carácter propio. En ese traspaso inusual la inglesa Jessie Ware se levanta con atractiva prestancia. Su espectáculo en vivo no busca ostentar rasgos de originalidad, mas la carga de elegancia con la que la cantante sostiene sus melodías sinuosas y su compromiso con no dejar flaquear el ritmo le entregó a la tercera jornada de Primavera Sound su primera cita de baile colectivo, en una atípica pista de discoteca: al aire libre y bajo el sol.

Del repertorio conocido hasta ahora en sus cuatro discos, la británica escogió un set que desdeñó baladas a favor del contagio del beat. No requiere para ello de demasiados añadidos: su voz es poderosa, y secomplementa con la de dos coristas y el soporte instrumental suficiente de un trío. Es importante que sobre el escenario se ocupen en todo momento dos bailarines: sus movimientos hacen evidente una invitación directamente física que sin ellos quedaría en la sugerencia sensual de canciones llenas de alusiones al cuerpo, el placer, la compañía.

Estrofas extensas y sugerentes avanzan en constante complicidad con la audiencia, sin necesitar resolverse tan solo en torno a un estribillo adherente. Prima la experiencia por sobre el despliegue de hits. Así, el set no decae, de la largada con Spotlight a la despedida con Save a Kiss, con cumbres de contagio en Free Yourself (adelanto 2022 de su próximo disco) y la irresistible What’s Your Pleasure? (con la más atrevida de las coreografías del set). De Robyn a Dua Lipa, parte del mejor pop bailable lo maquinan hoy mujeres europeas. Jessie Ware recordó que animar la fiesta es exigente, y que entre sus muchas condiciones está la de la adaptabilidad.