Los 80 años de Martin Scorsese: ¿cuál es su mejor película?
El director, guionista y productor estadounidense es uno de los cineastas más destacados de nuestros tiempos. Oriundo de Nueva York y con raíces sicilianas, varias de sus películas son consideradas como verdaderos clásicos, los que ahondan en temáticas como la culpa católica, la redención y la violencia de una forma excepcional. Pero, ¿cuál es su mejor filme? Aunque es difícil de responder, un grupo de críticos consultados por Culto se aventura a definirlo.
Nueva York, 17 de noviembre de 1942. Ese día, ocho décadas atrás, comenzó la existencia de Martin Scorsese, un niño enfermizo criado en el barrio de Little Italy que, por culpa del asma, debió pasar gran parte de su infancia aislado de sus coetáneos. Imposibilitado de salir a jugar con sus amigos, el pequeño Scorsese debió buscar un pasatiempo más tranquilo para pasar sus tardes. Así fue como empezó a frecuentar la iglesia, donde incluso ejerció como monaguillo.
Pero también fue la época donde comenzó a cultivar una de sus pasiones más grandes, y que lo mantiene ocupado hasta la actualidad: el cine. El amor de Scorsese por las películas es de larga data y resulta fundamental a la hora de echar un vistazo a su filmografía, cimentada sobre varias de las cosas que vio a lo largo de su infancia (como la culpa católica, la redención y la violencia de las mafias que rondaban por el barrio), y donde su cinefilia juega un rol fundamental.
Taxi Driver (1976), Toro Salvaje (1980), La última tentación de Cristo (1988), Buenos muchachos (1990), La edad de la inocencia (1993), Los infiltrados (2006) y El lobo de Wallstreet (2013) son algunos de los tantos filmes con los que Scorsese ha demostrado su habilidad detrás del lente, y sin contar sus trabajos como productor y director de documentales. Pero, ¿cuál es la mejor película de Martin Scorsese? A continuación, un grupo de críticos consultados por Culto se aventuran a responderlo.
Christian Ramírez, crítico y fundador del sitio Civilcinema: El irlandés (2019)
Cuando se habla de la mejor película de Scorsese uno queda metido en un aprieto porque se hace pesada la pista, tomando en cuenta la tremenda cantidad de trabajos y lo diversos que son. Por lo general, tiendo a pensar que, en realidad, los clásicos de Scorsese me interesan menos que las películas que ha realizado en la última década. Y, en ese sentido, no creo que nada le gane en términos de coraje, ambición y de maestría a El irlandés.
Tengo la sensación de que es una película que, de cierta forma, no sólo está parada desde 2019 (cuando se estrenó) contestándole o dialogando con toda la carrera de Scorsese, sino que al mismo tiempo dialoga con los fundamentos que pararon a toda su generación. A su generación audiovisual, además de la equivalente en la música o en otras artes. Siento que, en ese sentido, se trata de un filme insuperable.
Ahora bien, qué hace tan excepcional a Scorsese… No es el mejor director de su generación. Ese sería Spielberg. Tampoco es el más intelectual de todos ellos, porque ese sería Schrader. Ni aquel con mejor sentido del espectáculo o capacidad de transformación artística, porque ese sería Coppola.
Quizás lo que tiene Scorsese es que, en cierta forma, viene a ser la amalgama perfecta entre alguien que intentó convertir su vida en cine y alguien que entendió que, en orden a hacerlo, tenía que ocuparse de su entorno, de las preocupaciones de su generación, del fracaso de su generación... Y quizás lo más atractivo es que esa transformación Scorsese la logró, de alguna manera, sintetizando las dos mitades de su carrera. Esa juventud que va hasta Toro salvaje (1980), el período medio que llega hasta Buenos muchachos (1990), el período de consagración que va hasta Pandillas de Nueva York (2002) y luego, el terreno de los 2000 hasta esa década dorada que tuvo en los 2010.
El otro detalle es que, en cierta forma, también es el ejemplo perfecto de lo que podríamos llamar el ‘director posmoderno’. O el primero de los directores posmodernos. El otro gran posmoderno es Tarantino, pero Scorsese, de cierta forma, ha sabido trabajar desde el interior de su arte. Y con una suerte de reserva artística que le sirvió como un gran tanque de gasolina y que ha permitido que, efectivamente, sus filmes más juveniles sean todavía memorables.
Finalmente, yo diría también que una buena parte de su importancia se juega en su amor por el medio y la forma en que ha plasmado ese amor a través de cosas reales, como la conservación cinematográfica. O sea, a él se le debe una multitud de restauraciones, de puestas en valor, de reencuadrajes de obras cinematográficas, de directores y de cinematografía que los estadounidenses no solían relevar, digamos. En ese sentido, su aporte es incalculable.
Alejandra Pinto, crítica de El Agente Cine: Silencio (2016)
Me cuesta decidir cuál es la mejor película de Scorsese, así que te doy mi favorita: Silencio (2016). Y bueno, sí creo que es la mejor película de Scorsese, porque concentra varios de los temas que le interesan al director. Está presente la búsqueda de la fe, de la redención, que, en este caso, es distinta a otros casos en los que tenemos personajes a los que la redención no les importa.
Aquí sí. Hay una forma de acercarnos a eso. También se presentan estas condiciones que nos hacen humanos, y que es algo que Scorsese persigue no solamente en su cine, sino en todas las películas. Además, siento que en Silencio hay una complicidad que es bien patente entre el director, entre sus personajes principales, donde están Andrew Garfield y Adam Driver. Y también mucha complicidad con su director de fotografía, que en este caso es Rodrigo Prieto.
En Silencio queda súper claro el recorrido que ha tenido Scorsese desde el principio de su carrera y que se cristaliza un poco en esta película, que, si bien no es la última, sí da cuenta de un proceso largo de parte de Scorsese para poder seguir desarrollando su rol como autor.
Ahora, por qué creo que es un director importante... Yo diría que para todos los que nacimos en la década de los 70, Scorsese nos ha estado acompañando en nuestras cinefilias, y él mismo ha instalado ciertas cinefilias. Sus orígenes y sus referencias están súper claras en su cine. Y, a medida que vamos viendo sus películas, también nos vamos interesando por otros autores. Creo que, dentro del new Hollywood, Scorsese es uno de los grandes autores, y que sigue siempre súper vigente. Pero, además, es un director que está muy preocupado de seguir buscando, de seguir indagando, de buscar otros tipos de cinematografías.
Preocuparse de clásicos, revisar nuevos clásicos y ponerlos sobre la mesa... Creo que ahí hay un tema donde su máxima, a propósito de que las películas no son cosas simplemente, sino que son la vida, me hace todo el sentido. Y creo que los que nos gustan mucho las películas es imposible que no estemos de acuerdo con eso. Las películas son la vida.
Rodrigo Munizaga, crítico de Culto: Buenos muchachos (1990)
Imposible elegir solo una. Taxi Driver (1976), el Toro Salvaje (1980), El color del dinero (1986), Buenos muchachos (1990) y El Lobo de Wall Street (2013) son las mejores películas de Scorsese. Si debo elegir una, Buenos muchachos. Pero las cinco tienen como común denominador el tema de la obsesión y a hombres con cierta ética y moral. Esos cinco protagonistas podrían ser amigos entre sí. Los cinco buscan “salvar su alma” y saben que sus acciones tienen consecuencias.
En el caso de Buenos Muchachos, es una joya en todos los sentidos: ese elenco maravilloso (Joe Pesci, Lorraine Bracco, Robert De Niro, Ray Liotta, inmensos), un montaje que se enseña en las escuelas de cine, el nivel de adrenalina que provoca ese montaje y elección de canciones. La historia de un chico que siempre quiso ser gangster. Esa recta final, mientras suena Layla, creo que es mi secuencia favorita de la historia del cine. Brillante.
Scorsese fue un cineasta vanguardista en los 70, la edición de sus filmes es uno de sus sellos, el uso de la cámara y de la música. Historias de personajes al límite y la violencia como algo intrínseco en el ser humano. La paleta de colores que suele utilizar. Y su maestría para hacer drama y acción, y también suspenso o comedia. Es el gran referente del cine estadounidense de los últimos 50 años. Tiene un sello copiado, pero jamás igualado: uno ve una escena de acción, el uso de la cámara lenta, a un narrador y una canción de los Stones y dices: ‘Esto es Scorsese’. Una cosa más: Scorsese es un cinéfilo y eso se le nota en cada una de sus películas. Filma con entusiasmo, como si fuera un adolescente maravillado como el cine. Eso se traspasa y lo hace inconfundible.
Lya Rosén, periodista y comentarista de cine, cable y streaming de La Tercera: La edad de la inocencia (1993)
De manera personal, y sabiendo que para la crítica general siempre estarán primero títulos como Buenos muchachos y Taxi Driver, para mí la mejor película de Scorsese es La edad de la inocencia (1993). Esto, porque logra plasmar plenamente en pantalla las convenciones sociales y morales que reprimen o impulsan, según sea el caso, el accionar de los protagonistas de la novela de Edith Wharton, en especial la pasión prohibida entre Newland Archer y la Condesa Olenska.
Una historia ubicada en las antípodas de la violencia y los mafiosos que habitan gran parte de las cintas de Scorsese, específicamente en la sociedad neoyorquina del siglo XIX, marcada por la bella ambientación donde son claves las figuras de un clásico colaborador del realizador, como el director de fotografía Michael Ballhaus junto a la diseñadora de vestuario Gabriella Pescucci.
La pregunta sobre qué hace a Scorsese un director tan esencial daría para una respuesta muy larga, pero si tuviese que resumirlo en algunos elementos claves de su filmografía, a mi parecer es la mezcla de autor y cinéfilo que recorre en sus trabajos, como también su virtuosismo técnico y visual, donde son claves el movimiento de su cámara, el tratamiento único de sus escenas y el manejo de la edición de sus relatos, donde es fundamental su trabajo junto a Thelma Schoonmaker.
Y por supuesto, su mirada a la mafia, que se remonta a sus días como niño en las calles de Little Italy en Nueva York, donde el mundo del crimen era tan real como los juegos con sus amigos. La que ha inspirado títulos claves de su filmografía como Calles peligrosas, Casino, la más reciente El irlandés y su magnum opus: Buenos muchachos. Sin olvidar que también ha dado vida a piezas muy distantes a los capos mafiosos, que se mueven entre el drama, la aventura, el suspenso, la realidad, la comedia negra, el documental y la controversia, como La edad de la inocencia, La última tentación de Cristo, El rey de la comedia, Toro salvaje, Taxi Driver, Después de hora, El último vals y El lobo de Wall Street, por nombrar algunas.
Héctor Soto, crítico de La Tercera: Toro salvaje (1980)
¿Su mejor película? Quizás las más perfectas sean Buenos muchachos y El lobo de Wall Street. La más demencial, Taxi Driver, que a comienzos de los años 70 rompió todos los esquemas de la industria y planteó que Estados Unidos estaba convirtiéndose en una sociedad enferma. Pero la más perturbadora para mi gusto es Toro salvaje, la historia de un personaje detestable y brutal que debe perderlo todo antes de encontrarse a sí mismo.
Los 80 años de Scorsese son importantes porque obviamente es hoy por hoy el mejor de todos los directores de cine en actividad. Y lo es por mil razones: por la magnitud de su obra, por amplitud de sus registros, por su dominio de distintos géneros fílmicos, por su capacidad para hacer películas grandes y chicas sin perder casi nunca los rasgos que lo caracterizan. Por su vitalidad, por el sello inconfundible de todas sus películas, por sus afinidades con el lado oscuro de la vida, por su rescate en absoluto beato de la tradición cinematográfica; en fin, también por su activismo en defensa del resguardo del cine clásico…
Rodrigo González, crítico de Culto: Buenos muchachos (1990)
Difícil pregunta. Creo que mis preferidas son Taxi Driver, Toro salvaje y Buenos muchachos. También tengo debilidad por La edad de la Inocencia y La última tentación de Cristo. Pero me quedo con Buenos muchachos, porque es la película en que fondo y forma llegan a un perfecto maridaje. Todo lo que pasa aquí en términos argumentales tiene correlación con un estilo y un ritmo nervioso de filmar: el montaje es abrumador, la música es desbordante, la fotografía da vértigo y desde los créditos iniciales hasta la última toma hay cuidado y sentido.
La película empieza de manera inmejorable y uno puede pensar que va a ser difícil mantener ese nivel y respiración por casi dos horas y media. Al final, Scorsese termina más arriba aún, primero con el protagonista Henry Hill (Ray Liotta) rompiendo la cuarta pared y desafiándonos y luego con Tommy DeVito (Joe Pesci) muerto de un tiro en la nuca. Con todo respeto, creo que por muy buenas que sean las cintas siguientes de Scorsese, nunca volvió a conseguir este nivel.
Sobre lo que hace a Scorsese tan importante: en primer lugar, recoge estilísticamente todo lo que absorbió de Jean-Luc Godard, John Cassavetes y Roberto Rossellini. Era gente que filmaba en la calle, con los recursos del momento y de manera provocadora. Hacían mucho con lo que había, como los buenos chefs, si es que se acepta la comparación. Eso nos da familiaridad porque nos hace pensar que cualquiera puede hacer una película si es que tiene condiciones.
De paso, nos cuenta historias cercanas, pertinentes y con las que nos podemos identificar. En segundo término, logró incorporar en sus propias películas toda su admiración por el cine clásico de Hollywood a través de guiños, citas u homenajes abiertos. En tercer lugar, ha sido capaz de mantenerse en actividad durante casi seis décadas sin mostrar signos de envejecimiento: esa energía siempre será contagiosa para las nuevas generaciones.
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