Columna de Marcelo Contreras: ¿No toques el original?
El paso de las décadas y el desarrollo de nuevos soportes y avances en el audio, obliga a adecuar catálogos clásicos. La batuta la lleva The Beatles con el trabajo de Giles Martin y los nuevos mixes en la discografía de los Fab Four -el último fue Revolver a fines de octubre-, despertando debates sobre si vale o no la pena someter material tan representativo de una época, a esa clase de tratamientos.
Cuando visitas un museo los cuadros no están simplemente colgados en la pared acumulando polvo. Son restaurados, la luz va direccionada, hay información en distintos formatos incluyendo audio o guías que contextualizan y explican la relevancia de la obra y sus avatares, en especial cuando se trata de clásicos. En la exhibición del Guernica en el museo Reina Sofía de Madrid, se revelan detalles del atentado con spray rojo a la monumental creación de Pablo Picasso, brutalidad ocurrida en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York en 1974, y el posterior proceso de recuperación. El esfuerzo por minimizar el daño a una de las obras de arte más significativas de todos los tiempos, para el acervo de nuevas generaciones, conmueve.
En la música popular, el equivalente a ese proceso de curatoría, mantenimiento y mejora sucede con las remezclas y remasterizaciones. Estas últimas, se aplican desde el surgimiento del disco compacto en los 80. El paso de las décadas y el desarrollo de nuevos soportes y avances en el audio, obliga a adecuar catálogos clásicos. La batuta la lleva The Beatles con el trabajo de Giles Martin y los nuevos mixes en la discografía de los Fab Four -el último fue Revolver a fines de octubre-, despertando debates sobre si vale o no la pena someter material tan representativo de una época, a esa clase de tratamientos.
Según un artículo de The Guardian, detrás de la iniciativa prima el interés por atraer audiencias más jóvenes -el target más activo para escuchar música-, en general reacio al material que suena viejo, no así su antigüedad. Como prueba, figura el éxito de Fleetwood Mac con Dreams en Tik Tok, un hit exquisitamente grabado en 1977.
El trabajo de Martin, lo mismo Steven Wilson, el artesano favorito de las grandes instituciones del prog rock y del artpop de los 80 para remezclar álbumes históricos, desde King Crimson a Tears for fears, no implica sumar instrumentación y regrabar como se solía hacer con la música en vivo (“lo borramos todo excepto la batería”, contó Tony Visconti sobre Live and dangerous de Thin Lizzy, publicado en 1978). Wilson ha sido explícito sobre su función. “No intento cambiar la esencia de un álbum o los recuerdos de la gente cuando hago una remezcla”, declaró a Guitar Player. “Se trata más bien de restaurar”.
Con The Beatles, los relanzamientos incluyen las versiones originales, y material extra documentando el proceso de composición y arreglos. El oyente puede elegir la opción de su preferencia, las alternativas conviven. Así se abren nuevas discusiones y ángulos para comprender a la mayor banda de todos los tiempos, y se integran nuevos públicos. Por cierto, pasado el entusiasmo inicial de redescubrir Revolver en formatos como Dolby Atmos con su audio inmersivo -una experiencia sónica en 360º que prácticamente jubila al viejo paradigma del estéreo-, no parece tan descabellado quedarse con la reedición de 2009, o el registro mono original. Todo es cuestión de gustos y opciones. Cada quien toma lo que quiere.
En el pasado, muchos artistas regrababan sus primeros éxitos creyendo superar al original por las cualidades técnicas del momento, una quimera imposible. Ahora la tecnología permite escuchar mejor sin necesidad de reinterpretar ni agregar nada, solo quitar el polvo del tiempo para realzar lo escondido y los detalles.
Soñar con remezclas y remasterizaciones de los primeros discos de Los Jaivas, La Cultura de la Basura (1987) de Los Prisioneros o Se Remata el siglo (1993) de Los Tres -material clásico que merece segundas oportunidades sonoras-, no cuesta nada.