No es un episodio del que hablara mucho públicamente. Es más: lo consideraba un pasaje oscuro tanto de su vida como de la historia reciente de su país.

Hace poco menos de una década, el fallecido trovador cubano Pablo Milanés -quien murió este martes a los 79 años en Madrid- comenzó a entregar mayores detalles a la prensa de su paso por los campos de concentració de Cuba en pleno período de la Revolución.

“Siempre lo recuerdo, pero nadie lo refleja nunca. Hago muchas entrevistas en Cuba y cuando hablo de la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) es como si hablara del diablo, porque es una pena que se lleva dentro, no han podido corregirla ni pedir perdón tampoco por lo que hicieron. Y fue condenar a miles de muchachos jóvenes a campos de concentración simplemente porque pensaban libremente, ni siquiera porque pensaban lo contrario, sino porque eran librepensadores y tenían opiniones. Y no hablemos más de eso, porque fue un asunto muy muy oscuro de la historia de la Cuba revolucionaria: hubo campos de concentración. Fueron 50 mil jóvenes los que estuvieron en los campos de concentración, y entre ellos yo también”, dijo en 2018 en entrevista con Culto.

Consultado por qué tras ese complejo momento siguió creyendo en le proceso revolucionario impulsado por Fidel Castro, el músico fue tajante: “Porque yo soy revolucionario. Ellos no, yo sí”.

¿Y esperaba un perdón del gobierno de la isla ante el hecho? “No. He dicho que pidan perdón, pero no lo han hecho”, soltó.

Antes, en 2015, también profundizó en el tema en diálogo con el diario español El País: “Nunca me han preguntado tan directamente sobre las UMAP (irónicamente Unidades Militares de Ayuda a la Producción). La prensa cubana no se atreve y la extranjera desconoce la nefasta trascendencia que tuvo aquella medida represora de corte puramente estalinista. Allí estuvimos, entre 1965 y finales de 1967, más de 40.000 personas en campos de concentración aislados en la provincia de Camagüey, con trabajos forzados desde las cinco de la madrugada hasta el anochecer sin ninguna justificación ni explicaciones, y mucho menos el perdón que estoy esperando que pida el Gobierno cubano. Yo tenía 23 años, me fugué de mi campamento —me siguieron 280 compañeros presos más de mi territorio— y fui a La Habana a denunciar la injusticia que estaban cometiendo. El resultado fue que me enviaron preso durante dos meses a la fortaleza de La Cabaña, y luego estuve en un campamento de castigo peor que las UMAP, donde permanecí hasta que se disolvieron por lo escandaloso que resultó ante la opinión internacional”.

“De allí, después de leerme Un día en la vida de Ivan Denisovich, de Aleksander Solzhenitsyn, que me envió un amigo, me di cuenta de que las ideas de un revolucionario no se desvían por los errores que cometen los dirigentes. De allí salí más revolucionario. La UMAP no fue un hecho aislado. Antes de 1966, Cuba se alineó definitivamente a la política soviética, incluyendo procedimientos estalinistas que perjudicaron a intelectuales, artistas, músicos. Según la historia, en 1970 comenzó lo que se llamó el quinquenio gris, y yo digo que realmente comenzó en 1965 y fueron varios quinquenios”.

En 2020, volvió a referirse al tema, esta vez en un documental y parte de su testimonio fue difundido por el portal Diario de Cuba, donde comentó que incluso los juntaban con presos comunes, recibiendo distintas clases de órdenes.

“Me sentía revolucionario. Y cuando me engañaron de aquella manera, me mandaron un telegrama donde me decían que había sido elegido para el servicio militar, y fui elegido para un campo de concentración. Para un muchacho de 23 años eso fue brutal”, recordó.

“En realidad los que lo pasaban peor aún eran los homosexuales. Una tarde se aparecieron camiones. Con una lista, unos oficiales, nombrando personas en una operación relámpago. Eso ocurrió en todos los campos de Camagüey, la misma tarde, cronometrado. Los recogieron a todos y los llevaron para guetos lejanos, y los aislaron juntos todos ellos”, completó el artista