Charly se ve hastiado y pregunta si alguien anda con marihuana.

Así comienza el relato del músico y compositor de Los Bunkers, Mauricio Durán, en su nuevo libro de memorias Canción para mañana.

Enseguida, otro integrante de la banda penquista arma un porro y se lo pasa a García para que éste lo haga circular.

El grupo comparte en el segundo piso del extinto restaurante La Terraza de Plaza Ñuñoa.

Es la noche anterior a que el hombre de “Tu vicio” se presente en el Estadio Víctor Jara.

Entonces, el argentino decide quebrar el hielo:

—Me tienen las pelotas hinchadas con ustedes.

Abajo, los hermanos Durán, Mauricio y Francisco. Arriba, los López, Gonzalo y Álvaro ubicados en los extremos. En el centro, el baterista Mauricio Basualto. Con ustedes, Los Bunkers.

Atardecer en Ñuñoa (o Charly y los Kinks)

Formados desde sus inicios por Mauricio Basualto, Álvaro López y su hermano Gonzalo, Mauricio y su hermano Francisco Durán; Los Bunkers responden riendo.

“Los muchachos son expertos en The Kinks”, interviene alguien del sello EMI y Charly decide ponerlos a prueba.

—¿Conocen “Apeman”?

“Le decimos que por supuesto”, relata Durán en su libro y la cara del de bigote cambia.

—Lo que pasa es que yo desconfío de los músicos.

Dice Charly evaluando a los chilenos. Pero Francisco le replica que ellos también y que no son músicos.

—Excelente respuesta.

“Así que básicamente chupamos, comimos y fumamos con él”, sintetiza el chileno en un libro que es, al mismo tiempo, las memorias de su grupo Los Bunkers.

Mauricio Durán escribe en Canción para mañana una aguda observación del músico argentino.

—Se notaba que las conversaciones generales le resultaban aburridas.

Y añade un dato: “Prefería concentrarse y tener charlas específicas, sobre todo con María Gabriela Epumer, con quien su complicidad era evidente”.

Charly y la fallecida guitarrista María Gabriela Epumer, pieza fundamental del engranaje de su banda.

“Charly adora toda la british invasion y es un conocedor casi enciclopédico de ese periodo”, explica a La Tercera su biógrafo, el escritor argentino Roque di Pietro.

“Es como un arqueólogo pop en el sentido de divulgador de una música que él adora”, cuenta el autor de los dos volúmenes del libro Esta noche toca Charly, “desde los Byrds con ‘Me siento mucho mejor’ hasta Todd Rundgren y Left Banke, y antes Erik Satie, que ya es otro palo pero la operación tiene la misma dinámica”.

Di Pietro cuenta que el músico argentino planeaba grabar un Casandra Lange 2, es decir un nuevo disco de versiones con el nombre de su banda, “y tenía en carpeta ‘Waterloo sunset’” de los ingleses.

“Incluso hay grabaciones de ese tema, una versión extraordinaria que no está traducida. Ahí está el parentesco más estrecho de Charly con los Kinks”.

Además, cuenta di Pietro, “Charly es recontra fanático de Nicky Hopkins, como bien atestigua una foto de cuando vino como pianista de Joe Cocker, acá a Buenos Aires, en 1977″:

Agosto de 1977: el pianista Nicky Hopkins en Buenos Aires como parte de la banda de Joe Cocker. A punto de cenar en el backstage del Luna Park, lo rodea Charly García (quien además le entrega una copia de Instituciones). Foto del libro Charly García, de Daniel Chirom.

(Entre paréntesis I

El biógrafo de Charly se refiere al pianista de varios de los éxitos de los Kinks y session man del grupo de Ray Davies, que incluyó su rúbrica entre los nombres capitales de la música inglesa: de los Beatles a los Stones, pasando por The Who y Jeff Beck.)

“En homenaje a él, el estilo de Charly para tocar rock en el piano, o el rhythm and blues, viene de Nicky Hopkins”, cierra Roque.

Terminada la camaradería con Los Bunkers, Charly dijo que quería tocar.

Es solo rock and roll

Según Durán, Óscar Sayavedra de EMI propuso La Batuta como opción y consiguió los instrumentos para los músicos a través de la banda Solar, que tocaba ese día.

A su llegada al mítico recinto de Ñuñoa, la gente y los músicos quedaron estupefactos.

“Charly atravesó el salón entre medio del público y se subió por el frente al escenario, mientras sus músicos lo seguían en una suerte de procesión”, cuenta Mauricio Durán.

El compositor y guitarrista de Los Bunkers, Mauricio Durán, autor de Canción para mañana.

—Era un momento bien raro para nosotros.

Recuerda Alejandro Gómez, líder de Solar y productor de esa mítica fecha en La Batuta.

—Habíamos echado al guitarrista y teníamos una fecha comprometida con Matorral. Estábamos en proceso creativo (de su disco Sentido común) y me llamó Óscar Sayavedra. Me dijo que Charly quería ir a La Batuta. Y que si le podíamos prestar el backline, o sea pasar los equipos. En ese entonces con mi pareja éramos productores y Macarena me insistió en pedir un cheque en garantía, por si Charly destruía los instrumentos. Y fue un tira y afloja hasta última hora.

Los miembros de Solar, con Alejandro Gómez al frente.

En charla con La Tercera, el músico de The Versions y que hace poco presentó su proyecto Allez, cuenta que decidieron no decirle a los demás integrantes hasta que García apareció en el mismísimo camarín.

—Todos quedaron petrificados y perplejos mirándolo y Charly ni se dio por aludido. Es alto Charly, los dedos largos, unas manos como de extraterrestre. Y no pescaba a nadie. Le pasé una silla y a los minutos alguien le preguntó por qué música estaba escuchando. “Che, el rock se acabó. Lo último fue Nirvana y Velvet Underground”, empezó a decir. Hasta que la Maca le ofreció algo para tomar y fue el único momento en que lo vi sonriendo. “Un whisky y coca-cola. Separados”, le dijo.

El grupo Matorral abrió esa noche y Alejandro Gómez recuerda que, tras bastidores, Charly escuchaba atentamente.

—En un momento Charly dijo “ese es un Mi” y Bernardita Martínez (bajista de Guiso) le tiró: “No Charly, es un La”, para puro contradecirlo. Entonces se picó y salió. Se fue directo al escenario y tomó el bajo de José (Domínguez, de Solar).

Según Gómez, la gente de La Batuta todavía no entendía lo que estaba pasando.

—Charly se pone a hacer el riff de “Rain” de los Beatles, y de a poco se iban metiendo los integrantes de la agrupación. Fue como una coreografía. Partió solo el primer minuto y medio, y después se mete María Gabriela Epumer y lo empieza a acompañar el resto de la banda. Hizo un par de covers más. La gente estaba en éxtasis. Yo vi todo a un costado del escenario y fue increíble.

Charly en su período Say No More.

Arrancaron con su versión en español de “Rain” de los Beatles, pero según el libro de Mauricio Durán el resto de la noche “era notorio que se le habían pasado las cucharadas”.

“Empezó a insultar al público y a darse con una pala arriba del escenario, así que me aburrí y me fui”, escribe el músico de Los Bunkers.

Alejandro Gómez tiene otro recuerdo y destaca a los chilenos de la banda, el baterista Toño Silva, el guitarrista Kiuge Hayashida y el bajista Carlos González, y el conocimiento musical “casi enciclopédico” de la fallecida guitarrista argentina María Gabriela Epumer.

—Yo no lo vi poniéndole esa noche, pero quizás cuántas otras noches lo vio Mauricio Durán. Yo no lo recuerdo así como arriba de la pelota. Andaba tranquilo, de hecho, hasta que se subió al escenario. Y se mandaron un set que dejó en mí una imagen como de otro mundo: estaba La Batuta en éxtasis y Charly, que había estado todo el concierto sentado, se para y empieza a tocar “No se va a llamar mi amor” (de Piano bar). Fue impresionante. Después nos devolvieron los instrumentos y se portaron fantásticos.

Influencia

Afianzando su consistencia como grupo, Los Bunkers, que venían de lanzar el disco Canción de lejos, abrieron su show con una presentación impecable al día siguiente.

En el Estadio Víctor Jara hicieron “Entre mis brazos” acompañados del productor de su reciente disco, Álvaro Henríquez, y un set que incluyó temas como “Fantasías animadas de ayer y hoy”, “Miño” e incluso un homenaje al dueño de casa, con “El derecho de vivir en paz”.

“Como sucedió con Los Bunkers desde que irrumpieron en la escena chilena, siempre se mostraron y comportaron como un grupo aparte: profesionales, afilados, de una arquitectura sonora impecable”, explica Claudio Vergara, editor de Culto y uno de los asistentes a aquella jornada.

Luego sigue: “Y aunque quizás no parezca a la primera, esa noche tenían mucho que ver con Charly, como dos artesanos de la canción en nuestro idioma que se encuentran en distintos puntos de su trayectoria: los penquistas en pleno despegue y ebullición, con la fuerza natural de los primeros años; el argentino en el atardecer de su trayectoria, quemando los últimos cartuchos de un curso artístico inigualable”.

(Entre paréntesis II

Hay que poner en contexto lo mostrado a continuación por Charly García.

Cuando vino a Chile casi un año atrás, el 30 de octubre de 2001, el Estadio Nacional fue testigo de su temperamento impredecible. Esa noche 15 mil personas se reunieron en la “Caravana por la vida”, un acto musical para mantener viva la memoria en relación a los delitos de la dictadura. Pero esa noche, antecedido por Illapu y Sol y Lluvia, García simplemente no se presentó.

Una nota de El Mercurio reveló que Charly retrasó el inicio del evento, fijado a las 19 horas, porque llegó una hora tarde a probar sonido, y se retiró a la espera de su actuación. Pero tampoco quiso abandonar el hotel donde aguardaba por su turno.

Fue al cierre del evento, tras las disculpas entregadas por la producción, que Charly llegó al Nacional para cantar. Eran la 01:45 horas y el sonido y la luz del recinto estaban cortados, pero el argentino subió al escenario para comenzar su actuación, ante unos cinco mil entusiastas a los que dejó perplejos.

Finalmente, tras unos minutos de discusión, García debió retirarse del estadio, molesto por no haber podido tocar. Su manager, Marcelo de la Valle, culpó a la producción. “Cuando nos tocó a nosotros no se pudo tocar y nos dijeron que era porque habíamos llegado tarde”, dijo a radio Cooperativa. “No queremos pensar que hubo mala intención, no se pactó lo que habíamos arreglado. No sabemos si a esta gente le ha ido muy mal con el proyecto. Ha sido increíble lo que sucedió”.)

Charly en el Estadio Chile.

Encuentro con el diablo

“Al rato salió Charly y dio un show de la puta madre”, sintetiza en su libro Mauricio Durán sobre lo ocurrido en el Víctor Jara.

Abrió con “Confesiones de invierno” de su etapa Sui Generis y cerró con “Influencia”, el tema que nombra al disco que vino a presentar y es una versión del original de Todd Rundgren.

“Es la única vez que lo vi en vivo, desde un costado del escenario”, recuerda el compositor de Los Bunkers. “Tuve la suerte de que tocó un set generoso y en perfecta forma”.

Según las crónicas de la época, el show de García despachó clásicos de su discografía como “Rezo por vos”, “Yendo de la cama al living”, “Promesas sobre el bidet” y la sentida “I’m not in love”, en un nivel superlativo.

“Fue quizás el último gran concierto que dio Charly acá en Chile: sin fisuras, sin puntos bajos, sólido, robusto, como en sus mejores tiempos, bailando, desplegando histrionismo puro, vestido de rojo aterciopelado y con zapatos de charol”, recuerda el periodista Claudio Vergara.

Luego agrega: “No lo volvimos a ver más así, después sus presentaciones se volvieron más erráticas y golpeadas por la natural merma del tiempo. Pero esa noche de 2002 es carne de hito: Charly en su mejor encarnación adulta repasando todo su catálogo y las excelentes canciones de Influencia en la segunda parte del espectáculo, también su última gran aventura creativa”.

“Probablemente lo hayan vivido como una revancha”, escribe su biógrafo Roque di Pietro en el capítulo de Esta noche toca Charly dedicado al show. “Por supuesto, como siempre, los primeros versos de ‘Demoliendo hoteles’ en Chile son: ‘Yo que nací con Pinocho…’ La gente canta con tanta euforia y presencia que hace que la banda y el propio García no puedan seguir el arreglo estipulado”.

Luego, di Pietro cierra con un mensaje para los arqueólogos del futuro: “Cuando las personas que manejan la carrera discográfica de Charly García decidan realizar una antología en vivo de los años Say No More, busquen material en este concierto chileno por favor”.

El libro de memorias musicales de Mauricio Durán.