“¿Qué es lo peor que te ha pasado?”.
El productor número uno del momento, campeón mundial en ventas y halagos de la crítica, desliza esta pregunta como puntapié a quienes requieren su talento, mayoritariamente mujeres. Para Jack Antonoff (38) es imposible colaborar con artistas que no tengan un profundo enlace emocional con su obra. Por lo mismo, aunque ha producido y compuesto para la mayoría de las más grandes estrellas de los últimos años como Taylor Swift, Lorde, Lana Del Rey, St. Vincent y Pink -cada una dispuesta a sincerarse en sus canciones, sin perder de vista los ránkings-, no funcionó con Rihanna, acostumbrada a participar de una cadena productiva musical donde su compromiso se remite a la voz y el carisma.
Antonoff exige algo más que eso. Necesita, por ejemplo, que Lorde pueda explicar en Liability los costos de la fama -”así que se alejan, hacen otros planes, lo entiendo, soy un lastre”-, o que Taylor Swift se sincerara sobre cuánto le afecta la mala prensa, junto con dedicar unas líneas a Kanye West -”no me gustan tus jueguecitos”-, como ocurrió en el mega hit Look what you made me do.
Para St. Vincent, que en Masseduction (2017) reveló tormentosos romances, la relación profesional con el productor significó un giro radical. “Decir que cambió mi visión de la música sería quedarse corto. Cambió mi visión de la vida”, declaró a The Guardian. El método de Antonoff para volcarse creativamente es “ir al corazón, ir a la yugular”, según la cantante y guitarrista. “La ironía es la muerte emocional”.
“A veces se sienta al piano y ambos empezamos a improvisar y la canción parece crearse sola”, reveló Taylor Swift a The New York Times. “Su entusiasmo y exuberancia a la hora de escribir canciones es contagioso”.
La actual reina del pop suma nueve años de discografía junto al productor. En una primera etapa, Antonoff produjo algunos singles de la cantante como Out of the woods -un corte sobre ansiedades y amores incompletos-, hasta que a partir de Reputation (2017) se convirtió en su socio creativo. Lover (2019), Folklore (2020) y el reciente Midnights son trabajos codo a codo en escritura, arreglos y producción.
“Taylor es la primera persona que me dejó producir una canción”, contó Antonoff. “Antes de Taylor, todo el mundo decía: ‘no eres un productor’. Fue necesario que Taylor Swift dijera: ‘me gusta cómo suena esto’”.
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Perfiles y entrevistas describen a Jack Antonoff como una especie de Woody Allen del pop, un manojo de nervios con lentes de marco grueso y zapatillas carreteadas. Sufre depresión, tiene un temor patológico a los gérmenes, y es proclive a las novias famosas como Lena Dunham, su pareja por cinco años, Scarlett Johansson y Margaret Qualley, la actriz hija de Andie MacDowell.
Nacido en New Jersey y de origen judío, vivió con sus padres hasta los 27 años. Se acostumbró a componer en su habitación y ese ambiente intenta replicarlo mientras sesiona, trabajando de preferencia con amistades.
Su antiguo dormitorio fue reproducido con extraordinaria exactitud en un remolque para irse de gira. ¿Un nerd? Absolutamente.
Ha declarado fanatismo por el cine de John Hughes, el director de clásicas comedias generacionales ochenteras sobre adolescentes blancos acomodados y ligeramente desadaptados como Breakfast Club (1985), Un experto en diversión (1986) y La Chica de Rosa (1986).
El link con los ochentas cala directo en su estética musical de retumbantes baterías programadas, sintetizadores, guitarras cristalinas, y una fijación absoluta por componer estribillos que se graben para siempre. Sin embargo, Antonoff utiliza los ochentas lejos del ánimo revivalista, sino como un trampolín que le permite citar distintas épocas y estilos. La década más socorrida en el pop de los últimos 20 años, es su base de operaciones para moverse en el tiempo, y sonar absolutamente moderno y clásico a la vez.
Crecer frente a La Gran Manzana también definió su carácter musical. “Nueva Jersey es un estado raro (...) que abraza a la mejor ciudad del mundo”, reflexiona. “Estás ahí, pero no estás ahí. Todo es posible, pero nada es posible. Por eso la música de Nueva Jersey tiene esa desesperación, el sonido de la esperanza y la desesperación”.
“Todo lo que he escrito”, asegura, “proviene de ese sentimiento”.
La música también representa una manera de lidiar con la pérdida. Cuando estaba terminando la secundaria, su hermana Sarah murió de cáncer cerebral. Tenía 13 años. “Eso me cambió para siempre”.
“Me sentí obligado a contar esa historia. Es lo que me hace sentir que tengo una razón para vivir”.
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Hacia fines de los 90 los intereses musicales de Jack Antonoff no tenían nada que ver con los 80, sino con Green Day y la consiguiente camada pop punk. La música de ránkings no era de su interés, y ese ánimo se expresó en la banda hardcore Outline. En 2002 formó Steel Train con un carácter más indie. Lanzaron un par de álbumes y tuvieron apariciones en Coachella y el late show de David Letterman, hasta separarse en 2013 cuando Antonoff ya era parte de Fun, junto al cantante Nate Ruess y el tecladista Andrew Dost.
En ese momento disfrutaban del fenomenal éxito del single We are young, parte del segundo álbum Some nights (2012). Fue número uno del Hot 100 de Billboard, Glee le echó el guante, y se utilizó en una campaña publicitaria de Chevrolet, para ganar finalmente como canción del año en los Grammy de 2013.
“Recuerdo que inmediatamente, inmediatamente, me sentí como ‘no quiero tocar ‘We are young’ cuando tenga 35 años. No quiero ser definido por esto’”.
Entonces formó Bleachers, su actual banda que, en rigor, es su carrera solista.
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En 2017 una columna del sitio Stereogum vaticinó que “en el futuro todos los álbumes serán producidos por Jack Antonoff”. Profecía cumplida. En marzo de este año Jaxsta, la mayor base de datos de créditos musicales del planeta, concluyó que su nombre encabeza el listado de los más exitosos del rubro, en el periodo marzo 2021 a febrero de 2022. El éxito de Midnights probablemente extenderá la racha.
A la fecha, el nombre de Jack Antonoff está vinculado a siete premios Grammy, incluyendo la categoría productor del año obtenida en la última ceremonia.
Aunque experimentamos una era de escucha musical fragmentada en singles y samples insertos en videos de corta duración viralizados por Tik Tok, la filosofía de Jack Antonoff apunta a privilegiar el formato larga duración.
“En los últimos años, he puesto toda mi energía en hacer discos”, aseveró a The New York Times en 2020. “Eso es en lo que creo. He tenido éxitos, pero no quiero entrar en sesiones en las que persiga un éxito. Además, los éxitos van y vienen. Las grandes canciones, los grandes álbumes, duran para siempre”.
En ese sentido, Antonoff es un nostálgico de otras eras, contrario el uso de datos y directrices para guiar la composición, como suele ocurrir en el pop. Su foco va hacia los melómanos. “Estoy muy centrado en la gente que ama obsesivamente la música y vive y muere por ella”.
“Ese 10% que va a ver a Frank Ocean en los estadios”, continúa, “ese 10% que va a ver a Lana (...), ese 10% que se conoce todos los cortes de Springsteen, más allá de los éxitos. Sin ofender a todos los demás, pero esa es mi gente. Para ellos hago música”.
La filosofía de Antonoff confía en que el pop debe ser alimentado por “la novedad, la emoción, la innovación”.
Cree que el carácter omnipresente de la música popular no da licencia para ofertar malos productos. “No puedes escapar de la música pop; la ponen en el aeropuerto, en el taxi, en todas partes”, dice. “Así que cuando escuchas cosas que son estúpidas, te duele”.
Aunque alguna prensa ha deslizado que el estilo de Jack Antonoff se impone en demasía con las artistas que colabora, el productor descarta ser una especie de titiritero. “Las mujeres con las que trabajo son poderosas. No estoy ahí diciéndoles lo que tienen que hacer”, asevera. “Estoy en un viaje con ellas”.
“En ningún caso me siento una mujer”, sigue. “Me siento muy masculino. Pero cuando escribo no pienso en Lou Reed o en Bowie. Pienso en Kate Bush, Björk, Fiona Apple. Siempre me han atraído mucho las artistas femeninas que son brutalmente honestas”.