“Todavía quedan restos de humedad/ sus olores llenan ya mi soledad/ En la cama su silueta/ se dibuja cual promesa/ de llenar el breve espacio/ en que no está”.
De esa manera -nostálgica, evocativa, lacerante ante la ausencia, remarcando lo imperfecto de las relaciones humanas- se inicia unas de las piezas más emotivas del catálogo latinoamericano: El breve espacio en que no está, la canción que Pablo Milanés escribió en 1984, ya consagrado, cuando su obra ya formaba parte del canon musical en nuestro idioma.
Desde su irrupción hacia los años 60, Pablo Milanés fue protagonista fundamental de la Nueva Trova Cubana, ese movimiento que junto a otros como Silvio Rodríguez y Noel Nicola le dio nuevos aires a la música de la isla, adquiriendo mayor activismo político y domicilio en la izquierda, pero también otros contornos creativos, cercanos al jazz, al bolero o al son. Una música que se hizo amplia y profunda, llena de otros espesores y lenguajes, clave para el advenimiento de una generación completa de autores al sur del mundo durante los 70 y 80, en pleno período de dictaduras: por supuesto, Chile tiene mucho qué decir al respecto.
Sin embargo, Milanés nunca abandonó el vínculo con la sensibilidad amorosa, con el canto romántico, con el goce que experimenta la experiencia humana a partir del más universal de los sentimientos. De la ausencia a la nostalgia, su repertorio se llenó de alusiones íntimas que le dieron otros pliegues a su pluma.
“Todavía yo no sé si volverá/ nadie sabe al día siguiente lo que hará/ Rompe todos mis esquemas/ no confiesa ni una pena/ no me pide nada a cambio/ de lo que da”, sigue su letra.
El mismo Milanés reveló años después el significado de una de sus composiciones esenciales: “En el amor de la pareja humana hay que luchar por ser feliz ya que no es perfecto, como no es perfecta ninguna manifestación del ser humano. Yo escogí, si se quiere, la parte más difícil de esa relación como es la convivencia cotidiana. Ese tema siempre está en mis canciones. Me gusta ahondar, tocar la llaga de lo que es la relación. Esto no quiere decir que sean experiencias personales aunque pueden serlo....”, dice en declaraciones recogidas por su Facebook.
Está claro: el cubano inmortalizó esas líneas pensando en el carácter áspero, impreciso e imperfecto de toda relación amorosa, donde conviven tanto la plenitud como la incertidumbre, la felicidad como el misterio, lo eterno y lo insondable.
Luego, en declaraciones también recogidas por la red social, profundiza: “Me gusta experimentar en ese punto donde se habla poco en la canción romántica donde casi siempre hay una tendencia a mostrar lo más superficial que es: -Te quiero mucho-, - Tú me adoras- o -Si me deja me muero-. Y me parece que hay muchas manifestaciones honrosas y dignas del amor para expresarlas también en canciones y esa es una de las líneas que yo he escogido...”.
Por ese lado, el trovador le canta al costado menos lógico de todo lazo sentimental y se escapa del romanticismo más obvio que, por ejemplo, había expandido la balada latina por esos mismos años.
“La prefiero compartida/ antes que vaciar mi vida/ No es perfecta, más se acerca/ a lo que yo, simplemente, soñé...”, culmina su letra.
Un himno que, en su grandeza y solemnidad, se presta para las más múltiples lecturas.