El escritor y periodista cubano Pedro Juan Gutiérrez (72) decide encuadrar la figura de Pablo Milanés en un solo concepto: “Un hombre generoso”.
Y tiene pruebas. En 1998, cuando publicó Trilogía sucia de La Habana, el libro que le dio prestigio y celebridad global, las puertas se le cerraron en buena parte de la isla por presentar una visión descascarada de su país, un lugar a sus ojos ajado por la miseria, la marginalidad, los crímenes, la prostitución y los excesos. “Me echaron del periodismo a la calle. Lo pasé bastante mal”, rememora.
Casi el único que le ofreció su apoyo fue el fallecido cantautor.
“Yo lancé el libro en España y luego regresé a Cuba. Pero tuve muchas dificultades. Estaba casi en la calle. Entonces Pablo me llamó un día y me dijo: ‘mañana es mi cumpleaños, ven aquí a la casa que vamos a hacer una fiesta, pero llega media hora antes porque quiero hablar contigo’. Yo estaba en una situación compleja, porque los que yo creía que eran mis amigos me dieron la espalda. Entonces, cuando nos vimos, Pablo me echó la mano por encima del hombro y me aseguró: ‘yo estoy aquí para ayudarte y estoy contigo, me encantó el libro Trilogía sucia de La Habana y te apoyo totalmente. Así que no estás solo. Tú me llamas, tienes mi teléfono y yo te ayudo para lo que sea’”.
Pero ese gesto de solidaridad fue sólo el capítulo definitivo de una larga amistad que había comenzado casi tres décadas antes, cuando ambos eran unos jóvenes convencidos del proceso de la Revolución, y cuando Milanés se consolidaba como fundador y protagonista de la Nueva Trova Cubana, el movimiento cultural que influyó en generaciones completas de músicos iberoamericanos gracias a su tránsito entre compromiso político, sensibilidad poética y búsqueda creativa.
“Sí, el primer contacto que yo tengo con él fue simplemente como público. Yo tenía 16 a 17 años, por supuesto no me interesaba ni el bolero, ni el filin, ni la música afro, no me interesaba nada de eso. Pero entonces aparece Pablo. En realidad, eran Pablo, Silvio y Noel Nicola, los tres juntos en Teatro Estudio aquí en La Habana, una sala pequeña. Éramos muy jóvenes y la música que hicieron esa vez me gustó muchísimo, tal como a miles de jóvenes. Estamos hablando del año 67 o 68, donde ellos nos dieron una nueva visión de la música, tanto del sonido como de las letras, además de identificarnos todos con el proyecto revolucionario”.
-¿Qué fue lo que más le fascinó de Milanés en esa primera vez que lo vio?
La voz. Es pesado decirlo, pero Silvio y Noel no tenían ni la cuarta parte de la voz de Pablo. Pablo tenía una voz extraordinaria, una voz con una potencia, con un vibrato y con una amplitud extraordinaria. Una voz muy amplia, yo creo que abarcaba el diapasón completo. Era una cosa increíble, pese a lo joven que era la primera vez que lo vi.
“Yo seguí desarrollando mi amistad con él con los años. Él era muy de organizar comidas, de invitar a dos o tres amigos para una comida familiar muy rica, en ese sentido era muy sociable. Y una noche me dijo una cosa que nunca se me olvidará: ‘Pedro Juan, yo quisiera hacer lo mismo que hacía al principio, volver al principio, andar por ahí con una guitarra en los bares, cantando, pero no dar tanto concierto ni tanto espectáculo con tanto público, tanta limusina, tanta cosa por aquí y por allá. Yo quisiera retomar lo sencillo, andar otra vez con una guitarrita’. Era un tipo romántico, idealista, un creador de verdad, de esos que tenían sólo dos opciones en la vida: o escribían canciones o se morían. Por eso escribió hasta el final.
-¿Cómo fueron sus últimos años?
Lo más maravilloso de él es que mantuvo su voz intacta, increíble, pese a este cáncer que tenía, que era leucemia, el que lo llevó a vivir a Madrid en 2017, porque ahí podía tener un tratamiento muy bueno que no podía tener aquí en Cuba. En Madrid le prolongaron su vida. Además, era una persona de un temperamento muy positivo, siempre con una sonrisa, de esas personas que siempre sonríe con generosidad.
“Yo no lo veía hace años, desde el 2018, pero el resto del tiempo hablábamos por teléfono o por mail. Pero ahora digo: menos mal que ya descansó. Las últimas semanas fueron para él muy complicadas. Ingresó en una clínica en Madrid y estaba muy complicado. Nadie merece un final tan torturante y tan doloroso, menos un hombre como él. Ya descansó y estamos orando por él. Aquí todo el mundo en Cuba está orando por él y lo lamentó de una manera o de otra”.
-A partir de los 90, Pablo Milanés se mostró como uno de los artistas más críticos con el régimen cubano. Incluso llegó a decir en 2015 que la apertura cubana era “un maquillaje”. ¿Cómo veía usted esa postura?
Sí, era un hombre con criterios propios, como todo artista, como todo creador. Él tenía criterios propios sobre la Revolución y los expresaba libremente donde estuviera. Sin extenderse demasiado, porque es un artista el que está hablando y no un analista político, pero daba sus opiniones cuando tenía que darlas, con mucha libertad y con mucha firmeza. Es admirable que fuera así.
-¿Tuvo costos para él en Cuba esa personalidad?
Yo creo que no. Creo que aquí se le respeta mucho. En la TV y en la radio han estado pasando canciones de él y recordándolo con mucho cariño, con mucho amor. Yo creo que se le respeta, siempre fue respetuoso, nunca se puso a decir cosas ofensivas ni molestas ni mucho menos. Era un cubano, que vivía en Cuba y que tenía todo el derecho del mundo a expresarse libremente. Así que no creo que (le haya traído costos).
-¿Ustedes compartían pensamiento político?
Claro, hablábamos de política, de mujeres, de hijos… porque la política forma parte de la vida cotidiana de todo el mundo. Hay que hablar de política. Si no hablas de política, eres una momia. La política influye sobre la vida de todas las personas.
“Cuando yo vivía en España y él daba conciertos ahí, siempre yo lo visitaba en el camerino. Ahí nos tomábamos un whisky, porque a ambos nos gustaba mucho el whisky. Y hablábamos de todo, menos de música y literatura. A mí no me gusta hablar de literatura ni de mis libros ni con mis amigos, ni con mi familia, ni con nadie. A él le pasaba lo mismo, no le gustaba hablar de su música con nadie”.
-Quizás una de las mayores revelaciones que él hizo en los años recientes fue cuando contó que había sido enviado a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), que operaron entre 1965 a 1968 y que definió como “campos de concentración que condenaron a muchos jóvenes sólo por pensar libremente”. ¿Por qué cree que eso generó tanto impacto?
Yo toco el tema también en una novela que se llama Fabián y el caos, que publicó Anagrama en 2015. Está dedicada a un gran amigo mío que era gay en esos momentos, en los años 60 a 70. Aquí en Cuba se ha escrito bastante sobre el tema y sobre esa época, decenio gris para unos, quinquenio gris para otros, yo creo que es un asunto que ya está rebalsado. Hoy acá ya se han casado algunos gays y lesbianas, y hay matrimonios ya aprobados. Nos estamos modernizando. No hay que estar mirando tanto atrás, lo que pasó ya lo escribiste, quedó ahí, borrón y cuenta nueva, vamos para adelante. Ese tiene que ser el espíritu y ese es el espíritu con el que vivía Pablo. Él podía hacer una crítica, pero siempre decía: ‘pa’elante, seguimos, la vida es imperfecta y hay que seguir pa’elante’.