Fue durante los agitados días del estallido social, en octubre de 2019. Desde su casa en la quinta región, el escritor Carlos Tromben (56) se enfrentaba a las portadas de los diarios, observaba las masivas movilizaciones sociales, la declaración del Estado de Emergencia y cómo los militares salían a la calle para resguardar el orden público.
Siempre en búsqueda de nuevas historias que contar para sus novelas, la vorágine de esos tiempos turbulentos le empezó a resonar a Tromben. “Al principio era solamente un tema estudiantil, pero después se empezaron a sumar a la desafección las mujeres, los mapuche, las regiones y a hablarse de una nueva Constitución”, comenta a Culto en un café de Providencia donde nos recibe.
“Me acordé de algunas exploraciones que había hecho después de terminar mi novela Santa María de Iquique (2017) respecto a cómo seguir esta saga histórica nacional. Había leído sobre la tumultuosa década de los años 20 en Chile y el mundo. Me acordé del tema de la Constitución del 25 y el camino a esa Constitución, que también fue una crisis política de una envergadura considerable, económica, social, etc”.
Así, Tromben comenzó a darle vueltas a la posibilidad de escribir una novela histórica a la que llamó Baquedano, la república militar, y que publica Ediciones B. Pese a su nombre, el gran protagonista del libro es Arturo Alessandri Palma, ya que trata sobre los ajetreados días de septiembre de 1924, cuando un golpe liderado por la oficialidad joven del Ejército hizo que el “León de Tarapacá” saliera del país autorizado por el Congreso. Luego retornase en enero de 1925, liderara la redacción de una nueva Constitución, y posteriormente volviera a renunciar. Todo en pos de una crisis institucional que puso fin al gastado sistema parlamentario, que no daba respuestas a los problemas del país.
¿Por qué le resultó tan fascinante el período de 1924-1925?
Porque es un período de cambio pivotal. Hay cambios tecnológicos, cambios sociales, actores nuevos. En ese momento ya estaba instalada la industria automotriz, también el cine, se efectuó la primera transmisión radial (N de la R: solo dos años antes, en 1922). Entonces, en ese sentido nos parecemos. Incluso se puede hablar de crisis secular de la República, cada 100 años queda una escoba grande en Chile. Me parece fascinante la década de los años 20 por la simultaneidad de los procesos: el fascismo en Italia, la revolución bolchevique comenzaba a asentarse. En América Latina empezaron a aparecer los feminismos y los populismos militares.
Habla de que cada 100 años queda una escoba grande, entonces, ¿cree que de algún modo la Historia es cíclica?
Sí, yo creo que tiene un grado de cíclica. Creo que tiene un retorno de lo reprimido. Como diría Freud, lo que está reprimido vuelve. Por ejemplo, el tema de las mujeres, el tema de las primeras naciones, de los indígenas. Y no vuelve igual, regresa con otros elementos.
¿Qué similitudes cree que tiene el septiembre de 1924 con el Chile actual?
Chile es un país que adapta muy rápido tendencias, tecnologías y distintas corrientes filosóficas globales: el positivismo, la doctrina social de la Iglesia, el socialismo democrático, la masonería. Las corrientes llegan rápido a Chile y se traducen en movilizaciones. Yo creo que esa es la principal similitud con esos tiempos, que Chile es un caso recurrente de modernización fracasada. Muchos se sienten dejados atrás, marginados de la modernización.
La narradora-personaje de esta novela es Olga, quien durante septiembre de 1970, en medio de la agitada elección presidencial que ganó Salvador Allende, recuerda sus tiempos de juventud, cuando era reportera en una revista feminista llamada La voz de las mujeres y cómo vivió ese 1924. ¿Por qué vincular ambos períodos? Tromben lo explica.
“En 1970 se cierra un ciclo porque la Constitución del 25 estaba tutelada por los militares, que tenían una mentalidad desarrollista, estatista y nacionalista. La impusieron, la sacaron adelante, después se retiraron y se quedaron mirando el proceso. Entonces, el fantasma de esta constitución era hasta qué punto dejaban los militares avanzar hacia un proceso social o político con la izquierda. La pregunta del 70 era ¿Qué van a hacer los militares? ¿Van a mirar?, ¿Van a dejar ser? ¿Van a adherir a una línea constitucionalista estricta? -que era lo que imperaba como línea oficial-, ¿o van a volver ciertos fantasmas que siempre habían estado por ahí? El de 1924 fue un golpe de estado en cámara lenta, los militares no se tomaron el poder de inmediato como en el 73, sino que fueron poco a poco ingresando a ministerios claves, vetando a políticos, usando leyes. Hasta que llegó el momento de asumir derechamente el mando, que fue en 1927, cuatro años después del ‘Ruido de sables’”.
Un Monumento intervenido
En el estallido social, se hicieron frecuentes las imágenes de manifestantes subiéndose a la estatua ecuestre del general Manuel Baquedano, por entonces, en el centro de la plaza que lleva su nombre. Curiosamente, no era la primera vez que ocurría, en 1970 un grupo del MIR también se subió al caballo de bronce y desplegó su bandera rojinegra. Tromben recupera esa anécdota en la novela.
La estatua fue inaugurada en 1928, durante la dictadura del general Carlos Ibáñez, uno de los protagonistas del alzamiento de 1924. De ahí a que Tromben haya bautizado a la novela con ese nombre.
“Yo quería generar ese contraste porque si bien Alessandri tiene estatua, su espacio simbólico es muy fome, en cambio, Baquedano ocupaba ese centro simbólico de la Plaza Italia. La estatua tiene un rol en la revuelta del 2019, que ya se empezó a usar en el 70. Esto es porque las estatuas militares ecuestres siempre son intervenidas en los movimientos contestatarios de todos los signos. En Chicago. hay una estatua ecuestre del general Ulysses Grant, y cuando fue la Convención de Chicago, los manifestantes se subían a la estatua con banderas de Vietnam. Entonces, Baquedano es una figura tutelar del Ejército y es la figura que quiere reivindicar Ibáñez. El símbolo de la República militar es Baquedano”.
¿Cómo se enteró de esta intervención que hubo en 1970?
Encontré la noticia en El Mercurio del 70. Se hizo un acto de desagravio al general Baquedano por parte de las ligas patrióticas, pero no decían cuál había sido el agravio. Entonces ahí empecé a buscar mis fuentes entre viejos militantes. Me dijeron que fue una acción que hizo Toro, un mirista bien famoso que después se fue a Estados Unidos. Era abogado y era un dirigente de los latinos ilegales en el Bronx. Esa fue la primera intervención contracultural de la estatua.
¿Por qué vale la pena realizar este tipo de ejercicio de mirada hacia el pasado?
Yo creo que siempre hay asombro en el lector frente a lo que puede presentar una novela histórica como Baquedano. Siempre hay una sorpresa, un descubrir algo parecido del pasado. Ver un eco de lo que sucede ahora con lo ocurrido hace 100 años. Creo que ese es el gran aporte de la novela histórica.