The Beatles estaban cansados. Para mediados de 1967, y la publicación del exitoso álbum Sgt. Pepper’s lonely hearts club band, el conjunto acusaba el agotamiento producto de los intensos meses de trabajo y las desgastantes sesiones nocturnas de grabación en los estudios Abbey Road. Se hacían así para evitar el acoso de las fans.
Pero a Paul McCartney, algo inquieto, aún le quedaba algo de energía. Un día, llegó al estudio entusiasmado a proponerle a sus compañeros hacer una doble tarea: un disco y una película para televisión. Hasta ese momento, los de Liverpool habían realizado dos largometrajes: A hard day’s night (1964) y Help! (1965). Por el contrato con la productora United Artist, les quedaba un tercer filme que realizar. Pero para esos tiempos, en que ya mostraban algo de hastío, no estaban muy interesados. Esa sería la animada Yellow Submarine (1969), realizada muy a su pesar.
Pero volvamos a Paul mostrándoles a los otros su idea. “Llegó al estudio muy emocionado y blandiendo un dibujo de un gran círculo que había dividido como si fuera una tarta, y se puso a explicar las diferentes ideas que tenía y a dar instrucciones a los demás. Yo no entendí nada, y parecía ser igualmente incomprensible para John, George y Ringo, pero todo el mundo asintió desconcertado. Por muy desencaminado que fuera el proyecto, y por muy mal ejecutado que acaba estando el resultado final, era una señal más de que los Beatles querían diversificarse, salir del molde de las simples estrellas de pop, y yo reconocía ese mérito”, señala el histórico ingeniero de grabación del cuarto, Geoff Emerick, en sus memorias El sonido de los Beatles (Indicios, 2011).
Eso sí, hubo dos dificultades. La primera es que por más entusiasmo que tuviera, y a contrapelo de lo planificado y ordenado que solía ser, McCartney no presentó un plan de trabajo concreto. Todo lo relacionado con el filme se haría de forma más o menos espontánea. “El plan era algo así: ‘Empezamos aquí y tenemos que hacer algo aquí'. Lo hicimos todo sobre la marcha. Alquilamos un autocar y nos pusimos en marcha. La planificación era mínima: John quería que siempre hubiera uno o dos enanos y necesitábamos un hangar de aviones para preparar el plató. Nosotros pondríamos la música, por supuesto”, recuerda el baterista Ringo Starr en el Anthology.
La otra dificultad fue el cansancio. “El problema era el momento: estábamos todos agotados por el duro trabajo de los últimos cinco meses. Visto en perspectiva, es evidente que regresamos a estudio demasiado pronto. Paul era el único a quien le quedaba algo de energía creativa, y tenía intención de superar Sgt. Pepper, los demás no parecían ni de lejos tan interesados”, señala Emerick.
Aunque por entonces, Paul había asumido el liderato casi absoluto del grupo, debido a un par de circunstancias. “Debido al consumo desenfrenado de drogas por parte de John y al viaje espiritual a Oriente de George, Paul había tomado las riendas del grupo con tanta firmeza que los otros ni siquiera discutieron el acierto de volver inmediatamente al trabajo”. Esto se intensificó con la muerte de su manager Brian Epstein, 27 de agosto de 1967, que los sorprendió en medio de su reunión con el Maharishi, en Bangor, Gales. Ese momento golpeó duro al grupo. “Sabía que estábamos en apuros [...] Entonces pensé, estamos jodidos a partir de este momento”, recordó John Lennon en el Anthology.
Un filme improvisado
Así, comenzaron las sesiones para el filme Magical Mystery Tour. El argumento era bastante simple. “Trata de un grupo de gente corriente que va de excusión en un autocar y comienzan a pasarles cosas”, recuerda John Lennon en el Anthology.
“No teníamos guión para Magical Mystery Tour, para ese tipo de películas no hacen falta guiones -reconoce Paul en el mismo libro-. Era una idea de lo más demencial. Dijimos a todos: ‘El lunes en la mañana en el autocar’. ‘Lo haremos sobre la marcha -les dije yo-, pero no se preocupen, saldrá bien’. Tenía que hablar constantemente con todos porque la seguridad que da un guión es realmente de gran ayuda. Pero sabíamos que no hacíamos una película normal, sino una película de los sesenta bastante alocada”.
Para encontrar los actores que los acompañarían en la desvencijada aventura, recurrieron a un particular método. “Recurrimos a la guía de actores Spotlight: ‘Oh, necesitamos alguien así o alguien asá'. Necesitábamos a una mujer voluminosa que interpretara a mi tía, así que la encontramos”, recuerda Ringo en el Anthology.
Así, en un autocar pintado con motivos sicodélicos -a la usanza de la época, con el apogeo de la era hippie- partieron un día los Beatles con el lote de actores que consiguieron. “Ya nos sabíamos la mayoría de las escenas que queríamos incluir, pero, una vez enterados del reparto, modificábamos nuestras ideas para que encajaran con las personas que participaban. Si alguien quería hacer algo que no habíamos pensado, lo hacía”, recuerda Lennon.
En esas semanas, Paul se marchó brevemente a Francia para rodar la secuencia de una nueva canción que estaría incluida en la película: The fool on the hill. “En una mañana grabé The fool on the hill con un par de amigos. No era lo que se dice ‘un grupito’, se suponía que tenías que ir con un millón de cámaras, pero no nos apetecía hacerlo”.
Fue tanta la improvisación que a la hora de editar el filme, se dieron cuenta que faltaba un detalle no menor. “Cuando John y Paul comenzaron a montar la maldita película, se dieron cuenta que nadie había filmado tomas de seguimiento. No había ni una sola toma en que se viera el autocar desde afuera. Así que les dije que yo lo haría...conseguí que un par de niños saludaran al autocar mientras pasaba”; recuerda en el Anthology Neil Aspinall, uno de los asistentes del cuarteto.
El álbum
Otra cosa fue el disco. Grabado en Abbey Road, mostró a unos Beatles mustios y cansados, y en el estudio comenzaron a darse unas situaciones que -hasta ese momento- eran poco habituales en ellos. “Quizás a causa del consumo de drogas, los Beatles empezaron a volverse algo complacientes y perezosos por esta época, y su nivel de concentración también iba a menos. En realidad, nunca había sido demasiado alto, especialmente cuando grababan pistas base. Llegaban a media canción y entonces uno de ellos se olvidaba de lo que tenía que hacer, por eso tardábamos docenas de tomas en conseguir algo aprovechable. La culpa solía ser de John que se ausentaba mentalmente, o bien Paul y él se largaban a reír de pronto, sobre todo a partir de ciertas horas de la noche, después de fumarse un porro”; recuerda Emerick.
“Pero el problema principal era que simplemente no estaban frescos, por eso las propias grabaciones suenan cansadas”, agrega el ingeniero.
Y para muestra, cita una desastroza sesión de grabación en que tuvo el dudoso privilegio de asistir. “Una noche, los Beatles llegaron al estudio más tarde de lo normal (cerca de medianoche) y pasaron unas siete horas en una neblina, improvisando sin fin...y sin sentido. En busca de un nuevo estímulo, Lennon había traído una gran luz estroboscópica, y en un momento dado apagaron las luces y empezaron a correr como si estuvieran en una película muda...fue la primera sesión de los Beatles a la que yo asistí de la que no se consiguió salvar absolutamente nada”, rememora Emerick.
En septiembre, cuando retomaron las sesiones tras la muerte de Brian Epstein, los Beatles estaban totalmente apagados. En esa sesión se originó otro de los temas que conforman el álbum y que también fue a parar a la película: la sicodélica y extraña I am the walrus, de Lennon. “‘I am he as you are he / As you are me and we are all together’ cantó Lennon con una aburrida voz monótona, rasgueando su guitarra acústica mientras todos nos reuníamos a su alrededor en la mortecina luz del estudio. Todo el mundo parecía desconcertado. La melodía consistía en apenas dos notas, y la letra era absurda: por alguna razón John parecía estar cantando sobre una morsa y un hombre huevo”, recuerda Emerick. Fue tal el desconcierto que el serio productor George Martin soltó una frase:
- Bueno John, sinceramente, sólo una pregunta: ¿qué coño esperas que haga yo con esto?
Como solía hacer, Lennon dio la instrucción etérea y vaga de que su voz sonara como si viniera de la luna. Emerick la grabó con una distorsión suave que no acabó de convencer al compositor, pero decidió seguir adelante de todos modos. Había una canción que grabar, pero las vibras no eran las mejores. “Recuerdo perfectamente las miradas vacías de todos ellos mientras tocaban I am the walrus. Es uno de los recuerdos más tristes que tengo del tiempo que pasé con los Beatles”.
En esas sesiones, también aprovecharon de grabar canciones que terminarían en otros álbumes. All together now (en Yellow Submarine), You know my name (como cara B del single Let it be, en 1970) y el single All you need is love, un single que Lennon compuso por encargo. Pero esa es otra historia.
Lanzado el 8 de diciembre de 1967, el álbum por supuesto se posicionó en el puesto 1 de los charts. A Lennon, el resultado del elepé le gustó. “Es uno de mis álbumes favoritos, todo era muy extraño”, recuerda en el Anthology.
Sin embargo, algo distinto ocurrió con el filme. Se emitió el 26 de diciembre de 1967 a través de las pantallas de la BBC 1, y no tuvo buena recepción. “El programa resultó un desastre. El público no supo apreciar ni comprender lo que estaba viendo y el grupo recibió el primer raspapolvo crítico de su carrera”; apunta Emerick.
“Parte del problema -según Emerick- fue que la película se emitió en blanco y negro cuando estaba rodada en color, pero creo que tuvo mayor importancia el hecho de que, a causa de la publicidad y el bombo que se le había dado, la gente simplemente esperaba demasiado”.
“Era un poco pretenciosa, pero también divertida. A ratos aburrido, y puede que algunas canciones no fueran excelentes, pero fue su intento personal”, señala George Martin en el Anthology. De ahí, los Beatles grabarían otras canciones destinadas a ser singles, y en 1968 trabajaron de lleno en el Álbum Blanco. El disco con el que estallaron las tensiones.