Ardiente paciencia es novela, radioteatro, películas –en plural, en Chile e Italia– y montaje de teatro. Claudio Arredondo, actor que ha participado en dos de sus encarnaciones, se aventura con al menos uno de los motivos que explicarían esa vida tan fecunda y versátil: Pablo Neruda es presentado como “una persona mucho más asequible, mucho más terrenal”, dice.
El intérprete maneja en detalle esa historia desde los 80, porque en una obra encarnó a Mario Jiménez, el cartero y aspirante a poeta que conoce y se siente inspirado por el vate en Isla Negra. Bajo la dirección de Héctor Noguera, María Elena Duvauchelle y Amparo Noguera asumían los roles femeninos del relato, mientras que Julio Jung era el Nobel de Literatura.
“Julio hacía a un Neruda muy cercano, muy llano, muy pedestre. Consistía en bajarlo de su pedestal a la tierra”, señala a Culto sobre su entonces compañero de elenco. En ese sentido, Arredondo advierte que su versión del personaje en la nueva adaptación cinematográfica de la novela de Antonio Skármeta se puede homologar a la de Jung.
Dirigida por Rodrigo Sepúlveda, con guión de Guillermo Calderón y producida por Fábula, la película para Netflix (ya en la plataforma) se concentra en contar la historia de amor entre Mario (Andrew Bargsted) y Beatriz (Vivianne Dietz), postergando a un segundo lugar cualquier elemento anexo.
Reconociendo que el foco está en el romance, el actor plantea: “Neruda deja de ser protagonista. Nunca lo fue, pero sí tenía un papel preponderante en las otras versiones, por su figura. Ahora queda mucho más centrado en los dos protagonistas jóvenes”.
Con ello, estima que el filme “gana en frescura, en mayor proximidad con la gente que está más lejana al poeta, a lo que es la poesía y lo que es leer poesía. Creo que eso es lo que se buscó”.
“Uno se enamora de los recuerdos, de las cosas que uno ha hecho; todo tiempo pasado fue mejor. Pero terminé encantándome con esta visión”, apunta.
Arredondo se quedó con el rol tras superar un proceso de casting en que le tocó interpretar el primer encuentro entre el cartero y Neruda, cuando Jiménez, algo torpemente, busca entablar una conversación mientras le entrega un telegrama que viene desde Suecia. “Es una escena muy bonita, cuando me la pasaron yo me acordaba prácticamente del 80 por ciento del texto”, cuenta.
-¿En algún momento sintió la tentación de estudiar las grabaciones y registros de Neruda con tal de asemejarse lo más posible?
No. No se me pasó ni siquiera por la mente. Porque lo que querían era precisamente todo lo contrario. Querían que el poeta fuera un caballero que escribe poemas, pero que no dicta cátedra, y es capaz de meterse en un embrollo de dos cabros chicos que están enamorados y pelear con la mamá de la niña. No había espacio para la grandilocuencia, por así decirlo. Lo que querían era traerlo más a la tierra. Por eso nunca me sentí tentado a imitarlo ni hacer sus gestos, (aunque) conozco la obra de Neruda, me gusta y lo leo desde que estaba en el colegio. Eso ya cabría dentro de una biografía más documentada y no era necesario.
-¿Pero hubo algún aspecto del personaje que le interesó mantener lo más fiel a la realidad?
Sí, la cercanía con la gente. Por lo que tengo entendido, Neruda era muy cercano con los pescadores de Isla Negra. Había uno al que le iba a comprar pescado todos los fines de semana. También era cercano con un carpintero que le hacía todo lo que se imaginaba y quería en su casa. Esa información, que yo tenía desde antes, me interesó traspasarla. Eso creo que era importante plasmarlo, por cómo querían que fuera el poeta en la película.
-Entendiendo que el guión y la novela son cosas diferentes, ¿para Ud. fue necesario volver a revisar el libro de Skármeta?
No, porque es una versión de la novela, ni siquiera es la novela. Y creo que no venía al caso. Se parece más a lo que era la obra de teatro, y la obra la conozco mucho. No me sentí tentado a revisitar eso, porque no era lo que queríamos.
-¿Cuán simple fue generar el vínculo en pantalla con Andrew Bargsted?
Fue muy simple. Yo no conocía a Andrew, nunca habíamos trabajado juntos, pero el solo hecho de que él hiciera el personaje que yo hice cuando era joven, ya me producía cierta cercanía y cierto cariño. Le pedía permiso para decirle algunas cosas sobre cómo yo pensaba que podía asumir el personaje y él fue muy receptivo. Lo mismo Vivianne (Dietz), con quien ya había trabajado. Trabajar con el elenco en general fue muy simple. Como estábamos en Isla Negra, y algunos nos quedábamos allá algunos días, se produjo una comunión muy entretenida.
-Especialmente en Chile hoy la figura de Neruda genera más controversias que hace diez o 20 años. ¿Cuán consciente era de que estaba interpretando al personaje en un contexto en que se mira de otra manera su vida y obra?
Como bien dices, creo que es una cosa que se produce más que todo en Chile. Fíjate que yo no reparé en eso. No he estado muy cerca tampoco de esa crítica, ni personalmente ni de haber escuchado tanto eso. Pero creo que además el personaje que se muestra ahí (en la película), la situación es ficcionada, entonces no es el personaje real cien por ciento. Si bien se llama Pablo Neruda, no se le muestra en ninguna situación que pueda relacionarse con la realidad, con lo que él vivió, excepto que se habla de cuando fue candidato a presidente. Pero todo lo demás, que es lo fundamental de la dramaturgia, de la obra y de la película, es ficcionado. Por lo tanto, no tiene mucho que ver con su vida personal.