Los últimos años han sido reivindicativos con la obra artística de Víctor Jara. Documentales, libros, discos completos inspirados en su música –Even in Exile (2020) de James Dean Bradfield, el cantante de Manic Street Preachers- y canciones son reconocimientos que justifican que su vigor y vigencia crecen con el paso del tiempo.
Anoche, en el debut de Fleet Foxes en Chile en el Movistar Arena, la categoría del músico asesinado en el amanecer de la dictadura, tuvo un nuevo homenaje. Al promediar su show, Robin Pecknold, el vocalista de la banda, anunció que por primera vez tocarían en vivo el tema Jara -de su último álbum, Shore (2020)- y el silencio y el respeto fueron los protagonistas de ese emotivo momento. No fue el único segmento asociado al creador de Vientos del Pueblo. Poco antes de interpretar esa sentida canción -que en una de sus estrofas dice y cuando ves el primer signo de violencia/lo soportas todo igual de duro -, un fanático le regaló un cassette de Víctor Jara al músico, en uno de los instantes más conmovedores de la jornada.
Quizás por la cercanía de fin de año o porque el bolsillo no alcanza, la cita con una de las más grandes bandas estadounidenses de los últimos quince años no tuvo el público que merecía. Pero para el plato fuerte de la segunda noche del festival Primavera Fauna no importó que llegaran apenas unas 1200 personas. Fleet Foxes montó un espectáculo finísimo, sentimental y honesto que califica entre lo mejor de 2022.
Sin artificios electrónicos, el septeto brindó un show donde ninguno de sus cuatro álbumes tuvo preeminencia. Arrancaron con Sunblind y Can I Believe You -de su disco Shore-, vestidos con sencillez folk y armonías vocales perfectas para saltar a Ragged Wood, Your Protector y He Doesn’t Know Why, tres temas de su insuperable debut homónimo (2008) y que poseen una cualidad exigua en la música contemporánea: épica y sentido de trascendencia. A la usanza de los Ramones, los integrantes de Fleet Foxes apenas interactúan con el público. Pecknold es el único que agradece con sonrisas los aplausos del auditorio, mientras sus compañeros parecen estar involucrados solo en su tarea de hacer buena música. No sonríen ni se alegran. Cero muecas. Su única característica es la concentración absoluta.
Podría decirse que son unos nerds musicales. Porque pese a que su música suena moderna y hablan de los problemas del mundo contemporáneo, sus referentes están en el pasado. El preciosismo de los Beach Boys, las armonías vocales de Crosby, Stills & Nash y la belleza instrumental de Fairport Convention. Todo añadido con cierta lisergia que le otorga magia e hipnotismo a sus canciones.
La mayor gracia del grupo es su fluidez sonora, esa elasticidad instrumental que atraviesa desde el gospel radiante en White Winter Hymnal a la suavidad celestial en Mykonos, siempre liderados por la expresiva voz de Pecknold. Tras cerca de noventa minutos, se despidieron con el folk atormentado de Helplessness Blue, mientras el público les lanzaba flores en un guiño a los cierres de la primera época de The Smiths. Gran noche de una banda inspirada e íntegra como pocas.