Fueron añosos doce cuadernos los que Armando Uribe Arce había dejado apilados en estantes de su departamento en Santiago centro, y que tras su muerte, en enero del 2020, nadie había rescatado. Hasta ahora. Fue su hijo, Pedro Uribe Echeverría, quien los recuperó, transcribió e hizo una selección de su valioso contenido.
En ellos, Uribe había dejado escritos, de su puño y letra, una serie de poemas que habían permanecido inéditos. Ahora están a disposición del público lector en un volumen llamado A despecho, que acaba de ser publicado por Ediciones UDP.
Su cartón decía que era abogado de la Universidad de Chile, y con el tiempo se especializó en derecho minero. Los recovecos de la vida lo llevaron a ser embajador de Chile ante las Naciones Unidas durante el gobierno de Frei Montalva, y embajador en China durante la Unidas Popular. Incluso, tuvo un rol importante en la Nacionalización del cobre (1971). Pero en el otro cartón, el literario, el que se aprende con el oficio, fue un notable poeta. Premio Nacional de Literatura 2004, obtuvo también el prestigioso Premio Municipal de Literatura de Santiago, en 1990.
“Es un poeta bien especial dentro de la tradición chilena, porque tiene una forma poética que generalmente se asocia a poemas breves, muy precisos, con economía de palabras -comenta el crítico literario de La Tercera, Matías Rivas-. Tuvo mucha influencia de la poesía romana y de Ezra Pound, a quien tradujo. Es muy lírico, quien habla en sus poemas es él. Un tema que exploró bastante tiempo fue la espera de la muerte. Eso viene de la tradición española y fue parte importante de su obra. Él creía que se iba a morir, pero pasaron muchos años antes que eso ocurriera, y en ese tiempo fue muy productivo”.
A despecho, contiene fundamentalmente poemas que Uribe escribió entre el 2008 y el 2010, cuando vivía recluido en su departamento frente al Parque Forestal. El título, cuenta Uribe hijo a Culto, nació desde uno de los versos. “Mi hermana Catalina, a quien le mandé hace unos meses esta selección, la juzgó muy buena y contactó a la editorial de la Universidad Diego Portales a través del editor Adán Méndez, que se interesó a su vez por publicar el libro”.
Uribe Echeverría relata que en rigor, no es el primer rescate de versos inéditos que se hace de la obra de su padre. “A fines de 2021 apareció un primer libro de inéditos póstumos de Armando Uribe (En tierra ignota, Editorial Mago); se trataba de una selección drástica de textos que transcribí a partir de diez cuadernos que me mandó mi padre a París, donde vivo, entre 2008 y 2010″.
“Pero resulta que además de éstos, mi padre seguía llenando varias decenas de otros cuadernos que dejó en Santiago. A despecho viene de doce de estos cuadernos que mi hermana fotografió página a página, me mandó por internet y que yo transcribí durante varios meses, día tras día”.
¿Por qué una selección? Uribe Echeverría lo explica: “Hice tres selecciones bastante radicales, porque me consta que Armando Uribe no hubiera deseado jamás que se publique todo en modo indiscriminado. Era ferozmente auto-crítico, se burlaba de cierta grafomanía propia. A veces se decía versificador y no poeta. Material hay de sobra. La costumbre del tono de su obra, después de leer varios centenares de páginas, me ayudó a elegir lo que merecía ser publicado, dentro de la coherencia interna de la obra del autor; lo mejor se destaca de modo bastante obvio para quien conoce bien la totalidad de sus escritos, sin que sea necesario mostrarse entremetido con un criterio propio que sería ilegítimo”.
De ahí a que justamente la principal dificultad en esta labor fue el corte. “(La idea) era que la selección, necesaria para que el libro no fuera demasiado largo, no se convirtiese en una antología de los doce cuadernos. Se trataba de que el libro conservase cierto ritmo natural en el tono y los temas; por supuesto, el hecho de respetar el orden cronológico de los textos facilitó este propósito. Pienso que el libro ‘funciona’, como decía a veces mi padre”.
En estas páginas, nos encontramos con poemas cortos, con mucha rima, aunque sin una métrica pareja, más bien, va alternando. En ellos, Uribe trata varias temáticas ancladas en la fibra misma de la existencia: la muerte, la vejez, la riqueza, la pobreza, citas a otros autores (como a James Joyce, Ernst Jünger o la Biblia) y la política.
“Me sorprendió la intensidad, la fuerza de muchos textos, cuando terminé de eliminar lo que podía aparecer quizás obsesivo o un poco repetitivo -recalca Uribe hijo-. Hay cierta potencia juvenil en el color de muchos poemas, en medio, a veces, de negrura desesperada; bastante humor (negro también)”.
¿Cómo fueron esos años 2008 a 2010 para el poeta? Pedro Uribe recuerda: “Yo no vivo en Chile; en esos años hablaba con él por teléfono; me mandaban de Chile los libros que salían; le mandaba yo de vuelta largos comentarios escritos, porque Armando Uribe notaba que sus publicaciones no recibían casi ninguna crítica en la prensa – aunque sabía, claro, que su poesía no era fácil ni ‘amena’ (palabra que usaba con ironía). Seguía de viudo encerrado en su departamento y en su pieza, escribiendo todos los días, en modo a veces compulsivo”.