“Sí, acepto”, dijo muy seguro Pelé. Al frente suyo lo estaba casando un obispo con una chica perteneciente a la conocida casa de niñas La Greta, todo en medio de una noche perdida en los polvorientos anaqueles del pasado. El astro brasileño era una figura habitual en Chile, merced a las visitas que hacía con el Santos y la selección brasileña.
El matrimonio con la chica, por supuesto, era una humorada. El que hacía de obispo era el defensa central argentino Claudio “Cachulo” González, de Magallanes, quien se colocaba el traje “y actuaba con la seriedad de un prelado”, comentan en el Anecdotario del fútbol chileno los periodistas Luis Urrutia O’Nell y Juan Cristóbal Guarello (Ediciones B, 2008).
González había conseguido el traje por una casualidad. Ocurre que el también trasandino Rodolfo “Rolo” Matti -delantero de Unión Española- compró el restaurant Tuñín, ubicado en Agustinas 661. Ahí encontró una caja dejada por el antiguo dueño del local, que después nunca reclamó. Al tiempo, Matti se sorprendió cuando al interior pilló un traje completo de obispo, al que su compatriota supo darle un teatral uso.
Vestido de obispo, y en acaso la mejor jugada de su vida, “Cachulo” cruzó la calle Agustinas desde el Tuñín para pasar a La Greta y “casar” a Pelé, junto a su compadre Lima, también jugador del Santos. “Antes de casarlos, los tuvo que bautizar. Él les preguntó y no estaban bautizados, hicieron una ceremonia con sal y ahí los casó”, señala al teléfono con Culto el periodista de deportes Luis Urrutia O’Nell.
Eso sí, Urrutia O’Nell destaca que “O Rey” no era precisamente un habitual de los boliches y la vida bohemia. “Alfredo Asfura ha dicho que Pelé estaba todas las noches en primera fila del Bim Bam Bum. ¡Falso de falsedad absoluta! A lo que más destinaba tiempo Pelé era a su descanso, a su reposo. Cuando llega al Santos, a los 15 años, le enseñan la importancia de la alimentación y del reposo. En la etapa de crecimiento, Pelé dormía 15 horas diarias, de 22.00 a 10.00, y luego una siesta de 3 horas. Aunque cuando se portaba mal, se portaba mal”.
“Pelé no era muy jaranero, le gustaba tirar eso sí. Hay otros que son fiesteros, trasnochan, toman, pero Pelé no. Nunca fumó. Siempre fue muy profesional”, agrega Urrutia O’Nell.
La bohemia
El Tuñín era uno de los lugares habituales de la bohemia en el Santiago de los 60. “No había personaje de fútbol o que viniera de Argentina, que no pasara por allá. Por ejemplo, el Rolo tiene fotos con cantantes como Edmundo Rivero, o con las vedettes que llegaban. Era una picada bohemia”, señala Urrutia, y no era el único. “Estaban El pollo dorado, el Nuria, el mismo Bim Bam Bum, el Goyescas, Teatro Ópera, existía toda una vida nocturna que frenó el toque de queda durante la dictadura”.
Urrutia señala que en esos locales se daba una cierta simbiosis entre el mundo del fútbol y los espectáculos. “Había muchos restoranes en la Alameda, como El negro bueno, Il Bosco, donde se generaba una bohemia en que compartían periodistas, deportistas, las chicas del Bim Bam Bum, políticos, intelectuales. Yo llegué a conocerlo, aunque llegué al final. En uno de esos locales fue cajero Armando Tobar (seleccionado chileno del 62)”.
En una época sin redes sociales ni celulares, lo que se hiciera quedaba más en secreto. “Todo era mucho más piola, no había el exhibicionismo de ahora y siempre existió la relación entre vedette y futbolista. Hay varios del Ballet Azul que tuvieron romances con chicas del Bim Bam Bum, partiendo por el ‘Pluto’ Carlos Contreras”.
Claro que ciertas cosas no han cambiado. Tal como tenía predilección por la música y tocaba guitarra, Pelé solía ir al cine, aunque como la estrella que era, debía tomar recaudos. Así lo cuenta Urrutia O’Nell. “Se lamentaba de que cada vez que iba al cine, tenía que entrar 10 minutos atrasado, y retirarse 10 minutos antes. Entraba a la sala a oscuras, y la abandonaba a oscuras, porque si lo veían quedaba la escoba”.