El rock tiene muchos momentos altos. Casi siempre, los grandes hitos que componen su historia terminan siendo ubicados a lo largo de los años 60, acaso una de las décadas más importantes para la cultura popular que, entre otras cosas, vio nacer a bandas de la talla y trascendencia de The Beatles, The Doors, Beach Boys, The Rolling Stones, Pink Floyd y The Who.
Pero los primeros años del decenio siguiente también dieron que hablar. Hace exactos 50 años, en 1973, vieron la luz una serie de discos que calaron hondo en el cancionero popular del rock: The dark side of the moon (Pink Floyd), Sabbath Bloody Sabbath (Black Sabbath), Goodbye yellow brick road (Elton John), Aladdin Sane (David Bowie), Band of the run (Wings) y Larks’ Tongues in Aspic (King Crimson) son solo algunos de ellos.
“Cada uno tuvo su impacto en diferente ámbito”, explica Rainiero Guerrero, director de Radio Futuro. Aunque, de entrada, señala que no se trata necesariamente de los discos más memorables en las carreras de aquellos músicos y bandas. Al menos no en todos los casos.
“Son discos importantes, pero tampoco es lo más relevante dentro de la discografía de Black Sabbath, por ejemplo, donde hay otros discos que son igual de fundamentales como Paranoid. O los mismos The Who, donde Quadrophenia es una obra conceptual, pero con un formato que ya venían trabajando con Tommy, con Who’s Next, que son las dos grandes producciones de la banda”, precisa Guerrero.
Sin embargo, y al revisar el recorrido de sus intérpretes, el periodista y crítico de Culto, Marcelo Contreras, sí reconoce en dicho año un momento particular para el género: “1973 parece ser un año brillante en cuanto a música popular, particularmente a la proveniente de Inglaterra. Creo que cada uno de estos discos es una suerte de hito en la carrera de todos estos artistas. De alguna manera, o son obras culmines o marcan un punto aparte respecto de lo que venían haciendo”.
Entre esos, Contreras menciona a Sabbath Bloody Sabbath como “el disco más ambicioso en la carrera de Black Sabbath. Es probablemente su disco más progresivo, si se quiere. Es un LP donde, por ejemplo, los sintetizadores tienen una participación. Incluso hay un detalle curioso: Ozzy Osbourne, de quien no se conoce bien si sabe o no tocar algún instrumento, está acreditado como uno de los intérpretes de sintetizadores en ese disco”.
Asimismo, cataloga a Band on the run como un “grandes éxitos” imprescindible de Paul McCartney; al single homónimo de Goodbye yellow brick road como una de las mejores (si es que no la mejor) composición de Elton John, y Aladdin Sane como una de las etapas más extraordinarias de la carrera de David Bowie por su seguridad respecto a “qué quiere hacer, cómo quiere sonar, las variedades estilísticas que puede plantear dentro de un solo álbum”.
El sexto álbum de estudio del “Duque blanco” es un LP que Guerrero también reconoce como fundamental. “Es un paso diferente de Bowie, en términos de composición, de música, pero también de imagen”, menciona el periodista, que reconoce en todos estos discos un fuerte componente visual: “La imagen, la carátula, la portada no eran algo aleatorio, no eran un elemento más, sino que algo fundamental para ayudar a que se hicieran reconocibles en el tiempo. Lo gráfico ayudó mucho a estos discos, que musicalmente eran de una calidad superior”.
La globalización del rock
Para César Albornoz, Doctor en Historia y autor del libro El origen del rock chileno. Entrevistas a fundadores de la Nueva Ola, la perspectiva histórica resulta esencial a la hora de analizar el lugar que ocupa 1973 en el panorama rockero. “En términos de discos de rock, uno podría decir que desde 1965 hasta 1975, prácticamente todos los años son de grandes álbumes. Pero hay una serie de acontecimientos a nivel de la historia convencional que son de atender para, bajo mi perspectiva, analizar qué tan relevante fue ese año para el rock”.
Aunque personalmente considera que otros años gozan de más acontecimientos musicales relevantes, Albornoz sí enumera una serie de hitos históricos ubicados en 1973 y que, de una u otra forma, significaron un paso gigante para el rol popular del género, y que decantaron en la globalización del rock.
“El mismo año salió Tubular Bells, de Mike Oldfield, disco del que se sacó la música para El exorcista. Es un álbum bien potente, de rock progresivo. Y ese disco lo sacó Virgin, un sello que estaba debutando con ese disco…”, explica el historiador. “Al ser un sello nuevo, tenía cierta independencia en relación a sus decisiones comerciales. Así fue como sacó el año 73 el The Faust Tapes, del grupo alemán Faust. Y lo comercializan a precio de disco sencillo siendo un álbum. Eso permitió que The Faust Tapes fuera súper vendido en Reino Unido, y a través de ese LP, entró en el radar lo que se conoce como el krautrock”.
El krautrock, también conocido como kraut rock, es el género que agrupa los sonidos del rock progresivo alemán. “Es un dato importante, porque es un disco alemán de la República Federal Alemana, y en plena guerra fría”, explica Albornoz, que lo define como: “Un rock muy hijo de la contracultura alemana de fines de los 60, que además se instala con una sonoridad distinta al típico rock anglosajón o de raíz afroamericana”.
El académico menciona otro hito importantísimo para la época: el concierto de Elvis Presley desde el Honolulu International Center, en Hawaii, que pasó a la historia como el primer recital de un artista solista transmitido vía satélite.
A estos momentos, Albornoz agrega la hazaña de The dark side of the moon, uno de los discos más vendidos de la historia y que dejó una huella enorme en la cultura popular y el rock psicodélico. “En términos de interpretación histórica, uno podría definir el año 73, desde una exigencia analítica, como un año en que se pueden identificar algunos indicios de lo que posteriormente va a ser la globalización del rock. Con el concierto de Elvis, el krautrock y también The dark side…”.
Con acento inglés
Acorde a lo que venía sucediendo desde los años sesenta, varios de los mejores títulos nacidos en 1973 llegaron de la mano de artistas británicos. Una realidad que sólo reafirma lo que en tiempos anteriores se conoció como la “invasión británica”.
“El rock inglés de los 70 es la consecución del gran legado que dejó la invasión británica en Estados Unidos, que fueron los Beatles, los Rolling Stones, The Who, The Kings, etc. De toda esa invasión surgió un gran movimiento también en Estados Unidos, que fue el folk rock a finales de los 60, principios de los 70, y que originó una gran corriente musical también en los Estados Unidos. Es para no olvidarlo”, señala Guerrero.
Para el director de Futuro, aquello dio pie para un nuevo período. “Básicamente, fue la confirmación de las carreras solistas de los Beatles, por ejemplo, o de la irrupción importante de Led Zeppelin, que se transformó en ‘la banda’ de los 70, marcada por las guitarras principalmente”.
Marcelo Contreras señala otro elemento importantísimo dentro del legado de la nación europea: su rol en la proliferación de nuevas variantes del rock y el metal. “Los ingleses estaban muy focalizados en dos aspectos. Por un lado, estaban construyendo y armando el heavy metal y el rock duro, precisamente con Black Sabbath, con Led Zeppelin, con Deep Purple. Ya existía Judas Priest, que hacia fines de los 70 define el heavy metal. Y por el otro, también estaban diseñando el rock progresivo con bandas como Genesis o King Crimson. Igualmente estaba toda esta especie de tridente muy poderoso que tiene que ver con el soft rock, en el cual es absolutamente representativo el trabajo que estaba desarrollando Elton John”.
El crítico resume el espíritu de la época: “Fue un momento donde el rock se estaba expandiendo, estableciendo nuevos lenguajes musicales. Es un período también donde la electrónica comienza a tener un protagonismo dentro de la música. No solamente se trataba de tener una guitarra, un bajo y una batería, sino que elementos electrónicos comienzan a invadir la música y comienzan a mezclarse en ella”.
The dark side of the moon: el disco que cambió la historia
Hubo una afirmación que generó consenso dentro de los expertos consultados en esta nota: The dark side of the moon de Pink Floyd es, de todos los lanzamientos de ese año, el disco que más importancia histórica carga.
“The dark side… es un disco totalmente insoslayable por la trascendencia que ha tenido en cuanto a las ventas. Estuvo rankeado una cantidad enorme de semanas, meses y años dentro de los más vendidos. No solamente consistía en que te sumergías en un single y ya, como una noche de acción rocanrolera, sino que se trataba de detenerte y vivir una experiencia. Sumergirte en algo”, reflexiona Contreras.
“Es una obra superior, distinta -señala Guerrero-. Pensada desde lo musical en términos de cercanía, de una complejidad que se hace amable para ser escuchada, con una letra que ya reclamaba por esta alineación de la sociedad. Esta cosa de trabajar, de funcionar, de ser máquina. Es una obra completa que cierra, además, con una carátula que lo hace todo mucho más místico, mucho más trascendental”.
Además de valorarlo por su calidad musical, Albornoz también atiende al contexto histórico para posicionarlo como un álbum imprescindible, que surge cerca del término de la carrera espacial y en plena guerra fría. “Toda esa sonoridad sideral, que en el fondo es progresiva, que viene de la psicodelia y que es muy Pink Floyd, por lo demás, desde Gilmour en adelante, puede leerse como literalmente una representación simbólica del fin de una carrera espacial, aunque en ningún momento los compositores lo hayan planteado así. Para Roger Waters, ese lado oscuro es el lado oscuro del alma. Es la sociedad que en ese contexto lo lee desde esa forma, y es súper válido. Pero, en el fondo, la música también tiene la experiencia social a través de esa interpretación que te estoy diciendo. Y por supuesto que tiene ese peso. Probablemente eso es lo que lo haya hecho ser con el tiempo el disco más vendido, sino uno de los más vendidos de la historia”.