La gracia de un diario es que resulta una especie de confesionario íntimo. Un lugar secreto al que solo se accede a voluntad de quien escribe, porque ahí se muestra con toda su vulnerabilidad. Por ello, de su puño y letra, el 13 de julio de 1951, la escritora Patricia Highsmith anotó: “He dormido en casa de Jack. Me he levantado y me he ido a las 7 con un botín de Nescafé, tabaco y licor, 2 botellas de ginebra Gordon. He llegado a la hora de retraso a la autoescuela Wolfrathausen y regresado a pie a Ambach”. Su gusto por la fiesta y la farra no pudo quedar mejor reflejado.
O el 22 de julio de ese mismo año. “De repente envejezco: no hago ejercicio con regularidad, no escribo en ningún diario con regularidad. Aceptar la responsabilidad de un coche, no ser hospitalaria con nada, no vigilar la dieta, no contar el dinero. Ser infinitamente paciente con el destino. ¡Ah, es todo para bien! Y no enamorarse y ser paciente, paciente, paciente. Y en general optimista. Todo eso es envejecer”.
Los diarios de Highsmith ya están disponibles en Chile a través de la catalana editorial Anagrama. Bajo el título Diarios y cuadernos 1941-1995, la edición de Anna Von Planta, y la traducción del español Eduardo Iriarte. Un verdadero tesoro con una historia particular. Fue tras su muerte en Suiza, el 4 de febrero de 1995, que en su casa se descubrieron 18 diarios y 38 cuadernos que sumaban cerca de 8 mil páginas. “Cincuenta y seis gruesos tomos de escritura personal, pulcramente guardados en el fondo del armario para la ropa blanca”.
No era menor, pues la oriunda de Forth Worth, Texas, era más bien ermitaña y no concedía muchas entrevistas, por lo que llegaba una oportunidad única para conocer su vida de primera fuente. Incluso, en el prólogo del voluminoso libro (con 1.256 páginas), Von Planta -quien alcanzó a trabajar como editora de Highsmith estando ella viva- explica que la autora había pensado en publicarlos por lo que había encargado a una amiga, Gloria Kate Kingsley, que hiciera una selección. De modo que para este libro, fue exactamente lo que se hizo. “Nuestra selección se ha basado en lo que fue materia principal para la propia Pat”.
Contactado por Culto, el traductor Eduardo Iriarte cuenta cómo fue el proceso de traducir tamaña obra: “Fue todo un desafío no solo por su enorme extensión, sino también porque los textos estaban escritos en cinco idiomas y a lo largo de cinco décadas, por lo que el estilo se metamorfoseaba en grado sumo, evolucionaba y variaba dependiendo de la situación geográfica y las circunstancias personales de la autora en cada momento. Uno de los mayores retos fue precisamente ubicar entradas sin apenas contexto, pues Highsmith llevaba una existencia laberíntica a veces muy difícil de seguir sin referencias externas, como las distintas biografías publicadas”.
“El proceso de traducción fue largo, ya que dependía de los envíos parciales de la editorial que iba a publicar el texto en inglés y, posteriormente, de las muchas correcciones o añadidos que fueron haciendo sobre la edición en ese idioma -agrega Iriarte-. Calculo que la traducción en sí me llevó cerca de un año y, meses después, dediqué siete u ocho semanas a la revisión de las galeradas para Anagrama. Aunque el libro publicado tiene cerca de 1.300 páginas, a la hora de las correcciones estuve manejando un documento de más de 1.800 folios, un manuscrito monumental”.
Por supuesto, un trabajo tan monumental demandó cierta complejidad. Iriarte lo comenta: “Quizá la mayor dificultad estribó en la urgencia del estilo, ya que la autora acostumbraba a escribir sus diarios a altas horas de la madrugada o a primera hora de la mañana al despertarse, no pocas veces en estado de embriaguez o confusión mental. Así pues, me vi en la paradójica situación de tener que elaborar y reelaborar, desbastar y matizar las entradas de modo que resultaran tan espontáneas e improvisadas como fuera posible, manteniendo gazapos y repeticiones donde los había para que la prosa no pareciera excesivamente pulida”.
De hecho, la aplaudida escritura de la autora de Extraños en un tren fue otro tema a resolver, comenta Iriarte: “El ritmo alternativamente sincopado y torrencial es asimismo un rasgo del estilo de Highsmith nada sencillo de reproducir en otro idioma, pues, por ejemplo, inserta guiones a modo de separación donde no tendría por qué haber pausas o cesuras”.
Se abre un personaje
Así, los diarios abarcan prácticamente desde su juventud y toda su vida adulta.El 15 de enero de 1941 anotó: “Quería empezar Anna Karénina, pero tengo un libro nuevo, El poder soviético [de Hewlett Johnson], encima de la mesa, bien bonito: ¡¿Cómo va a leer uno Anna Karénina con los tiempos que corren?! ¡Ay, estoy soñando! Me gustaría viajar a Rusia con [Babs] B. Estos días no volverán. Soy exactamente como una persona en 1917 en América. ¿Qué debería haber leído? Nada salvo textos sobre la guerra. Todo lo demás es evasión”. Dando cuenta de uno de los ejes del libro: la dimensión literaria.
También se muestra la expansión total de su condición de lesbiana. Sin complejos, en una sociedad donde aún la homosexualidad era mal vista. El 17 de enero de 1941 anotó: “¡Habrá una fiesta el sábado por la noche cuando se suponía que iba a ver a Ernst!31 + Creo que le gusto mucho a [Marijann] K. Al igual que otras de su clase, por no decir otra cosa. ¡Ojalá le gustara más! Mi obra de teatro es buena. ¡No me avergonzará enseñársela a nadie: a B. o Judy32 o Latham! + El libro [El poder soviético] del deán de Canterbury. Más que nada una recopilación de estadísticas de crecimiento rusas. Será muy influyente, importante. Me gustaría que la abuela viera la luz antes de morir. + Con John y Grace y mis padres en el Vanguard a las 10. Estaba Judy pero no la he invitado a nuestra mesa, por lo que madre me ha regañado severamente. Judy me gusta. (¡Eddy es comunista, y también agente de policía!)”.
Y también deja entrever su apasionada forma de ser: “Cómo acaso hasta el amor, de tanto sufrir magullones en su cabeza, puede convertirse en odio. Pues lo curioso es que ayer también me sentí muy cerca del asesinato, también, cuando fui a ver la casa de la mujer que casi me hizo amarla cuando la vi apenas en diciembre de 1948. Matar es como hacer el amor, una forma de posesión. (¿No es la atención, durante un momento, de nuestro objeto de afecto?) Sujetarla de pronto, mis manos en su garganta (que en realidad me gustaría besar) como si tomara una foto, volverla fría, rígida como una estatua en un instante”.
Curiosamente, el tema del sexo, a nivel de traducción, fue un problema. Así lo comenta Iriarte: “Entre los elementos que me llamaron la atención especialmente destacaría el detalle de que Highsmith se consideraba una persona ‘sin sexo, género’ y el idioma inglés le permitía escribir como tal. La sintaxis española, sin embargo, obliga en ciertas construcciones a que el hablante se identifique como masculino o femenino, así que, en la traducción, cuando Highsmith se refería a sí misma a título estrictamente personal, el sujeto indefinido se tradujo como ‘una’, en femenino. Por el contrario, si lo hacía en un sentido genérico, a modo de encarnación de todos los seres humanos, se tradujo como ‘uno’”.
El crítico literario Matías Rivas es un reconocido seguidor de Patricia Highsmith (de hecho escribió una reveladora columna para La Tercera Domingo), y por supuesto, consultado por Culto, se explayó sobre el libro. “Es un trabajo que hay que dárselo a pocos, porque es un volumen enorme que vale la pena leerlo sin atragantarse, sino es un exceso. Hay que leerlo de a poco”, asegura al teléfono.
Para Rivas, la gracia del libro es que muestra una nueva Patricia Highsmith. “Revela a una escritora en toda su extensión y abre un personaje. Si pensamos una novela como Carol, que es autobiográfica, más estos diarios y más el libro de cómo se escribe una novela de suspenso, vemos una dimensión nueva de ella como autora. Hay gente que la va a preferir como escritora de no ficción y otros que van a preferir su parte de ficción”.
Rivas destaca que tal como ocurre con los casos de otros escritores (como Virginia Woolf, John Cheever, Franz Kafka, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath o Susan Sontag), los diarios están consolidándose como una interesante tendencia editorial. “Lo que hacen los diarios es modifican lo que los autores hicieron durante sus vidas. Lo amplifican, le dan un backstage, tienen un valor como obra literaria”.
“Me sorprendió su crudeza, su capacidad de ser crítica consigo misma, el humor negro, su ambición literaria, su relación permanente con el tema de la sexualidad. También su mirada política, aparece su opinión sobre la sociedad que la rodea, desde los punks a personajes literarios. El libro está lleno de reflexiones muy agudas, dice cosas que a uno lo dejan pensando”.
Patricia Highsmith es una autora que constantemente tiene novedades editoriales. En nuestro país, el 2022 se editó el formidable ¿Cómo se escribe un libro de suspenso?, a través de Ediciones UDP (“Es un libro que da muy buenos consejos para escribir, un ensayo literario”, apunta Matías Rivas). Además, como novedad de enero, la misma Anagrama publica en nuestro país una nueva edición de Carol, su novela de 1952 donde desarrolla el tema del amor lésbico a partir de una experiencia personal. Hay más Highsmith para rato.