En la ceremonia de los Premios Oscar de 1971 se medía M*A*S*H, de Robert Altman, frente a Patton, dirigida por Franklin J. Schaffner y coescrita por un treintañero Francis Ford Coppola. Quentin Tarantino, de entonces ocho años, sintonizó la mayor ceremonia de Hollywood habiendo visto ambos filmes en el cine.
Pero no sólo eso: ya había visto un total de tres veces la cinta de Altman, su favorita del grupo, así como también las otras candidatas a Mejor película de esa edición: Mi vida es mi vida, Aeropuerto y Love story.
“Aunque con M*A*S*H disfruté de verdad, para mí parte del placer de verla se debía al hecho de estar en un cine lleno de adultos que se desternillaban de risa, todos exaltados por su propia procacidad”, consigna Tarantino en Meditaciones de cine (Reservoir Books), para luego describir la particular manera con la que se situaba frente a sus pares.
“Como a mí me dejaban ver cosas vedadas a otros niños, mis compañeros de clase me tenían por una persona sofisticada. Y como veía las películas más estimulantes de la época más destacada de la historia en la cinematografía de Hollywood, no les faltaba razón: yo era sofisticado”.
En algún momento Tarantino le preguntó a su madre por qué gozaba de ese privilegio. “Me preocupa más que vas las noticias. Una película no va a hacerte daño”, le contestó su progenitora, Connie McHugh, quien por entonces era pareja de Curt, un hombre afroamericano que amaba la experiencia alrededor de la pantalla grande. “Cuando me llevaban al cine, a mí me tocaba quedarme quieto en la butaca y ver la película, me gustara o no”, cuenta.
Editado en noviembre en inglés (bajo el título Cinema speculation y recibido con buenos comentarios), el libro opera en parte como una radiografía del origen de un cinéfilo hasta la médula. No por nada el primer capítulo lleva por nombre El pequeño Q ve grandes películas.
Tarantino tuvo contacto con todo tipo de largometrajes para adultos cuando ni siquiera había cumplido diez años: Bullitt (1968), de Peter Yates y protagonizada por Steve McQueen y Robert Vaughn; Joe, ciudadano americano (1970), de John G. Avildsen, y la Trilogía del Dólar de Sergio Leone. Muchas de ellas, detalla, las vio en el Tiffany Theater, ubicado en Sunset Boulevard.
El director se adentra en títulos específicos. Bullitt, según apunta, “es una de las películas mejor dirigidas de cuantas se han realizado nunca”, y cuestiona que Harry el Sucio (1971) haya sido tildada de “fascista” por un sector de la crítica estadounidense. “Por más que sea una fantasía blanca del Oeste ambientada en el San Francisco moderno, también es un llamamiento a promulgar nuevas leyes para delitos nuevos”, argumenta sobre la obra protagonizada por Clint Eastwood.
Al viajar al fondo de las producciones y la industria –y rindiéndole tributo al nombre original de su libro–, Tarantino también se abre a especular. En específico, imagina los diferentes derroteros que podría haber tomado Taxi driver (1976).
Quinto largometraje de Martin Scorsese, el filme centrado en el perturbado Travis Bickle (Robert De Niro) nació de una idea de Paul Schrader. Originalmente el guionista concibió al personaje de Sport (Harvey Keitel) como negro en vez de blanco, una particularidad que despierta un cúmulo de preguntas en Tarantino, a pesar de que “no creo que Scorsese concediese tanta importancia al cambio de raza del personaje”.
También piensa en cómo habría sido la cinta bajo el mando de Brian De Palma, quien estuvo cerca de dirigirla para el estudio Columbia Pictures. “Creo que De Palma habría observado a Travis de la misma forma que Polanski observa a Catherine Deneuve en Repulsión”, afirma. “Nadie confundiría al Travis de De Palma con un personaje heroico. El Taxi driver de De Palma no habría sido solo un thriller, habría sido un thriller político (más o menos lo que acabó siendo Impacto). De Palma se habría centrado en el elemento del asesinato político de la trama”.
Además, recupera un consejo que le habría entregado el cineasta de Caracortada (1983) después de ver Perros de la calle (1992), su celebrada ópera prima. “Quentin, no te pongas muy esotérico con el tema. Si quieres que te dejen seguir haciendo películas, tienes que darles una Carrie de vez en cuando”.