“No vi ninguna de las rivales”, admite. “No veo muchas películas contemporáneas, salvo algunas muy concretas y particulares. No soy de seguir el camino de los festivales. Prefiero ver películas viejas”.
Sentado en la terraza del hotel de Providencia en que se hospeda, Mariano Llinás (Buenos Aires, 1975) contesta con total franqueza a si ha visto la alemana Sin novedad en el frente, la belga Close, la india RRR o la surcoreana La decisión de partir. Todas fueron candidatas al Globo de Oro a Mejor película de habla no inglesa, el reconocimiento que Argentina, 1985 obtuvo la semana pasada en la ceremonia organizada por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood.
“No soy buen espectador de cine contemporáneo, empecemos por ahí. Soy mal espectador de cine contemporáneo. ¡No vi Parasite!”, subraya.
Llinás, quien escribió el largometraje sobre el Juicio a las Juntas en dupla con Santiago Mitre, recibió con particular satisfacción la noticia que llegó desde Los Angeles y que le comunicó el equipo encabezado por Ricardo Darín y el director. “Me parece divertido haberlo ganado, me parece bien. Supongo que sería incluso más divertido ganar otras cosas”, asegura.
El oficio de guionista de la industria es sólo una de sus dos facetas: la otra es la de creador de las historias que dirige y escribe en El Pampero Cine, la compañía que fundó hace más de dos décadas. Allí se han originado títulos como Historias extraordinarias (2008) y La flor (2018), obras fundamentales del cine argentino más arriesgado y fresco del último par de décadas.
De ambas caras de su trayectoria vino a hablar a la Universidad Diego Portales, donde ayer y hoy protagonizó una clínica en la Escuela de Cine y Realización Audiovisual. “Sé que son experiencias totalmente diferentes. Más allá del cine, no hay muchos puntos de contacto. En un caso hago las películas que quiero y en otro, no. Eso no significa que no me gusten o que no las haga con pasión”, apunta.
En su léxico, Argentina, 1985 (que hoy se puede ver en Prime Video) es “la película de Mitre”. Y, al mismo tiempo, según explica, “probablemente es una de las películas más importantes de mi vida. Ya debe serlo”. Por sobre su amplia presencia en las premiaciones internacionales (también se adueñó de una candidatura a los Bafta y el próximo martes podría irrumpir en las nominaciones a los Oscar), cuenta que le impresiona la conversación que despertó el filme tras su lanzamiento en salas.
“No sé qué habrá pasado en otros lugares, pero en Buenos Aires fue abrumador. Trascendió el rol del cine y se convirtió casi en un hecho político y social. La gente durante mucho tiempo no hablaba de otra cosa”, sintetiza. “Hace mucho tiempo que no pasaba que una película le hablara al público de esa manera. Ni siquiera, te diría, las de (Juan José) Campanella, que tuvieron mucho éxito, trabajaban de esta manera”.
-En un comienzo, Ud. pensó que Argentina, 1985 podía incluir elementos fantásticos. ¿Recuerda cómo estos se manifestaban en la historia?
Era una de las tesis iniciales. Nosotros veníamos de hacer dos películas fantásticas, una era La cordillera (2017), que se filmó aquí, y la otra es Pequeña flor (2022), que se filmó en Francia. Cuando Mitre trajo la idea, yo automáticamente imaginé: ¿cómo armamos desde lo fantástico un trabajo que tenga que ver con esto (Juicio a las Juntas)? También pensé en otro género que me gusta mucho, que es el género de espionaje. A partir de ahí creo que imaginamos la idea de un personaje que era un topo que se infiltraba. Una historia imposible.
Cuando se la comentamos a (Axel) Kuschevatzky, productor, como se dice allá, nos sacó cagando. Nos dijo: “No es eso, no hay que buscarle la vuelta, no hay que inventar nada, ninguna forma extraña de aproximarse a la historia”. Y básicamente nos definió una película que terminó siendo la que es. Es decir, una película sobre el Juicio a las Juntas sin ninguna vuelta, donde no hay ningún tipo de originalidad narrativa en torno al tema, más allá de ciertos pasos de comedia, que ni siquiera sé si es una originalidad. Kuschevatzky la imaginó antes que nosotros y luego la ejecutamos. Nos redirigió hacia un tipo de película que no era la que teníamos en la cabeza. Creo que tuvo razón, si pensamos en que todo lo que está pasando es muy bueno.
-Si por un momento nos permitimos especular, ¿cree que Ud. estaría tan satisfecho con esa redirección si la recepción a la película no hubiera sido tan unánime?
¿Qué decirte? No sé. Nosotros pensábamos que La cordillera iba a ser una película que cambiaría determinados paradigmas sobre el cine argentino y no fue así. El público argentino rechazó esa particularidad, ese costado anómalo. Y en el caso de esta (Argentina, 1985), lo aprobó. A mí el cine me apasiona mucho y parte del juego con el cine es entender al público. Entonces, a mí una película como esta me da una cantidad de información gigantesca para mi trabajo, para lo que yo hago, que es tratar de seguir manteniendo el cine vivo, desde mi humilde lugar. Parte de eso es que al público no le gusta tanto lo fantástico, prefiere el naturalismo, sin duda. ¿Eso significa que voy a empezar a hacer películas naturalistas? Creo que no, pero es bueno saberlo.
Hacer una película muy exitosa, para un director o un guionista, en mi caso, puede ser muy bueno en términos de entender el cine. Puede ser malo si ese éxito a uno lo engaña. También puede ser peligroso. Creo que a nosotros nos agarró un poco viejos, por lo que no tengo miedo.
-Ricardo Darín se involucró tempranamente como productor y la idea de Mitre era que él fuera el protagonista. ¿Cómo se escribe un personaje pensando en él?
Lo que pasa es que le tenía que gustar a Darín; pensar en él no necesariamente significaba que la iba a hacer. Él no elige más que de acuerdo a un olfato muy particular y que no tiene necesariamente que ver, como tantas otras estrellas, con el lucimiento, con la posibilidad de brillar. Entonces no es fácil escribir una película para que le guste a Darín. Todo el mundo trata de escribir películas para que le gusten y son muy pocas las que le gustan. Por ejemplo, al poner determinados elementos de humor de alguna manera había que hacer lo contrario de lo que él había hecho siempre. No había que hacer el tipo de personajes humorísticos con los cuales se consagró en las comedias de Campanella. Fue complejo. A mí lo que más me impresionó, y se lo dije en Venecia, fue la fidelidad con la que él decía lo que nosotros habíamos escrito. Era una especie de violinista experto. Es muy raro que se dé una simbiosis así.
-Ha mencionado que no fue una decisión suya que la película terminara con Inconsciente colectivo, de Charly García, y que la elección inicial era Mejor no hablar de ciertas cosas, de Sumo.
Pero eso tiene que ver con mi gusto. A mí no me gusta Charly, me gusta Sumo. ¡Pero eso yo se lo dije a Mitre!
-¿Qué le dijo?
“No, es fantástico, es fantástico”. Cuando vi la película, le dije: “Eso hay que sacarlo, se van a cagar de risa”. Al final fue un gran éxito. Él tenía razón.
-¿Y cómo se lo explica?
No me puedo explicar el gran éxito que tiene Charly García. Vivo en un país en el que a todo el mundo le parece maravilloso Charly García. A mí mujer le parece maravilloso Charly García. Es inexplicable para mí. Pero, bueno, a otros les parecerán inexplicables cosas que tienen que ver conmigo.
-Hace poco señaló que lograr la nominación a los Oscar sería el chiste más gracioso de su vida. ¿Le gustaría asistir a la ceremonia?
Creo que voy a ir al Goya. Supongo que sería gracioso. Filmé con un león en una habitación, fui a Mozambique a hacer un plano cuando tenía 25 años, viví un mes y medio en una base en la Antártida Argentina. Me han pasado cosas raras en la vida. Una aventura en los Oscar sería una más de esas excentricidades divertidas.
-¿Está escribiendo una nueva película que dirigirá Ud.?
Sí, empecé a escribir el sábado, pero ya hay bastantes páginas. Pensaba escribir acá en Chile, pero lo veo difícil. Creo que en cuatro o cinco tardes más de escritura la termino, porque la vengo pensando desde hace mucho tiempo. Es la segunda de una serie de películas sobre guerras civiles. Veremos qué pasa.