La historia de origen de la compositora y directora de orquesta Lydia Tár se manifiesta en los primeros minutos de película. Discípula de Leonard Bernstein y amante de la obra de Gustav Mahler, estudió y se especializó en piano en afamadas instituciones hasta llegar a ocupar los espacios más prestigiosos de la música de cámara.
Encabeza desde hace años la Orquesta Filarmónica de Berlín y, debido a que también ha trabajado fuera de los límites de su parcela, es una “EGOT”, o sea, una ganadora del Emmy, el Grammy, el Oscar y el Tony. No le faltan créditos, porque además su reputación se la debe al trabajo de campo etnográfico que desarrolló en la Amazonía peruana junto al pueblo Shipibo-Konibo.
La introducción del entrevistador es incluso más específica y amplia que eso. Como protagonista de una charla en el festival que organiza anualmente la revista The New Yorker, la artista se expresa derrochando convicción y magnetismo. “El tiempo es la pieza esencial de la interpretación. No puedes empezar sin mí”, dice de manera categórica al hablar sobre su oficio como directora. “Sé exactamente qué hora es, y el momento exacto en que llegaremos a nuestro destino”.
Un tipo de infalibilidad similar es la que aplica la intérprete que le da vida en la pantalla. En Tár -que se estrena este jueves en cines chilenos- Cate Blanchett brinda una actuación para la posteridad como la compositora de la trama, una figura que agrupa en sí misma el genio, el carisma, la corrupción y la mentira, y que experimenta una curva descendiente cuando estalla un escándalo que sacude su vida íntima y profesional.
Michael Phillips, crítico de cine del periódico Chicago Tribune, estima que desde Daniel Day-Lewis en There will be blood (Petróleo sangriento, 2007) que el cine no era testigo de un trabajo actoral de ese calibre.
“Blanchett es una especie atípica de minimalista/maximalista como actriz en la pantalla, y en algunas interpretaciones realmente quisiera un poco menos de ella. No en Tár. Cada gesto, reacción o punzada del personaje se siente resuelto perfecta y naturalmente”, plantea a Culto.
Agrega: “Ella encarna a una mujer que esencialmente está interpretando su vida al mismo tiempo que viviéndola, pero paradójicamente su interpretación (la de Blanchett) se vuelve más sutil, no más grande”.
¿Cómo fue posible esa proeza? Evitando contactarla de inmediato, el director y guionista estadounidense Todd Field escribió el papel pensando específicamente en Blanchett. Aunque es una de las estrellas más prodigiosas y solicitadas del orbe, el cineasta de Secretos íntimos (2006) nunca tuvo a otra actriz como alternativa y, según ha expresado, si la respuesta hubiera sido negativa, simplemente no hubiera seguido adelante con el proyecto. El mundo se habría quedado sin Tár.
“Es muy atípico que recibas un guión tan perfecto en todos los sentidos, desde el punto de vista lingüístico, visual y rítmico”, señaló la intérprete a Entertainment Weekly. Aceptó sin darle demasiadas vueltas, pese a que la película demandaba que iniciara una preparación que en la antesala le producía un “terror absoluto”.
Al contrario de la mayoría de sus pares del medio, Blanchett suele preferir la discreción cuando emergen las interrogantes sobre el proceso creativo que desarrolla en cada rol. Tampoco es de su gusto trazar paralelos entre sus personajes y su propio presente o experiencias, ni percibe la actuación como una especie de terapia. “Creo que esa noción es bastante repugnante, en realidad, repulsiva”, afirmó años atrás.
Sin embargo, a causa del gran impacto que ha alcanzado Tár desde su debut en el Festival de Venecia (donde ganó la Copa Volpi), no le ha quedado más opción que ahondar en sus secretos.
Es un largometraje que estudia a la más grande directora y compositora viva (siempre según la ficción creada por Field), por lo que trabajó a la par con Natalie Murray Beale, conductora que asesoró a la película en el apartado musical.
Además de aprender a utilizar la batuta al frente de la orquesta, tomó clases de piano para poder interpretar en vivo las composiciones que toca su personaje. Por último, debido a que parte de la trama se ambienta en Berlín, y hubiera resultado poco auténtico que dirigiera a la orquesta hablando en inglés, tuvo que tomar clases de alemán. Un idioma que incluso se le escucha en conversaciones informales con colegas.
“Ningún actor serio quiere hablar sobre su tarea porque estamos en el negocio de la invisibilidad, y no deberíamos sacar a relucir nada de eso. Pero es como imaginar otro mundo en el que Tom Hanks y Bill Paxton (en Apolo 13) podrían realmente haber viajado a la Luna. Es bastante extraordinario”, enfatizó el cineasta sobre la descollante labor de su actriz.
Luego de triunfar en los años 2005 y 2014 por El aviador y Blue Jasmine, respectivamente, su representación de Lydia Tár podría concederle el tercer Oscar de su trayectoria (se da por hecho su presencia en el listado de nominados que se revelará este martes).
Pero la estrella australiana se ha mostrado poco interesada en acumular nuevas estatuillas. De otro modo no se entiende que hace una semana, en los Critics Choice Awards, haya enfocado su discurso de agradecimiento en llamar a la premiación “extremadamente arbitraria” y sugerir “detener la carrera de caballos televisada”.
Además, en los últimos meses se ha resistido a montar una campaña tradicional (no asistió a recoger su Globo de Oro), optando por elogiar a colegas y a su propio director. Según la óptica de Michael Phillips, “creo que ella es a la vez sincera y elegante en la forma en que defiende a sus compañeras artistas”.
En medio de la discusión
En la ceremonia de 2014 de los Oscar, Cate Blanchett recibió su segundo galardón personal de manos de Daniel Day-Lewis. Luego de liderar en su país de origen la Sydney Theatre Company entre 2008 y 2012 junto a su esposo, Andrew Upton, la actriz señaló ante los asistentes que “trabajar en Blue Jasmine fue una síntesis de mi trabajo en el teatro y el cine”.
Pero la frase que más circuló no fue esa. Fue el momento en que apuntó a los integrantes de la industria que “se aferran tontamente a la idea de que los filmes con mujeres en el centro son experiencias de nicho. El público quiere verlos y, de hecho, ganan dinero”. Lo buscara o no, la alusión la catapultó de inmediato a la discusión sobre la desigualdad de género en Hollywood antes de que nacieran el MeToo o el movimiento Time’s Up.
Siguiendo sus pasos más recientes, nadie podría decir que no le interesan los proyectos con acento en conversaciones actuales o con resonancia en el presente. Pero, curiosamente, estos han sido sobre todo en el terreno de la televisión: Desplazados, la miniserie disponible en Netflix que abordó las polémicas políticas de inmigración de Australia, y Mrs. America (Star+), la ficción inspirada en el debate sobre la ratificación de la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA) que enfrentó a mujeres de la Segunda ola feminista con un grupo liderado por la conservadora Phyllis Schlafly (Banchett).
Dispuesta a incomodar y entrar en zonas pedregosas, Tár narra la caída de su defectuosa protagonista y su colisión con la cultura de la cancelación. Es un retrato que se revela en tensión desde un comienzo, en que el personaje tiene un agitado intercambio con un estudiante que se niega a entrar en contacto con la obra de compositores blancos, hombres y cisgéneros, sin importar si llevan el rótulo de clásicos. Y que luego abarca todo lo que puede significar en la actualidad el abuso de poder de una figura aclamada universalmente. No dice la última palabra al respecto, pero arroja un valioso rayo de luz.
Aunque en general esa búsqueda ha tenido una gran acogida, también ha provocado que salten chispas. Marin Alsop, directora y violinista considerada la más célebre de su rubro -es mencionada en la cinta-, expresó su rechazo a la película de Todd Field. “Me ofende Tár como mujer, como directora, como lesbiana”, sostuvo en un artículo para el periódico The Sunday Times, asegurando que fue “desgarrador” que al personaje de Blanchett se le mostrara como una abusadora.
Tras esa interpelación a la cinta, la actriz contestó indicando que el largometraje “es una meditación sobre el poder y el poder no tiene género”. Y añadió: “Es un filme muy provocador y causará muchas respuestas fuertes en las personas”.
Es lo que precisamente deseaba Field, quien terminó con 16 años de ausencia en el cine para crear una obra de ficción que aporta nuevas lecturas el escenario cultural que se ha configurado tras el surgimiento de hitos como el MeToo o el Black Lives Matter.
“Siempre he sido cautelosa al relacionarme con los medios. Siempre he sido muy privada. No hay muchos lugares donde pueda tener un debate matizado sobre temas complicados”, admitió recientemente la intérprete al portal IndieWire. “Siento que estamos en un momento de profunda transición, lo cual es aterrador para algunas personas”, opinó. En medio de ese movimiento de placas, su figura irrumpe colosal brindando una actuación que deja sin aliento.