“Desde que comencé a publicar, el año 2006, me dicen que no sé escribir novelas, que las novelas tienen un arco narrativo, un principio claro, algo que se tensa, personajes bien delineados, y que lo que hago son solo artefactos. Experimentos. Balbuceos”, escribe Claudia Apablaza en su Historia de mi lengua. Sin seguir los cánones clásicos de la novela, coloca distintos fragmentos en torno a un tema común, la lengua. Su lengua.

Así, pasan fragmentos sobre la lengua en su faceta idiomática (linkeandolo con su condición de inmigrante en España) y su propio cuerpo.

Oriunda de Rancagua, Apablaza es también cofundadora y editora en la casa editorial independiente Los libros de la mujer rota. Ha publicado otros libros como Diario de las especies (2008), La tristeza de la no historia (2010), Todos piensan que soy un faquir (2013) y Diario de quedar embarazada (2017).

Historia de mi lengua, publicado por Overol, nació como parte del proceso de otro libro. Lo comenta Apablaza a Culto. “Este libro surge de la incapacidad de terminar otro libro que he estado escribiendo desde 2019, la novela La siembra de nubes. Historia de mi lengua funcionó como catalizador del cierre de la otra en tanto pude enfrentarme con este texto a algunos fantasmas que me rondan a la hora de escribir. Por lo general ese cierre se lo da un editor o editora ya que me siento incapaz de ponerle punto final a un libro, siempre veo los libros como infinitos en tanto escritura y reescritura. Así, en este caso, pude terminar La siembra de nubes gracias a la escritura de Historia de mi lengua”.

El libro tiene una estructura fragmentaria, ¿por qué esa decisión?

Los fragmentos en este texto se corresponden con la poética del mismo, en tanto el libro está escrito a modo de recuerdos acerca de mi propia lengua como órgano físico y también desde lo simbólico. Y los recuerdos siempre se nos presentan así, como pequeñas islas interconectadas.

En el último tiempo, el cuerpo ha sido una de las temáticas más recurrentes dentro del campo literario, ¿crees que se podría hablar de una especie de “Literatura del cuerpo”?

Siempre ha existido la Literatura del cuerpo en tanto el lenguaje emana de ese vínculo. Creo que sobre todo es algo que indagamos las mujeres, esa relación entre letra y cuerpo, entre escritura y cuerpo. Pienso por ejemplo en El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel; Caliente, de Luna Miguel; Sangre en el ojo, de Lina Meruane y El trabajo de los ojos, de Mercedes Halfon, también en Lumpérica, de Diamela Eltit y El último cuerpo de Úrsula, de Patricia de Souza, y tantas otras que se han fijado en ese vínculo. Ahora bien, tal vez nos interesa revisitar esa frontera, sumergirnos en ella una y otra vez para encontrar ahí el germen de la propia escritura.

Anteriormente escribiste Diario de quedar embarazada, ¿es el cuerpo parte de un proyecto escritural propio?

Es algo que no había pensando y me gusta que lo veas así. Creo que también en el libro Todos piensan que soy un faquir estoy fijada en eso. Ahora bien, no pienso los libros como tesis, mas bien responden a sus propios procesos.

¿Qué fue lo más complejo a la hora de escribir este libro?

Lo más complejo fue dejar de escribirlo, porque aún siguen surgiendo en mi cabeza fragmentos que podrían estar en el libro. A la edición española, que se publica en marzo por editorial Comisura, le agregué dos fragmentos que no están en la edición chilena, y así, como en mis otros libros, siempre pienso en el libro infinito, que nunca se termina de escribir. Tal vez siempre voy a estar escribiéndolo en tanto la lengua es algo que siempre está en construcción.

También tocas el tema de la lengua como aproximación idiomática en tu condición de inmigrante en España. ¿Ves el lenguaje una vertiente poco abordada en la literatura sobre inmigración?

Creo que hay bastante y cada día más, pienso por ejemplo en Diario pinchado, de Mercedes Halfon; en Ceniza en la boca, de Brenda Navarro, porque es un tema que durante años ha estado en tensión y los y las latinoamericanas se dejaban editar por las editoriales españolas de una forma que colonizaba sus textos borrando todo resquicio de pertenencia a un lugar, y hoy en día ya nadie acepta que te estandaricen tu lengua, o al menos eso espero. Además que se cuestiona temáticamente en los libros.

Historia de mi lengua no es una novela, ni un libro de cuentos. ¿Cómo lo definirías?

Es un libro híbrido que transita en la frontera entre narrativa, memoria ensayo y la escritura autobiográfica. Si ser ninguna de ellas particularmente.

En tu condición de editora, en Los libros de la mujer rota pudiste editar a Annie Ernaux. ¿Qué ha significado eso para la editorial el hecho que ella obtuviera el Nobel?

Nosotras siempre supimos que estábamos publicando una autora con una obra muy sólida que además conecta del todo con el proyecto editorial. Ahora bien, que Annie haya ganado el Nobel nos ha llevado a seguir confiando en nuestro trabajo como editoras. También nos ha traído muchísimas más lectoras que no conocían nuestro proyecto.

¿Han pensado en seguir trabajando con ella?

Nos encantaría sacarle un nuevo libro. Ahora bien, entiendo que ahora es una premio Nobel y eso es muchísimo más complejo, pero no está de más intentarlo.

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