Es su primera novela, pero Catalina Infante Beovic (38) ya ha publicado otros volúmenes. Por ejemplo, el libro de cuentos Todos somos una misma sombra (Neón, 2018) y la nouvelle La otra ciudad (2014). La grieta se llama la novela que acaba de llegar a los escaparates nacionales vía Emecé y narra la historia de Laura, una mujer que se convierte en madre, pero como dice “La maternidad aterra”. No se ubica en una zona de romanticismo de la maternidad, sino todo lo contrario, deja en claro que se trata de un camino pedregoso. Además, en la ruta aparece el recuerdo de Esther, su propia madre ya fallecida.
Infante comenta a Culto que la idea de la novela fue surgiendo de a poco. “Algunos pasajes del libro, en versiones muy distintas, los escribí hace más de cuatro o cinco años, otros iniciaron de proyectos muy distintos que deseché en el camino, pero inconscientemente siempre estuve apuntando al mismo lado, solo que no me daba cuenta”.
“Lo que siempre supe eso sí es que quería escribir sobre la ambivalencia y la soledad de la maternidad y sobre las tensiones y distancias de la relación con la madre. Lo que no tenía idea era de qué manera iba a dar forma todo aquello. Laura y Esther fueron apareciendo muy tímidamente, me di muchas vueltas antes de encontrarlas”.
¿Cómo fue el proceso de escritura?
Tranquilo, me tomé todo el tiempo que necesité para desarrollar la historia, dejándola descansar lo que tuviera que descansar y dejándola tomarse todos los espacios cuando lo requería. Y fue liberador también, porque significó personalmente poder elaborar vivencias y reflexiones personales en torno a la maternidad y a la relación con mi propia madre.
¿Qué fue lo que más te costó de la escritura del libro?
Desafiarme a escribir una novela. Es un formato en el cual no me sentía muy cómoda ni cercana, pero que me fue conquistando de a poco. Me gusta aprender en general, así que fue gratificante ir conociendo sus mecanismos y darme cuenta de sus complejidades. Intenté aproximarme lo más que pude al formato, aunque siempre se me va a colar el cuento y esa voluntad de condensar y ocultar. Creo que la novela es como aprender a habitar una casa grande, amoblarla de a poco. El cuento es como una habitación pequeña a la que hay que sacarle el jugo a todos los espacios. Me abrió un camino por recorrer, y eso me gusta, es muy estimulante en cualquier oficio. Este trabajo se trató mucho de eso, de estudiar y aprender.
En esta novela tocas la maternidad de un modo en que no la romantizas. De algún tiempo, han surgido novelas así, como La hija oscura, de Elena Ferrante, o Los abismos, de Pilar Quintana. ¿Qué te parece que se esté dando una mirada a la maternidad alejada de lo más tradicional?
En los años que estuve escribiendo La grieta leí muchísimo sobre maternidad, novelas y ensayos, sobre ser madre, sobre la relación madre e hija y sobre el duelo por la muerte de una madre. Apegos feroces, de Vivian Gornick; Autobiografía de mi madre, de Jamaica Kincaid; Esto también pasará, de Elena Tusques; El nudo materno, de Jane Lazarre, y otras escritoras más actuales como Ariana Harwicz, Guadalupe Nettel, Belén Fernández, por nombrarte algunos referentes. Lo que tenían en común todos esos libros es que no eran a medias, eran con todo, eran intensos, desgarradores. Parece que de la maternidad y de la relación madre hija se escribe desde las vísceras o no se escribe. Es un tema que se está desarrollando hace mucho en la literatura escrita por mujeres, pero curiosamente las generaciones actuales están escribiendo de manera cada vez más descarnada del tema, sin miedo a traspasar los bordes permitidos de lo que se supone debemos o no debemos sentir siendo madres. Para mí está muy influenciado por la ola feminista de los últimos años, hay una liberación, unas ganas de las mujeres de mostrarse como son, humanas, imperfectas, oscuras, y eso también afecta a nuestras maternidades y cambia la mirada que tenemos sobre nuestras propias madres.
¿Cuánto de autobiográfico tiene La grieta?
Es una novela de ficción, quizás eso fue lo que más me entretuvo y también me desafió del proceso: la creación de estos personajes y la vida que los une. Pero por supuesto que hay mucho de mi historia personal, porque como dicen, uno escribe de lo que sabe. Es imposible escribir de la maternidad y del duelo sin haberlo vivido, son dos experiencias fundamentales de mi biografía, como también el ser hija del exilio. Pero ante todo es ficción.
También trata del vínculo de la protagonista con su madre fallecida. ¿De qué manera crees que se vinculan dos zonas que aparentemente no tienen tanto que ver como la muerte y la maternidad?
Creo que más que vincular la muerte con la maternidad lo que se vincula es la ausencia con la presencia; el vacío que deja la muerte de una madre y la extrañeza ante la presencia de una nueva vida de la cual hacerse cargo. De alguna manera ese agujero que deja Esther en Laura es precisamente lo que la lleva a entender cómo abordar su propio camino.
¿Trabajaste esta novela en algún taller literario?, ¿los crees necesarios?
Fui durante unos meses, bien al principio, cuando no tenía idea para dónde iba esta historia, al taller de Carla Guelfenbein, quien muy generosamente me integró a su grupo. Para mí fue una experiencia nueva, no soy nada de tomar talleres porque soy bien arisca y celosa en el proceso de escritura, sobre todo cuando estás tan en pañales, pero siempre me tomé este libro como un desafío y abrirme a otros y a lo colectivo era parte de ese proceso. Así que sí, sirven los talleres, si te topas con el lugar adecuado para ti, porque en el encuentro con el otro uno crece, se potencia, se incomoda y se define también, te abres a las críticas y al mismo tiempo aprendes a defender lo esencial, lo tuyo. Le agradezco mucho a ese grupo la verdad, y a Carla, que es una escritora imparable y honesta, que se toma muy enserio su oficio y se ha mantenido en producción y aprendizaje constante por muchos años, haciendo su camino propio sin importarle la opinión del resto, algo que siempre voy a admirar de cualquier mujer.
También tienes una dimensión de librera, en la librería Catalonia. ¿Cómo se conjugan esas dimensiones de autora y librera?
La verdad hace años que no trabajo en la Librería, así que me sentiría muy patuda adjudicándome ese oficio hoy por hoy. Pero sigo ligada de corazón a Catalonia. Sí, soy parte de una familia librera, es parte de mi escuela, de mi vida y le debo muchísimo. ¿Conjugan esas dos dimensiones? Sí, porque me da conocimiento de la industria, pero corresponden a distintas yo. Las manejo de manera muy paralela porque activan lados distintos míos. La escritura es donde me siento más libre.