Abandonar el terruño nunca es fácil, ya sea a temprana edad o en un momento más avanzado de la vida. Bien lo sabe Colin Farrell (Dublín, 1976), quien hace un par de décadas fijó domicilio en Los Angeles y ha criado a dos hijos en la ciudad de las estrellas. Por motivos laborales y familiares, allí es donde ha construido un espacio al que llama hogar, aunque no demora demasiado en confesar que el vínculo más fuerte lo sigue sintiendo con su tierra natal.
“El cine es lo que me alejó de Irlanda, pero ahora es lo que me trae de vuelta”, resumió el actor en el estreno nacional de Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin), un evento al que acudieron Bono, los directores Neil Jordan y Jim Sheridan, además de autoridades locales.
La película que lo reconecta con su cuna es una historia fuertemente irlandesa. Ambientada en una solitaria isla frente a la costa oeste del país en 1923, la cinta muestra a Farrell en la piel de Pádraic, un hombre de mediana edad que vive junto a su hermana (Kerry Condon) y no tiene mayores intereses que ocuparse de su trabajo con eficacia y acercarse a la taberna del pueblo por una bebida.
Es en ese lugar donde Colm (Brendan Gleeson), su mejor amigo, le dice una frase que primero le genera incredulidad y luego lo devasta: “Simplemente ya no me agradas”. El intercambio gatilla una serie de acontecimientos desconcertantes (y violentos) y es el punto de entrada en la sobresaliente actuación de Farrell, un intérprete que a los 46 años parece estar en el estado de forma más óptimo de su carrera.
Su protagónico en el filme de Martin McDonagh (que se estrena este 2 de febrero en cines chilenos) lo llevó a ganar un Globo de Oro y la Copa Volpi del Festival de Venecia, y lo tiene en una reñida competencia con Austin Butler (Elvis) y Brendan Fraser (La ballena) por el Oscar a Mejor actor, galardón al que nunca había aspirado previamente.
“Es difícil de creer que esta sea su primera nominación, particularmente con papeles como El sueño de Walt (2013), En Brujas (2008) y Killing of a sacred deer (2017)”, dice a Culto Jenelle Riley, editora adjunta de la sección Premios en Variety, quien descarta que se trate de un talento infravalorado en la industria. “Cada persona que conozco lo tiene en muy alta estima, pero creo que llegó a Hollywood como una estrella de tal envergadura que tal vez no reconocimos el gran actor que es”.
Dueño de una interpretación reveladora en Camino de guerra (2000), de Joel Schumacher, en su primera etapa trabajó con cineastas de la talla de Steven Spielberg, Oliver Stone, Terrence Malick, Michael Mann y Woody Allen y se convirtió en uno de los nombres más cotizados del medio a pesar de que los resultados no siempre fueron descollantes. Luego, cuando se internó en sus 30, el paso de joven promesa a consolidado no fue sencillo.
Una serie de polémicas, y protagonizar fracasos como el remake de El vengador del futuro (2012) y Un cuento de invierno (2014), amenazaron con hundirlo en la intrascendencia. Farrell no expresa gran arrepentimiento en torno a esas elecciones profesionales, pero sí abre una ranura para reflexiones como la que entregó a The Guardian en octubre de 2022. “Es mucho más fácil tener afecto hacia ti mismo mirando hacia atrás que en el momento”, apuntó.
Según la óptica de Riley, “si bien su oficio probablemente ha mejorado con los años, y lo seguirá haciendo con el tiempo, creo que es más una cuestión de que obtenga los roles que realmente muestran su rango”.
Una premisa que pueden haber cumplido, en distintos grados, sus participaciones en After Yang (2021), Thirteen lives (2022), The Batman (2022) -donde encarnó al Pingüino, un personaje al que volverá a dar vida en una serie para la plataforma HBO Max- y Los espíritus de la isla.
“Sus filmes recientes reflejan una presencia más madura, implicada y comprometida artísticamente”, opina John Maguire, crítico de cine del periódico Business Post (Dublín, Irlanda). “Siempre creí que era un buen actor, pero estuvo distraído por las trampas de la fama -alcohol, drogas- y tomó algunas malas decisiones creativas”.
“Podría haber inflado sus músculos y haber seguido haciendo filmes de acción y thrillers de policías y ladrones en Hollywood por el resto de su carrera, pero no lo hizo. Salió en busca de cineastas como Yorgos Lanthimos, Martin McDonagh y Kogonada (él está excelente en After Yang) porque quería hacer el trabajo interesante y satisfactorio del que sabía que era capaz”.
En ese sentido, Los espíritus de la isla marca su reencuentro con Gleeson y McDonagh, la dupla con la que en 2008 hizo En Brujas, una impecable comedia negra sobre dos asesinos que le reportó el primer Globo de Oro de su trayectoria. Ahora su nueva colaboración aspira a nueve categorías en los Oscar y tiene buenas posibilidades de triunfar en varias de ellas. Farrell goza de ese momento, sin olvidar la última inquietud que lo acecha.
“¿Dónde diablos voy a ser enterrado?”, se preguntó a sí mismo en una reciente conversación con el periódico The Times. “¿Me enterrarán en Los Angeles? Mis hijos están allí. ¿O en Irlanda?”.