“¿Qué tipo de películas quieren hacer?”. Durante un tiempo, esa fue una pregunta recurrente en las reuniones profesionales que mantenían Daniel Kwan (1988) y Daniel Scheinert (1987) con miembros de la industria. Conocidos por su labor como realizadores de comerciales, videoclips y cortos, los directores tanteaban el terreno para filmar su primer largometraje a mediados de los 2010.
La idea que encontró acogida (y también miradas atónitas) fue una que difícilmente podría haber prosperado en esta o en cualquier otra época del sistema de estudios de Hollywood: la historia de un hombre joven que, en los momentos previos a quitarse la vida, se encuentra con un cadáver que libera sonoras flatulencias. Acorde con el riesgo del proyecto, un conjunto de compañías de cine independiente se unieron para avalar ese singular relato de amistad, y sorprendentemente los actores Paul Dano y Daniel Radcliffe se comprometieron como protagonistas.
La cinta se estrenó bajo el título Swiss army man (2016) en el Festival de Sundance –donde ganó el premio a Mejor director– y obtuvo una recepción favorable de la crítica, que en general abrazó la atrevida propuesta de los Daniels (como se presentan como colectivo). “Extraña y maravillosa, repugnante y demente”, planteó The New York Times, asegurando que era una “mezcla asombrosamente original de lo macabro y lo mágico”.
A nadie le quedaron dudas de qué tipo de películas querían hacer: filmes que desarticulen las concepciones previas del espectador con una premisa insólita, un desarrollo narrativo plagado de referencias cinematográficas, humor en la frontera con lo escatológico y admirable capacidad para emocionar. Obras con las que el público puede quedar confundido o algo frustrado, pero jamás indiferente.
Si bien hace siete años ese título encontró su público, era imposible imaginar que no mucho tiempo después esas mismas mentes arrasarían en las nominaciones a los Oscar. Así sucedió esta semana, en que su segundo largometraje como dupla, Todo en todas partes al mismo tiempo (2022), alcanzó 11 candidaturas, una cifra histórica en los 95 años del evento (sólo siete producciones han logrado más menciones en una sola edición).
Con ese espaldarazo (y las distinciones que ha coleccionado durante la temporada de premios), la cinta luce bien encaminada para medirse ante Los Fabelman, de Steven Spielberg, y Los espíritus de la isla, de Martin McDonagh, dos de sus principales contendientes en la carrera por la estatuilla a Mejor película. Su hipotético triunfo premiaría a un filme que es muchas cosas en simultáneo: un drama familiar, un relato del elegido y una ficción sobre multiversos. En síntesis, un largometraje que sólo podrían haber hecho Daniel Kwan y Daniel Scheinert.
El ADN de los Daniels
Al contrario de la figura del realizador dispuesto a librar una pelea titánica por llevar todas y cada una de sus ideas a la pantalla, Kwan y Scheinert crean sus películas pensando al mismo tiempo como directores, guionistas y productores. Un día pueden imaginar la idea más delirante, pero al siguiente están pensando en cómo hacerla una realidad. En palabras de Kwan, “comenzamos con una idea que luce imposible, pero que tiene mucho contenido filosófico y estético”.
Aplicaron ese método con Todo en todas partes al mismo tiempo, una historia sobre una mujer chino-estadounidense (Michelle Yeoh) que es ungida como la persona que debe salvar al mundo de su colapso. A diferencia de los responsables de otras cintas sobre el multiverso (la animada Spider-Man: Un nuevo universo, Doctor Strange en el multiverso de la locura), contaban con un presupuesto acotado, una limitación que los obligó a buscar soluciones ingeniosas y apelar a todo su conocimiento previo.
En Emerson College, la institución académica de Boston en la que se conocieron, Scheinert perteneció a un grupo de comedia y Kwan profundizó en el área del diseño de animación. Un bagaje que define tanto el ADN de su cine como el de su segundo largo.
“Nos gusta pensar en nuestras películas como huérfanas. Son malas ideas que nadie más quiere hacer. Solo estamos tratando de enseñarles lo que necesitan saber para sobrevivir en el mundo”, puntualizó Kwan en 2016.
Antes de convertirse en padres de esas criaturas, están dispuestos a ajustar todas las piezas que sean necesarias y aceptar la adversidad. Por ejemplo, no se desanimaron cuando Jackie Chan rechazó interpretar el rol principal y decidieron convertir al protagonista en un personaje femenino, transformando al filme en una suerte de homenaje a la carrera de Yeoh, a títulos específicos como El tigre y el dragón (2000) y a sus conocidas habilidades actorales.
Con ese cambio en el eje de la historia, se acentuó una de las caras más sólidas de la película: un retrato sobre una mujer inmigrante que, antes del inicio de la aventura, carga con agobios tan cotidianos como el desgaste de sus relaciones familiares y los problemas financieros de la lavandería que atiende.
De ese modo, se configura una obra que funciona como tributo a la generación de los progenitores de los Daniels, en particular sus mamás. “Tenemos madres interesantes y de voluntad muy fuerte”, indicó Kwan a Deadline. “Poner a mi madre en Matrix fue un concepto muy divertido que, una vez que lo planteamos en esos términos, nos emocionó mucho”.
La alusión no es gratuita, porque la producción monta una serie de secuencias con referencias al éxito de 1999 de las hermanas Wachowski, así como a Ratatouille (2007), 2001: Odisea del espacio (1968) y Con ánimo de amar (2000), de Wong Kar-wai. Todo en todas partes al mismo tiempo también es una carta de amor al cine, una cualidad que probablemente la volvió irresistible a ojos de los Oscar.
“Aunque es una cinta más atrevida e incluso revoltosa que la que usualmente gana la categoría de Mejor película, sus temas de la familia, el arrepentimiento y la reconciliación son lo suficientemente universales como para que los votantes parezcan estar respondiendo a ella a pesar de todo”, señala a Culto Tim Grierson, crítico de Screen Daily.
También vicepresidente de la Asociación de Críticos de Cine de Los Angeles, propone que la sinceridad de la pareja es su gran fortaleza en la disputa por la estatuilla. “Tanto en persona como en sus filmes, exudan una autenticidad que compensa el humor desvergonzado que normalmente podría asustar a la Academia”.
Si Kwan y Scheinert consiguen quedarse con el galardón mayor de la premiación –o si logran arrebatarle el reconocimiento a Mejor director a Spielberg– se sabrá en la ceremonia del próximo 12 de marzo. Por mientras, el dúo avanza en sus próximos proyectos luego de firmar un acuerdo para realizar series de televisión (con A24) y otro para hacer nuevas películas (con Universal Pictures). El mundo en expansión de los Daniels promete estar en pantallas de todos los tamaños, en todas partes.