Parecía una escena de esas de las teleseries que escribe. Pero no. Era la vida real. A mediados de la década del 2010, el guionista y escritor José Ignacio Valenzuela se encontraba en Chile de vacaciones junto a su entonces pareja (y hoy marido), Anthony. Lo que empezó como un simple dolor de cuello se fue tornando cada vez peor. A los dos días, el dolor se le hizo insostenible. “Ni siquiera podía abrir la boca de dolor. Me traté de lavar los dientes y no pude”, cuenta Valenzuela a Culto vía Meet.

Volaron a una clínica de Santiago donde los exámenes señalaron que lo que tenía “Chascas” era una disección arterial, por lo que debía ser trasladado a la Unidad de Terapia Intensiva, porque en el caso de que se presentara un ACV, había que tener todo a mano para atenderlo lo más rápido posible. Hasta ahí, todo según lo que procede habitualmente. Pero al preguntar si Anthony podía acompañarlo, su sorpresa fue mayúscula cuando le dijeron que no, porque eso quedaba reservado para la familia más directa.

“Por más que le expliqué al doctor que llevábamos 15 años juntos, y que era mi pareja, no lo dejaron entrar. Y yo no acepté ir a Terapia Intensiva. Me acuerdo que le dije: ‘Doctor, durante toda la vida usted va a tener el cargo de conciencia de que si yo me muero por no ir a la UTI es culpa suya, porque usted no me está dejando enfermarme en paz, y usted está evitando que si a mi me da algo, la última persona que voy a ver no va a ser mi pareja. Eso está en sus manos’”.

Por supuesto, se armó todo un embrollo, Valenzuela tuvo que firmar un papel quitándole la responsabilidad a la Clínica. “Fue tanta la rabia, la humillación, el pensar por qué mierda tuve que pasar por esto, el por qué tengo que estar peleando contra un prejuicio, mientras enfrento una disección arterial. Siempre dije que algún día lo iba a poner en alguna parte para que no se me olvidara”.

Y lo hizo.

La escena es parte de Gente como yo, la reciente novela de José Ignacio “Chascas” Valenzuela, y que publica en nuestro país el sello Suma, parte del conglomerado Penguin Random House. Salvo que en este caso los protagonistas son Mauricio y Jimmy, una pareja gay que vive en Miami, casada bajo las leyes del Estado de Nueva York, y que buscan adoptar una niña. Pero, por supuesto, se enfrentan a un montón de obstáculos. Esa carrera de vallas es la que relata el volumen.

Aunque en rigor, esta novela tuvo un origen previo, como una audioserie para la plataforma Storytell. Primero en castellano, luego en inglés. Por ello fue que Penguin Random House contactó a Valenzuela para lanzar la historia en formato libro.

¿Cómo fue el proceso de escritura?

Te diría que fue súper sanador, porque a pesar de que Gente como yo no es autobiográfica, mi marido y yo pasamos por un proceso muy similar. Usé la escritura de esta historia para hacer las paces con el proceso que estaba viviendo. En ese libro están mis miedos, angustias, frustraciones, ilusiones, todos los estados de ánimo por los que mi marido y yo pasamos por 4 años, en los que tratamos de adoptar y no pudimos. Una vez más, la literatura me sirvió para hacer las paces con el mundo, una vez más la literatura me ayudó a ordenar mi propio caos dentro de la cabeza, y una vez más la literatura me enseñó a sobrevivir a situaciones complejas y difíciles.

¿Qué fue lo más difícil de escribir esta historia?

Darle un final. Porque escribí esta historia mientras estaba en el proceso de adopción. Y mi proceso no estaba llegando a ningún final. Fue muy difícil y muy doloroso, hasta me provocó envidia sentir que mis personajes lo resolvieron antes que yo.

05.06.2019 ENTREVISTA A JOSE IGNACIO VALENZUELA "CHASCAS". ESPECTACULO. FOTO: RICHARD ULLOA / LA TERCERA JOSE IGNACIO VALENZUELA GUIRALDES - ESCRITOR - GUIONISTA - CHILENO - RETRATOS

En Estados Unidos, donde vives, muchos de los derechos ganados por la comunidad gay se están poniendo en cuestión. Un ejemplo es el mismo Estado de Florida con la ley Don’t say gay, ¿cómo has vivido este escenario?

Ha sido terrorífico. Lo he pasado pésimo, ha sido una de las situaciones más angustiantes que he vivido. Porque este retroceso, esta arremetida ultraconservadora, autoritaria, y hasta fascista que está sacudiendo a Estados Unidos y muy particularmente al Estado de Florida, me pilló con una hija. Mi acercamiento a esta realidad sería distinta si fuera soltero o no tuviera una hija, porque tendría menos miedo del que tengo. Hace poco menos de un año, la Corte Suprema quitó un derecho ya otorgado, que fue el derecho al aborto, que existió por 50 años. Se filtró que uno de los jueces dijo que iba a revisitar el matrimonio igualitario, que existe en Estados Unidos desde el 2014. Ha sido una situación paralizante. Pese a que soy muy bueno actuando en caso de emergencias, por primera vez en mi vida no supe qué hacer. Me quedé paralizado. Fue atroz. Y sigo pensando que en algún momento yo le voy a cobrar eso a la vida, o a ciertas personas, porque no entiendo por qué mi familia y miles de familias más tenemos que pasar por un estrés como ese y sigamos con una espada de Damocles sobre la cabeza porque un grupito ultra conservador decidió que iba a jugar con nuestros derechos. Es lo más cercano a una pesadilla autoritaria que me ha tocado enfrentar.

¿Y con ese panorama has pensado en volver a Chile?

Tengo un problema práctico. Yo puedo volver a Chile porque yo soy chileno, pero mi hija y mi marido no son chilenos y ellos solamente pueden entrar como turistas y estar 90 días en el país. Para que mi marido pueda vivir acá, tendría que tener una oferta o un contrato de trabajo en Chile, una visa de estudiante, lo que no es una realidad en este momento. Yo me fui de Chile hace 30 años, por lo que todas mis redes de contactos, de trabajo, no están en el país. Eso no significa que no vaya. Mi marido y yo pasábamos temporadas de 3 meses, nos íbamos y volvíamos. Desde que tuvimos una hija, Leonora, fue un poco más complicado, porque no había ley de matrimonio igualitario, por lo que era muy complicado llevarla porque el Estado de Chile no reconoce su certificado de nacimiento que dice que tiene dos papás. Y ahora entró al colegio, entonces tengo que planificar mi vida y mis vacaciones en torno a las vacaciones escolares de ella. Así que por ahora no está planeado volver a Chile porque es un problema a resolver.

¿Qué lugar tiene esta novela en el corpus de tu obra?

Tiene un lugar importante porque a pesar de que no es una autobiografía, es el libro más cercano a mi vida. Además, si bien no lo escribí con esa finalidad, quiero que Leonora lo lea en algún momento de su vida, porque siento que puede contestar un montón de preguntas que puede llegar a tener, y que a lo mejor yo, que no hablo como escribo, no voy a ser capaz de contestar acertadamente.

Tras las dos series que escribiste para Netflix, ¿Quién mató a Sara? y Donde hubo fuego, ¿qué va a venir?

Tengo contrato de exclusividad con Netflix por tres años, por lo que tengo que escribir una nueva serie para ellos. Y en este momento estoy metido de lleno en un nuevo proyecto con Netflix, del que no puedo hablar nada, porque ni siquiera lo tengo claro. Estoy precisamente armándolo. Estoy empezando a buscar cuáles son los temas que me obsesionan, cuáles son los temas con los que tengo que hacer las paces. Porque en general siempre escribo de eso, de cosas que me molestan, que no me gustan. Estoy viendo si tengo una protagonista poderosa femenina o masculina, creo que será femenina. En eso estoy.

¿Tienes presupuestado un próximo libro?

Sí. Siempre estoy trabajando simultáneamente un libro y lo audiovisual. Me quedan 10 páginas para terminar un nuevo libro, un libro juvenil, lo nuevo de Mona Carmona. Además, estoy trabajando en algo que no había hecho nunca: estoy escribiendo un thriller literario. Ya voy por la mitad, es a lo más Quién mató a Sara, un thriller clásico donde nada es lo que parece, donde hay giros inesperados, muertos.

Sigue leyendo en Culto