El 23 de enero de 1919 determinó para siempre la vida de su padre. Ese día, a dos meses del término de la primera guerra mundial y apenas una semana después de la rectificación de la decimoctava enmienda de la constitución estadounidense que prohibía la producción, transporte y venta de bebidas alcohólicas, la abuela de Paul Auster asesinó a su abuelo, el padre de su padre, con un disparo en el cuello.
Aquella parte de la historia familiar se mantuvo oculta para el escritor y sus primos por más de cinco décadas. Hasta que un día, por mera casualidad y a través del comentario de un antiguo vecino de la familia, supieron de ese oscuro secreto que, directa o indirectamente, atormentó a sus progenitores desde la infancia.
El matrimonio se había roto un par de años antes de la tragedia. Su abuelo, que estaba radicado en otra ciudad y con otra mujer, llegó a la casa para una breve visita a sus hijos. En la noche, después de acostar al padre de Auster (de entonces 6 años), la abuela del autor de El país de las últimas cosas sacó la pistola que guardaba bajo la cama del niño. Y mientras su ex esposo arreglaba uno de los focos de la cocina, procedió a dispararle al cuerpo tres veces. Uno de los tíos de Auster, de 9 años, fue testigo del acto.
De una u otra forma, la tragedia determinó el tipo de relación que el escritor desarrollaría con las armas. A diferencia de otros niños estadounidenses, Auster no fue incentivado a practicar ningún tipo de deporte relacionado con el tiro, a pesar de que demostró destreza en más de una ocasión. Sin embargo, en su más reciente libro, el también director y guionista de cine asegura que, de haber crecido en otro ambiente familiar, lo más probable es que se hubiera aficionado a las armas a tal punto que estas formarían una parte integrante de su vida. Tal y como sucede en la cotidianidad de millones de estadounidenses.
Titulado Un país bañado en sangre (editorial Seix Barral), lo último del autor galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras aborda justamente eso: la relación que históricamente ha unido a sus compatriotas con las armas y cómo eso ha decantado en una crisis de salubridad, con millones de víctimas cobradas en los últimos 50 años. En clave ensayística y a través de cinco capítulos, Auster no sólo recurre a su biografía para trazar algunas líneas importantes dentro del texto. También ahonda en la historia fundacional y contemporánea de Estados Unidos, las difusas motivaciones de los asesinos que han protagonizado algunos de los tiroteos más devastadores, las políticas adoptadas por las autoridades para mitigar las consecuencias mortales detrás del uso de armas y datos. Muchos datos.
Algunos de ellos tan reveladores como el catastro realizado por el hospital pediátrico del Philadelphia Research Institute, que apunta a que, actualmente, hay 393 millones de armas de fuego en poder de residentes del país. O sea, más de una por cada hombre, mujer y niño que habita en el territorio estadounidense.
El ensayo de Auster no se queda sólo en las palabras. También utiliza una serie de fotografías capturadas por su yerno, el fotógrafo Spencer Ostrander, que emprendió extensos viajes para registrar el emplazamiento de más de 30 tiroteos masivos ocurridos en las últimas décadas. Todas, caracterizadas por dos elementos en común: la ausencia de seres humanos y la nula sugerencia sobre la presencia de algún tipo de arma. Lugares que el escritor define como “estructuras olvidadas donde hombres con fusiles y pistolas perpetraron horrendas matanzas, consiguieron brevemente la atención del país y cayeron luego en el olvido hasta que apareció Ostrander con su cámara y las transformó en lápidas de nuestro dolor colectivo”.
Una discusión para el futuro
El tema de la posesión de armas es reconocido transversalmente como uno de los más delicados en el debate público del país norteamericano. Uno que tiende a dividir y que aún carece de una solución plausible. Con Un país bañado en sangre, Auster tampoco pretende imponer una resolución definitiva al conflicto, pero sí aportar a continuar con una discusión contundente que se vuelve cada vez más urgente.
“(Con este libro espero) que inicie una discusión que realmente no hemos tenido en Estados Unidos sobre cómo enfrentar esta monstruosa situación que hemos construido para nosotros mismos. Lo veo como un proyecto nacional por el que estoy dispuesto a seguir adelante y ser un misionero, y tengo muchas ganas de ver qué tipo de efecto tendrá. Con suerte, también será instructivo para las personas fuera de los EE.UU., porque una gran cantidad de mis amigos británicos y europeos están completamente perdidos cuando se trata de tratar de comprender la violencia armada estadounidense. Así que traté de explicar la historia detrás de esto”, expresó el autor en una entrevista con The Guardian.
A pesar de lo desolador del panorama, que también caló hondo en su historia familiar, Auster no pierde la fe: “Esto es tan grande, tan utópico… Este sueño mío, de que ambas partes querrán hablar y terminar con la pesadilla... Pero si no puedo tener esperanza, si no puedo soñar con alguna posibilidad de encontrar una solución, ¿Entonces cómo es posible estar vivo?”.