El recurso ha sido utilizado casi siempre como fuente de humor. ¿Cómo olvidar a Eddie Murphy en El profesor chiflado (1996)? ¿O a John Travolta como una mujer en Hairspray (2007)? ¿Por cierto, a Courteney Cox como “Fat Monica” en un capítulo de Friends? ¿O, más recientemente, a Emma Thompson en la película musical de Matilda que estrenó Netflix?
Darren Aronofsky estaba al tanto de esa controversial historia que vincula comedia y actores no gordos usando prótesis para encarnar a personajes con obesidad. Por eso, cuando se decidió a llevar al cine la obra de teatro The whale (2012), centrada en un hombre de más de 270 kilos recluido en su casa, el director de El cisne negro (2010) contactó a un viejo colaborador.
“¿Podemos hacer algo que sea realista? Porque si va a parecer una broma, entonces no deberíamos hacerlo”, le dijo a Adrien Morot, especialista en efectos de maquillaje.
La respuesta fue afirmativa, por lo que este asumió las labores de diseñador de prótesis de la cinta. Usó la tecnología de impresión 3D para concebir un traje de silicona que se pudiera adherir perfectamente a la piel de Brendan Fraser y que, con el complemento de maquillaje y algunos efectos especiales, permitiera lograr la apariencia deseada.
La estrella de La momia integró varios elementos a su preparación. Trabajó con una coach de movimientos que lo ayudó a pulir lo que Aronofsky llama “una danza física para crear a este personaje y dar vida a la ilusión”. Además, se asesoró con la organización estadounidense Obesity Action Coalition, habló con personas que se habían sometido a cirugías bariátricas y tuvo incontables conversaciones con el cineasta y con Samuel D. Hunter, el dramaturgo detrás de la obra.
Sólo en ese momento estuvo listo para apoderarse del traje inventado especialmente para la película, el que significaba cargar con un peso que oscilaba entre los 22 y 136 kilos, según la escena que estuvieran rodando. Fraser elogió las creaciones de Morot como “auténticas, dignas, respetuosas y precisas”, además de “tremendamente hermosas”.
Tan pronto como se estrenó en el Festival de Venecia, en septiembre pasado, el filme desató reacciones acaloradas. Hubo elogios, pero también asomaron cuestionamientos por el retrato de su personaje central.
The Guardian la calificó como “la decepción más grande y sorprendente del festival”, asegurando que la actuación del intérprete “queda eclipsada por el llamativo látex y los efectos especiales, que están ahí para provocar una mezcla de horror, compasión y amor de la temporada de premios”.
“En su peor punto se siente vergonzosamente explotadora, incluso cuando Fraser imbuye a Charlie con la ternura y la dignidad que los mejores actores saben que le deben a sus personajes”, argumentó más tarde The Washington Post.
Ambientado en una sola locación, el largometraje muestra al protagonista como un hombre obeso que llegó a esa situación tras el golpe que significó la pérdida de su pareja. Mientras la muerte lo acecha, busca recomponer relaciones con una colérica hija adolescente (Sadie Sink) y lidia con la culpa de sus decisiones pasadas.
Sin dejar nada a la imaginación, la cinta muestra episodios en que ahoga sus penas atiborrándose de comedia. “Aronofsky está caminando por una delgada línea entre la compasión y la explotación. Incluso si tiene buenas intenciones, se vuelca sobre esa línea de vez en cuando”, señaló la revista Time.
La escritora estadounidense Roxane Gay expresó su opinión a través de una columna en The New York Times titulada “El cruel espectáculo de La ballena”. “Un filme inhumano sobre un ser muy humano”, planteó, junto con asegurar que “una película como esta sólo reforzará las formas deshumanizantes con las que muchas personas entienden la gordura”.
Y agregó: “Hunter y Aronofsky consideran que la gordura es el último fracaso humano, algo despreciable, que debe evitarse a toda costa”.
Una historia personal y dolorosa
El dramaturgo Samuel D. Hunter empezó a trabajar en la concepción de su obra en 2009. Comenzó a crear un drama a partir de sus propias experiencias como profesor de un curso de escritura. Sin proponérselo deliberadamente, también terminó apelando a sus recuerdos como un niño gay con depresión que en algún punto desarrolló sobrepeso.
“Esta no es una historia sobre todos los que luchan contra la obesidad. Así es cómo se presentó en mí”, explicó Hunter a Variety. “Tuve padres que me querían y pude lidiar con algunos de mis demonios e ir a terapia y convertirme en una persona más sana. Pero La ballena se trata de una persona que no tuvo ese sistema de apoyo”.
Aronofsky se interesó en llevarla al cine apenas asistió a una función en su estreno, en 2012, y contó con el propio dramaturgo como guionista. Si el proyecto tardó una década en ver la luz se debió en parte a que el director no hallaba al protagonista adecuado.
“Hubo un capítulo en la realización de este filme en que tratamos de encontrar actores con obesidad”, detalló, aunque luego su búsqueda se detuvo. Reconoció que le parecía riesgoso tener a alguien con sobrepeso al centro de un rodaje que sería de alta exigencia. “Desde una perspectiva de salud, es prohibitivo. Es un papel imposible de asumir para una persona real que enfrenta esos problemas”, apuntó.
No todos están de acuerdo con esa óptica. El actor Daniel Franzese, conocido por la comedia Chicas pesadas (2004), reprochó a la película por haber contratado a un intérprete que no es ni gay ni padece obesidad mórbida “¿Quién sabe más sobre ser un hombre queer obeso que un hombre queer obeso?”, se preguntó.
Aronofsky ha defendido permanentemente su labor, reivindicando a la cinta como “un ejercicio de empatía”. “Charlie es muy egoísta, pero también está lleno de amor y busca el perdón. Así que (la controversia) no tiene sentido para mí. Brendan Fraser es el actor correcto para interpretar este papel”, afirmó a Yahoo Entertainment.
Tras ser foco de críticas, La ballena se las arregló para no terminar sepultada y logró una nada despreciable presencia en los Oscar. Una de sus tres nominaciones fue para Fraser, quien podría obtener su primera estatuilla el próximo 12 de marzo. Al menos hasta entonces la polémica no se apagará del todo.