De aquella Pamela Leiva que en el reality 1810 se quejó ante sus superiores porque una compañera tenía sexo en la cama que estaba frente a la suya, queda poco. O prácticamente nada. Después de recibir la primera antorcha y con la seguridad que el público –en su mayoría femenino- estaba de su lado, la versión 2023 está liberada de cualquier prejuicio: la comediante se destapó con una hilarante historia donde terminaba simulando distintas poses sexuales en un viaje a Río de Janeiro.
El debut del humor en cada nueva versión del festival de Viña es siempre un desafío. Es matar o morir. Con una rutina enfocada en los sinsabores de la mujer chilena de clase media, el show de Leiva fue bien planificado y terminó triunfante. Hizo un rastreo afortunadamente corto y al callo sobre los meses de la pandemia y concentró su discurso en parte de sus penurias físicas y emocionales: la gordura en su infancia/adolescencia o la dificultad de encontrar pareja. Aunque entró algo nerviosa, expuso su oficio y leyó inmediatamente la manera de conectar con el auditorio diciendo que le gustaba Karol G, la estrella de la jornada inaugural.
Como la noche era de las mujeres, la comediante brindó un show que era lo más parecido a una junta de amigas en un bar. No se la jugó por el facilismo de destrozar a los hombres, sino que fue respetuosa. Cuando el público le exigía un beso con José Luis Repenning, conductor del matinal de Canal 13, Leiva lo desestimó diciendo que respetaba a las personas que estaban en pareja. Y el público la comprendió. Dijo lo mismo cuando le pidieron otro beso con Gonzalo Valenzuela, pero esté dijo que estaba soltero y Leiva, con humor y velocidad mental, supo que podía sacar partido de la situación. Le dio dos besos en la boca y afirmó que “decretaba” agarrarse al actor.
El show tuvo también momentos políticamente correctos. Invitó a una amiga lesbiana a cantar junto a ella –mencionando en una lección de autoayuda que el amor, sea como sea, es lo importante- y sacó carcajadas cuando, interpretando el tema central de la serie “Paquita, la del barrio”, gritó “chúpalo Piqué”, solidarizando con Shakira.
Leiva, que apeló constantemente a su origen y gustos populares –”soy de Puente Alto”, “iba a los karaokes de Pío Nono”- y que, en ocasiones, enfatizaba en una manera de hablar barriobajera, cerró dándose un gusto: bailando junto los brasileños Thiago y Fabricio, íconos de la televisión de comienzos de siglo, como si fuera una chica Mekano y soltando un cliché: “soñé con esto muchas veces”. No fue un espectáculo inolvidable, pero sí hábil y empático en extraer risas de las pequeñas tragedias personales. Esa fue la razón de su triunfo.