Gracias a un amigo llegó a sus manos el libro Deep secrets: Boys’ friendships and the crisis of connection, un estudio del año 2013 en que la psicóloga y académica estadounidense Niobe Way ahonda en por qué “los niños son analfabetos emocionales y no quieren amistades íntimas”.
Entrevistando a jóvenes de diversas culturas primero en su pubertad y luego a los 18 años, la investigación describe el proceso que lleva a que con el paso del tiempo los varones desistan de mantener lazos estrechos y vulnerables, volviéndose estoicos y muchas veces aislados.
Tras terminar esa lectura, Lukas Dhont (Ghent, 1991) pasó de imaginar que su segundo largometraje giraría en torno a una amistad, a concentrarse en escribir “un filme sobre la transición de la infancia a la pubertad”. Una ficción sobre la masculinidad que funciona como el revés de Girl (2018), su comentada ópera prima, sobre una joven trans que sueña con convertirse en bailarina.
Al centro de la historia de Close están Léo (Eden Dambrine) y Rémi (Gustav De Waele), dos niños de una zona rural de Bélgica que no se separan en ningún momento. Ambos tienen 13 años y en cuanto regresan a las clases en el colegio enfrentan el escrutinio de pares que analizan la verdadera naturaleza de su vínculo. Ese es el preámbulo a una fractura y a un giro doloroso.
“Creo que quería hacer un filme que fuera frágil y brutal al mismo tiempo. Y con un contraste, porque hay flores y hay hockey. Quería capturar la ternura y la belleza de su conexión, pero también capturar lo que la pérdida de su ternura y de ese mundo inocente de alguna manera podría significar para ellos”, explica a Culto a través de videollamada, en la previa al estreno en cines chilenos, este 2 de marzo.
Según cuenta, él como “un chico queer que creció en el campo” depositó algo de su propia experiencia en esos personajes. Los mismos que han conmovido desde que la cinta se estrenó en el Festival de Cannes 2022 (donde fue galardonada) y que hoy comparten espacio en los Oscar junto a los diferentes protagonistas de los títulos nominados a Mejor película internacional, incluyendo los de la alemana Sin novedad en el frente y Argentina, 1985.
-¿En qué momento decidió que también quería hablar sobre el trauma?
Creo que quería hablar sobre el trauma porque habito un mundo en el que, a través de las noticias, veo a hombres peleando entre sí o que no pueden expresar nada emocional, sino solo cosas que son duras y brutales, con abusos de poder. Entonces eso me hizo reflexionar sobre que muchos hombres están heridos, en realidad. Y cuando leí esa investigación (de Niobe Way) entendí que el origen de ese dolor es que (a los jóvenes) no les enseñamos a valorar las cosas correctas, que no les enseñamos a valorar la emoción, la conexión, el cuidado. Les enseñamos a distanciarse de esos días, a distanciarse de ese vocabulario.
“Quería hablar de la importancia de la conexión, pero también del trauma de la pérdida de ella. Además, una parte del guión se escribió durante la pandemia. Y creo que, de repente, la pérdida y el dolor se convirtieron en una parte muy importante de nuestra vida diaria. Eso creo que moldeó un poco la escritura del guión”.
-Existe la idea del “síndrome de la segunda película”, que hace referencia a que no es fácil hacer una nueva cinta en especial si la primera fue exitosa. ¿Cómo fue su experiencia?
Soy un poco un cliché en ese sentido, porque soy parte de las experiencias difíciles haciendo segundas películas. Cuando terminé Girl estaba frente al espacio en blanco, ese papel blanco, en mi escritorio, y entré un poco en pánico, porque estuve analizando el filme anterior durante mucho tiempo. Necesitaba encontrar una forma de reconectar con el corazón y el cuerpo, porque esa es mi forma de escribir. Estaba googleando a directores y sus segundas películas, y cómo lo habían logrado. Encontré una hermosa entrevista de Julia Ducournau, quien hablaba sobre cómo hacer el duelo por la energía de la primera y luego tratar de entender cómo hacer una segunda. Y eso realmente resonó conmigo.
-¿Cuán complejo cree que es tener una carrera como director y guionista en el circuito actual del cine?
Creo que vivimos un momento muy hermoso, con mucha diversidad, con mucha gente hablando desde el corazón, con opiniones sobre el mundo que quieren compartir. Estoy muy emocionado de ser parte de ese momento. Cuando era adolescente me enfrenté a la idea de que el cine realmente puede hacerte sentir visto. Y ese es mi impulso para hacer películas. Creo que de alguna manera cuando haces algo que te apasiona, transportas esa pasión a las personas. ¿Qué tan difícil es? Depende de a quién le estés haciendo esa pregunta. Creo que se trata de tener un lenguaje específico y fuerte e insistir con lo que quieres hacer.