Crítica de Marcelo Contreras: Camilo, alto en azúcares
El colombiano Camilo de 28 años, “éxito en todo el mundo” como exageró por enésima vez en este festival el guión de Martín Cárcamo, ofreció el show más empalagoso y edulcorado que se recuerde en los anales de la Quinta Vergara. Chayanne es thrash metal a su lado, mientras el vilipendiado Ricardo Arjona encarna a un antipoeta comparado a los versos de este artista que con apenas tres álbumes de estudio.
El colombiano Camilo de 28 años, “éxito en todo el mundo” como exageró por enésima vez en este festival el guión de Martín Cárcamo, ofreció el show más empalagoso y edulcorado que se recuerde en los anales de la Quinta Vergara. Chayanne es thrash metal a su lado, mientras el vilipendiado Ricardo Arjona encarna a un antipoeta comparado a los versos de este artista que con apenas tres álbumes de estudio, debutó en el escenario más importante de Latinoamérica.
Para muestra de su pluma proclive a las formas simples, un botón de su hit Millones:
Tú debes ser ingeniera
Porque qué bien te quedó el puente
Entre tu boca y la mía
Descalzo como demostración de sinceridad y naturalidad fríamente calculada, con sus característicos bigotes de manillar y algo de maquillaje tipo hippie del verano del amor, Camilo conquistó rápido a un público mayoritariamente femenino con gran presencia de niñitas y adolescentes, que conforman el grueso de sus seguidores, el fandom autodenominado La Tribu que, en palabras del artista, confía en el amor y su capacidad transformadora.
Por lo mismo, para la ascendente estrella colombiana, el enamoramiento ciego es el centro de una propuesta musical simple hasta el hartazgo, una mezcla de urbano y bachata en sus formas más ramplonas, interpretados con voz de niño. Un tono delgadito, inofensivo, que recuerda las canciones de música ligera que servían de banda sonora en las teleseries de TVN hace 20 años.
Se hizo acompañar de su esposa Evaluna Montaner, hija de Ricardo Montaner, la pareja perfecta para cerrar el cuadro de amor y romanticismo que con porfía empuja con absoluta efectividad, para una audiencia dispuesta a vibrar con mensajes positivos y aptos para suspiros ininterrumpidos.
Brindó con agua, habló del valor de la autenticidad, y le pidió al público que se aplaudiera a sí mismo, sugerencia atendida inmediatamente por la Quinta.
Al momento de la primera de las dos gaviotas que depositó juntos peluches y pancartas a los pies del escenario, los animadores revelaron que Camilo estaba muy nervioso, exactamente el mismo discurso que se puede leer en su Instagram de un show brindado en diciembre de 2021, en el Movistar Arena en Bogotá.
No hay dudas de que Camilo representa un ideal para el infantilismo que cubre varias capas de la actual cultura pop, que hoy dispone de productos pensados para el disfrute de toda la familia, y de una perspectiva de la existencia donde las maneras infantiles se proyectan incluso en edades adultas. Es cosa de tiempo que lo tengamos participando del soundtrack de algún proyecto de Disney o una instancia similar.
En el ideario y la estética de Camilo el amor es un estado de dicha, una esfera acolchada donde no hay magulladuras ni reveses sino besos, abrazos y buena onda hasta por si acaso.
Es un mundo de postal solo posible en sus canciones inofensivas, que de tan azucaradas provocan rechazo. El amor es maravilloso, qué duda cabe. Pero repetirlo una y otra vez con acordes simples, se convierte en un mensaje que carece de sentido.